viernes, 27 de mayo de 2016

Prescindible biografía de un gran desconocido



La reciente lectura del libro de Beigbeder, Oona y Salinger, me ha recordado que tenía pendiente desde su publicación, nada menos que en 1988, la lectura del libro de Hamilton. Aunque leí a Salinger hace muchísimos años y solo he releído después El guardián entre el centeno (por cierto que creo que es el libro que más he regalado en mi vida), me apetecía ver qué había sido del autor estadounidense antes y después de lo narrado por Beigbeder.
El resultado ha sido bastante descorazonador. Antes de dar un par de opiniones personales, voy a reproducir algunas frases de la durísima crítica que Leopoldo Azancot hizo del libro el 24 de diciembre de 1988 (también adjunto el escaneo del documento aunque no creo que se vea muy bien):


(…) se trata de uno de esos libros supuestamente desmitificadores que atienden a rebajar lo alto, a ajustar cuentas, desde la mediocridad, con lo grande.

(…) la apariencia de modernidad del libro de Hamilton, debida a la alternancia del plano de la investigación y del plano de los hechos, es totalmente espuria por cuanto no está justificada de manera alguna, ya que los hechos ya eran de dominio público y la investigación resultó un fracaso (…) y no se hace modernidad con la mezcla de dos naderías –los comentarios y las interpretaciones también lo son.
En cuanto a estos comentarios e interpretaciones sobre la figura y la obra de Salinger, sólo cabe decir, en efecto, que son de una ruindad, de una mezquindad, de una maldad absolutas y gratuitas.
Hamilton, que ha dado rienda suelta al resentimiento por haber sido objeto de pleitos perdidos (…) pretende pasar a la historia unido a Salinger mediante esta su deleznable biografía. No lo conseguirá afortunadamente.

Comparto plenamente esas ideas aunque reconozco que me empezó a gustar el planteamiento de ir relatando cómo se hacía la investigación hasta que me di cuenta de que, efectivamente, no llevaba a ninguna parte.
Además, ante la falta de documentación debido a que, por un lado, Salinger le ganó el pleito sobre unas cartas suyas que Hamilton había conseguido paro que no podía utilizar ni siquiera, como hizo en una edición, dedicándose a parafrasearlas y, por otro lado, recibió muy pocas contestaciones a las solicitudes que hizo a antiguos compañeros de estudios y de su época en el ejército; ante esa ausencia de documentación, Hamilton se dedica a contar muchos de los cuentos publicados en diversos periódicos y revistas intentando obtener o deducir qué elementos podían ser autobiográficos. Estas partes del libro resultan particularmente pesadas y en varias ocasiones me las he saltado directamente.
Así pues, un libro perfectamente prescindible que no aporta nada muy relevante para el mayor conocimiento de uno de esos autores de culto que dio el siglo pasado y de cuya única novela parece ser que se han vendido más de 120 millones de ejemplares.
Tengo pendiente aún la más reciente biografía publicada en 2014, pero se trata de un libro de 700 páginas que tampoco ha tenido unas críticas muy favorables.
Para finalizar, reproduzco uno de los pocos fragmentos del libro en los que aparece un texto de Salinger no literario. De hecho se trata de la dedicatoria que hizo de  su libro Franny y Zooey:


“Dedica este nuevo libro a la audiencia (…) a una audiencia incontaminada de todo profesionalismo literario:

Si todavía queda en el mundo un lector amateur – o alguien que sencillamente lee por leer-, yo le pido, con afecto y gratitud inexpresables, que comparta con mi mujer y mis hijos la dedicatoria de este libro.” (En cursiva en el original) (p.226)

Desde luego, mi identificación con la figura del lector amateur es total.



Ian Hamilton, En busca de J.D.Salinger. Una vida de escritor

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