martes, 26 de marzo de 2013

Unas memorias muy entretenidas e interesantes


 
Cínico a veces, profundo o superficial según el tema, socarrón siempre, afectuoso con los amigos hasta que dejan de serlo, bromista hasta rozar el mal gusto, así se nos muestra Buñuel en estas excelentes memorias por las que desfilan: Lorca, Dalí (en varias ocasiones y con diferentes opiniones sobre él), Negrín, Aragon, Breton y un largo etcétera de personajes relevantes del siglo XX, entre los que están, por supuesto, multitud de directores de cine principalmente estadounidenses.
También se pueden descubrir en ellas cosas como: bares interesantes en Madrid o París, diversas recetas del dry-martini incluyendo la que el autor considera la mejor, esto es, la suya, la existencia en México, ya en los cincuenta, de multitud de asesinatos algunos tan sorprendentes por lo trivial de sus motivos que cuesta creerlos.
Evidentemente, referencias a todas sus películas aunque en forma muy sumaria según el propósito expreso del autor.
Dos cosas para terminar este comentario. Me ha sorprendido el uso como sinónimo de homosexual y pederasta teniendo en cuenta que el libro está redactado a principios de los ochenta. Me ha resultado especialmente conmovedora por los recuerdos personales que me trae, la siguiente frase: “Me gustan los claustros, con una ternura especial para el claustro de El Paular. De todos los lugares entrañables que he conocido, este es uno de los que más íntimamente me llegan.” (Puede que hayamos compartido en algún momento los mismos asientos de piedra).
Ni que decir tiene que se trata de unas memorias muy recomendables.

Luis Buñuel, Mi último suspiro

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