miércoles, 6 de julio de 2016

El primer testimonio de un tema inagotable




A lo largo de las 400 páginas de densa tipografía que componen el libro, la autora, una joven polaca detenida en 1942 por colaborar con la resistencia y que pasó tres años en el campo de concentración, va relatando la vida de las prisioneras, centrándose en la dureza tanto del trabajo como, sobre todo, en la gran cantidad de enfermedades epidémicas que había.
Apenas ofrece información sobre su persona y tampoco es habitual que aparezcan en el texto los nombres de otras prisioneras; no sucede los mismo con los de aquellos que tenían algún tipo de cargo ya fuesen prisioneros también o miembros de las SS.
El relato, como todos los que han tratado este tema, resulta bastante duro de leer en muchos momentos incluso para quien, como es mi caso, está acostumbrado a los horrores de esa época. Szmaglewska había publicado ya relatos antes de ser detenida y eso se nota en su escritura que no es la habitual en este tipo de textos. Está muy cuidada y por momentos adquiere un carácter muy literario.
Algunas cosas que me han llamado especialmente la atención: el hecho de que cuando se producían los despiojamientos –algo en principio positivo-, la mayoría perdían las pocas pertenencias que tenían; la interesante diferencia que establece entre organizar y robar o la escasa aparición de los crematorios pues hasta el capítulo 14 (página 301), que se lo dedica íntegramente, solo hay alusiones del tipo:

“Los largos días de verano pasan uno detrás de otro. Cada vez llegan nuevos transportes que, como generaciones que hubiesen cubierto su ciclo vital, van hacia el crematorio. Todo cambia sin cesar. El ritmo vibrante del exterminio acaba con todo aquello que el instinto humano de supervivencia había construido previamente.” (p.249)

Hay que advertir que la autora estuvo presa en la zona del campo donde se encontraban mayoritariamente alemanas y polacas, y menos de otras nacionalidades, pero no las prisioneras judías.
Aunque no son muy habituales, también hay algunas reflexiones de carácter más general como:

“Si alguien quisiera medir el comportamiento de los prisioneros en este período con parámetros y patrones de tipo político, si sacara conclusiones e hipótesis de carácter nacionalista, se equivocaría.
La muerte y la depravación generada por la guerra hacen desaparecer las fronteras “raciales” y nacionales. Entre la gente surgen divisiones de naturaleza muy distinta.” (. 307)

“Birkenau se ha convertido en una selva en la que resulta fácil perder el rumbo. Nadie es capaz de predecir cómo se comportará hoy ante un acontecimiento y cómo lo hará mañana. Tampoco puede decir nadie cómo reaccionará su vecino de la izquierda, y cómo el de la derecha, independientemente de su nacionalidad y raza. Aquí caen los caparazones de los principios, los moldes de las buenas conductas que a veces en una vida normal pueden ayudar a un hombre, a un don nadie, a atravesar muchas situaciones de manera ejemplar sin que se dé cuenta de que es un cero a la izquierda.” (p. 309)

En general, se trata de un libro interesante aunque quizá demasiado extenso ya que se repiten muchas veces las mismas escenas sobre todo cuando describe las diferentes epidemias que tuvieron que soportar. Seguramente se debe a que lo finalizó el 18 de julio de 1945 lo que indica que debió ser escrito, al menos en parte, mientras estaba en el campo y sucedían los hechos que relata.
Para quien no haya leído nada sobre el tema no es la mejor forma de introducirse en él; para quien sí lo haya hecho puede encontrar aspectos menos tratados en otros libros. En todo caso hay que insistir en que está especialmente  bien escrito.
Buena reseña de Cecilia Dreymüller  en elpais.com



Seweryna Szmaglewska, Una mujer en Birkenau

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