viernes, 22 de octubre de 2010

¡Viva el alcalde de Valladolid!

¡Qué tío, qué gracejo, qué ocurrente, qué chispeante! Este es uno de los ejemplos por los que llego a dudar de cómo se hace la selección de los políticos en este país. ¡Ah! Y a estas horas, Mariano sigue con su siesta.
Tengo mi opinión sobre la valía profesional y política de Leire Pajín (sin demasiado conocimiento por mi parte) y, desde hoy, también la tengo sobre la catadura moral y el valor político del susodicho alcalde. Sobre la profesional, es ginecólogo, no puedo opinar por el momento.
Hace unos días, Alfonso Guerra hizo una penosa alusión a Trinidad Jiménez como la señorita Trini y, como es lógico, mucha gente de su propio partido se le echó encima. Esta vez sólo Ana Mato ha reaccionado hablando de grosería impresentable. Una vez más es una pena este tipo de actitudes en un partido que seguramente será el que nos gobierne dentro de poco.
El alcalde de Valladolid (¿pero este tío se habrá mirado alguna vez en un espejo?; yo después de verlo en la televisión omito, como él con la ministra, lo que a mí me sugiere), como Antonio Burgos, Alfonso Ussía, César Vidal(1)…, son un conjunto de personajillos que representan lo peor de la derecha española: faltones, irrespetuosos, machistas, groseros, casposos, etc.
Estos días se insiste con frecuencia en la inexistencia electoral de la extrema derecha en España, cuando en varios países europeos supone entre el 10% y el 20%. Evidentemente, la respuesta es obvia. Lo peligroso es que quien recibe esos votos esté dispuesto, además, a ganárselos.
(1) Incluyo aquí a tan sesudo y prolífico intelectual por haberle oído en su antiguo programa de La Linterna en la COPE la siguiente gracieta: “ Yo, si me encuentro con Pedro Zerolo, procuraré no darle la espalda” y eso sin saber si a Zerolo le gustan los tipos con el gran atractivo físico de don César.

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