martes, 24 de mayo de 2016

Viajando en tren por América




Paul Theroux no solo es un gran escritor de novelas, también es un gran viajero que, además,  sabe contar magníficamente sus viajes. Este es el cuarto libro que leo sobre el tema  y el segundo que escribió. Recoge un viaje en tren, hecho en 1979, desde Boston hasta la Patagonia recorriendo por lo tanto la mayor parte del continente americano de norte a sur.
Como en todos sus libros de viajes, Theroux hace espléndidas descripciones de los lugares por lo que pasa; introduce algunas conversaciones con gente  con la que se cruza y que le resulta curiosa o interesante; cuenta en algunos casos, pocos, detalles históricos que ayuden a comprender algún aspecto de lo que narra; se permite algunas reflexiones y generalizaciones sobre los lugareños; y no oculta en ocasiones sus propios sentimientos e incluso padecimientos.
Dejo a continuación algunos ejemplos que ilustran bien lo dicho:

 “La repugnancia del costarricense por los dictadores no le permite tolerar a los sacerdotes. (…) Sólo el campesinado pobre cree que se convertirá en un burgués en el cielo. Una clase ascendente desea sus comodidades en la tierra y no dispone del tiempo ni la inclinación para ser religiosos: este fenómeno es obvio en Costa Rica.” (p.317)

“Partimos a la puesta de sol y, de pronto, sentí la necesidad imperiosa de bajar del tren. Ya me sentía incómodo, y el viaje no valía esa incomodidad. Los niños gritaban en brazos de sus madres y, nada más dejar la estación, la gente empezó a quejarse ruidosamente de las luces fundidas, el hacinamiento y el calor.” (p.383)

“Un viajero francés con dolor de garganta es un espectáculo maravilloso, pero hace falta algo más que una amigdalitis para impedir que un francés fanfarronee.” (p.389)

“_No tienes que juzgar a la gente por el país –me dijo una mujer-. En Suramérica es siempre sensato juzgar a la gente por la altitud.” (p.433)

“Llevaba en América Latina el tiempo suficiente para saber que había un estigma de clase asociado a los trenes. Sólo los semiindigentes, los descalzos, los indios y los montañeses medio chiflados tomaban los trenes o sabían algo de ellos. Por esa razón, constituían una buena introducción a los sufrimientos sociales y los esplendores paisajísticos del subcontinente.” (p.448)

En un libro de 630 páginas me resulta muy difícil destacar algo, pero  si tuviera que hacerlo serían cosas como: una divertida conversación con una vegetariana extremista, otra conversación con dos vendedores sobre el número de palabras que hay en el inglés y en el español, todo lo que cuenta explica sobre el canal de Panamá (que yo desconocía totalmente) o la parte final en la que narra sus encuentro con Borges en Buenos Aires en el que se dedica, a petición del argentino, a leerle relatos en inglés en las varias visitas que le hace.
Pero como decía, el libro tiene muchos momentos interesantes, divertidos y hasta emocionantes. Además, Theroux es un magnífico narrador y sabe contar las historias manteniendo permanentemente el interés del lector. En este libro quizá, y por poner alguna pega,  ha abusado en exceso de las descripciones de los paisajes sobre todo al atravesar América Central.
Solo me queda recomendar no solo este, sino cualquiera de sus novelas o de sus libros de viajes. Es uno de mis escritores favoritos y así consta en la serie que tengo en el blog.


Paul Theroux, El viejo Expreso de la Patagonia

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