lunes, 14 de enero de 2013

Tres textos indescriptibles

He querido poner directamente estos textos sacados del blog El ojo izquierdo, del periodista José María Izquierdo, porque me parecen especialmente significativos de lo que piensa gente que está todos los días en los medios. Eviedentemente, cada día hay ejemplos que ponen los pelos de punta, pero estos tres me parecen un poco diferentes.
 
 
Deben ustedes comprender el estremecimiento –por la emoción, mayormente- que ha experimentado el catavenenos al iniciar la lectura de la columna de hoy de Isabel San Sebastián en Abc. Les traspaso mi conmoción, que a su lado, el resto del Ojo palidece. Callemos. Isabel San Sebastián: “El sábado juré bandera en la base de la brigada Rey Alfonso XIII, de la Legión, sita en Viator (Almería), lo que es tanto como decir que realicé, en la mejor compañía posible, un gesto sencillo, lleno de significado simbólico, para expresar mi amor lúcido y responsable a España. Mi reconocimiento a esta gran Nación cuyas sombras, abundantes en la actualidad, denuncio desde hace años a través de todos los medios que pone a mi alcance el periodismo, y cuyas luces, resplandecientes en términos históricos y culturales, hacen que siempre me haya sentido orgullosa de ser española. Elegí cumplir este rito junto a los legionarios de Viator porque en estos tiempos oscuros de corrupción y mediocridad, en esta España empobrecida del ‘sálvese quien pueda’, zarandeada por el nacionalismo separatista, que encumbra social y políticamente a personajes de bajísima estofa intelectual y peor catadura moral, nadie iguala a las Fuerzas Armadas en la representación de los principios y actitudes que yo admiro: Integridad, valentía, coherencia, austeridad, constancia en el trabajo, afán de superación, esfuerzo permanente de cohesión, generosidad... Y la Legión encarna, a mi modo de ver, la quintaesencia del honor que anida en el corazón de ese Ejército, imbuido de un espíritu de servicio que se refleja en cada una de las misiones llevadas a cabo por sus hombres y mujeres dentro y fuera de nuestras fronteras”. Y sigue. Así, por ejemplo: “De todos los ‘espíritus’ del Credo Legionario que tuve ocasión de escuchar en el transcurso de esa jornada inolvidable, uno me llamó especialmente la atención: ‘El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde”. Si quieren más, ustedes mismos…
 
Les añado lo que dos páginas más allá escribe Gabriel Albiac, que ya saben que esto de Tánatos, en este caso de las Keres, le puede: “Cuando un soldado cae —el sargento Fernández Ureña, ahora, en Afganistán—, algo se mueve en el inconsciente común: el arquetipo de la muerte en combate, quizá el más primigenio del inconsciente humano, aquel en cuyas reglas se codifica todo cuanto, a través de las rutas ancestrales de la épica, formaliza la red de reglas que tejen la representación ética del mundo. A eso pondrán sentido otros. El soldado que cae en el campo de batalla aborrece la retórica: la muerte es para él silencioso ascetismo, a cuya consumación apunta cada uno de los gestos de su vida. Morir es el oficio. La grandeza militar está en esa ascética elusión de la grandilocuencia”. Ni más ni menos.
 
Tema que ayer abrió durante todo el día la edición digital de La Gaceta. Insisto: la primera y más importante información.
Título: “Nadie imagina lo feliz que soy desde que no practico la homosexualidad”.
Dos preguntas y respuestas de la entrevista: “-Lo que es seguro es que usted no celebrará ningún 'matrimonio para todos': en enero de 2012 decidió vivir en una entrega total a Dios. ¿Qué motivó su decisión? -Todo está muy claro: no estoy convencido que la pareja homosexual sea lo mejor que le puede ocurrir a uno que se siente homosexual de forma duradera. A día de hoy, no me he topado con uniones homosexuales que de verdad sean sólidas, resplandecientes y satisfactorias a largo plazo. Por eso he elegido vivir la continencia, es decir, entregar mi homosexualidad a Jesucristo y a su Iglesia. -En concreto, ¿qué significa? -Significa que he abandonado definitivamente el ligoteo, la masturbación y la pornografía, porque me dí cuenta de que estaba prisionero y triste cuando me obligaba a mí mismo a soñar y a experimentar el amor homosexual”.
José María Ballester, La Gaceta, 13 de enero de 2013.

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