viernes, 5 de febrero de 2016

Un viaje a China




Aunque no soy un gran lector de libros de viajes sí me gusta leer alguno de vez en cuando. El año pasado puse precisamente el libro que publicó Paul Theroux sobre su viaje al sur de África entre los mejores que había leído ese año. Claro que este autor está entre mis escritores favoritos.
Javier Reverte debe de ser el escritor español que más libros ha publicado sobre viajes y, sin embargo, este es el primero que leo. Me incitó a ello un comentario que oí en la radio y el hecho de que yo había viajado a China, eso sí como turista, hace más de veinte años.
El libro resulta entretenido, pero bastante superficial y no demasiado interesante. Reverte recorrió durante dos meses gran parte del cauce del Yangtsé y las ciudades de su entorno hasta culminar en Shanghái. Va relatando los diferentes avatares desde hoteles y comida pasando por la alta contaminación que hay en casi todas partes, pero apenas se comunica con los habitantes de los lugares a pesar de contar con una guía y eso le resta interés a lo que cuenta. Tan es así que a mí lo mejor del libro me parece la parte dedicada a las matanzas de los japoneses en Nanking que, además, son bastante desconocidas y también algunas referencias que hace a Mao y su época.
Sí me ha gustado la visión que da del carácter y comportamiento de los chinos. Partiendo de la siguiente afirmación: “Por lo general, los chinos son solícitos, amables, ingenuos y a menudo tímidos. Sin embargo, asustan como civilización en marcha.” (p.50), irá matizando de tal manera que da como una característica esencial la mala educación que se manifiesta en cosas como: escupir en la calle, orinar en los urinarios desde lejos, usar los urinarios de los trenes para defecar en ellos, colarse en las paradas o ponerse delante de quien está mirando un escaparate. Además, destaca lo desconfiados, interesados, zafios y poco cultivados que son (aunque esto lo pone en boca de un interlocutor). En fin, que parece que no le han gustado mucho los habitantes del Imperio del Centro, que eso es lo que quiere decir la palabra China. Decía antes que me ha gustado esta visión porque es un poco la que yo saqué en mi corta estancia.
No me ha gustado demasiado sin embargo el estilo que emplea a veces Reverte en sus descripciones. Valga la siguiente como ejemplo de lo que digo: “El sol brillaba con furor sobre la llanura y nubes blancas, de faldones desgarrados, galopaban veloces por el cielo de vigoroso azul. Y el Yangtsé bajaba alborozado, turbio, con un color de café con leche largo de leche.” (p.72)
 En todo caso es un libro que se lee con rapidez y entretiene. Eso sí, si tengo que recomendar algún libro de viajes lo haría con cualquiera de los de Theroux, o con el que el año pasado se publicó de un viaje que hizo John Steinbeck en los sesenta dentro de los Estados Unidos acompañado de su perro Charlie.


Javier Reverte, Un verano chino. Viaje a un país sin pasado

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