viernes, 16 de octubre de 2009

Otro conjunto sobre nacionalismo ( e identidad). Ya se ve lo que me gusta el tema.

(A través de la escuela, con la educación elemental en el transcurso del siglo XIX, es como se ejerce sobre todo la acción unificadora del Estado en materia de cultura, elemento fundamental de la construcción del Estado-nación. La creación de la sociedad nacional va pareja con la afirmación de la educabilidad universal: como todos los individuos son iguales ante la ley, el Estado tiene la obligación de convertirlos en ciudadanos, dotados de los medios culturales para ejercer sus derechos cívicos.)
Y así imponiendo e inculcando universalmente (en los límites de su capacidad) una cultura dominante constituida de este modo en cultura nacional legítima, el sistema escolar, en particular a través de la literatura, inculca los fundamentos de una verdadera “religión cívica” y, más precisamente, los presupuestos fundamentales de la imagen (nacional) de uno mismo.

Pierre Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción.


No hay nada más absurdo que una frontera, ni nadie más idiota que el tipo uniformado que se siente importante porque cree que divide el mundo al exigir un papel.

Maruja Torres, Amor América



El nacionalismo, es decir, la autocontemplación y egolatría nacionales, es en todas partes una enfermedad mental peligrosa, capaz de desfigurar y afear los rasgos de una nación, igual que la vanidad y el egoísmo desfiguran y afean los rasgos de una persona.

Sebastián Haffner, Historia de un alemán. Memorias 1914-1933


¿Y quién era el pueblo? Jamás lo vi. Vi verdugos y víctimas, espectadores indiferentes y ambiciosos lúcidos. Tuve la fortuna de conocer iguales, es cierto, pero eso no fue suficiente para ligarme sentimentalmente a nada parecido a una nación, vaguedad de la que habría debido ser representante o por la que hubiese sido representado.
La adhesión a la tierra, valor originado en remotas sociedades rurales y elevado a universal abstracto por el estado moderno, me cayó siempre muy lejos: ni mis antepasados, ni mis culpas, ni mis deseos, las únicas cosas que en verdad me pertenecen, se encuentran en suelo alguno: están en mí.

Horacio Vázquez Rial, Los últimos tiempos


¿Qué clase de ignominia es no pertenecer a ninguna nación?¿En qué consiste la deshonra? Un nacido extramatrimonial ya no se avergüenza de reconocer que no sabe a qué familia pertenece. ¿Por qué se avergüenza alguien cuando le reprochan que no tiene patria?¿No es más honroso ser una persona (o un cristiano) que un alemán, francés o inglés? Me parece más agradable estar entre las razas que arraigar en una de ellas -aunque sólo fuera por el motivo de que es más fácil sentirse por encima de las razas-.

Joseph Roth, El juicio de la historia. Escritos 1920-1939.


Más de una vez he expresado mi escepticismo hacia las selecciones nacionales, sea la española, sea la que sea y mi total condena al intento de crear una selección nacional catalana o vasca de fútbol. Prefiero los cluber de fútbol porque son, a pesar de los pesares, más laicos que las selecciones nacionales. En torno a ellas siempre se crea un no sé qué de verdad revelada y de pueblo escogido, como si reclamara a la Providencia que jugara a favor de una u otra selección.

Manuel Vázquez Montalbán, La aznaridad


No hay peor mal que la magnificación de la pertenencia, y hoy, como nunca, quienes continúan enarbolando esa condición merecen no formar parte del proyecto contemporáneo y ser, como efectivamente viene a ser, elementos anacrónicos, composiciones patológicas en coherente proceso de extinción.

Vicente Verdú, Yo y tú, objetos de lujo.

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