lunes, 6 de febrero de 2017

Original novela



Antonio Muñoz Molina termina así su reseña de la edición en inglés de este libro:

“Escribir es caminar, imaginar, recordar, escuchar, mirar. La naturalidad es tan perfecta que hace falta mucha atención para apreciar el artificio que la hace posible.”

Este breve fragmento es una magnifica síntesis del libro de Cole. Julius, verdadero trasunto de Cole,  pasea por la ciudad,  se encuentra con gentes diversas que le cuentan cosas y él nos las transmite, visita a un antiguo profesor de inglés de origen japonés lo que le dará ocasión para hablar del trato a estos estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, entrará en el Museo de Arte Popular y hablará de Brewster, visitará a un liberiano en un Centro de detención lo que le llevará a contar algo del conflicto en ese país, hará un viaje a Bruselas donde tendrá ocasión de tratar el tema de Israel y Palestina con un trabajador de un cibercafé,…
También “mirar” como hace con un grupo de mujeres chinas que bailan en un parque, o con unos paracaidistas o con las abejas.
Y, además, irá recordando aspectos de su educación en la Escuela Militar en Nigeria, de la relación con sus padres y su abuela o del ambiente que vivió en ese país.
No falta alguna reflexión sobre su profesión de psiquiatra primero becado, y con contrato ya al final del libro.
Y, como afirma Muñoz Molina, todo ello narrado con la mayor naturalidad, o al menos con esa apariencia, lo que desde el punto de vista del escritor no debe de ser precisamente fácil de conseguir.
Hay mucha descripción, pero también hay valoraciones de diverso tipo. Así, esta crítica sobre la marginación del agua por los habitantes de Manhattan:

“¿Dónde era posible tener una sensación auténtica de ribera en esta ciudad? Todo estaba edificado, en cemento y piedra, y los millones que vivían en el pequeño interior tenían escasa conciencia de lo que fluía a su alrededor. El agua  era una suerte de secreto embarazoso, la hija no querida, descuidada, mientras que con los parques todo era mimo, babeo y uso exagerado.” (p. 68)

O esta dura afirmación por las reacciones que ve cuando asiste a un concierto de música clásica en el Carnegie Hall:

“Para algunos de ellos lo único raro era verme a mí, joven y negro, en mi butaca o en el vestíbulo. A veces, en la cola del lavabo durante el intermedio, me miran de tal manera que me siento como Ota Benga, el hombre de Mbuti que en 1906 fue expuesto en el pabellón de los monos del zoológico del Bronx. Aunque me harto de pensar estas cosas, ya estoy acostumbrado.” (p.285)

Hace muy poco hacía la entrada en el blog de Cada día es del ladrón, el otro libro de Cole traducido. En él relata un viaje a Nigeria. Ahora, sigue con el viaje solo que es dentro de la ciudad y en algún momento también un viaje interior.
Espléndido libro que ofrece muchas posibilidades de encontrarse con temas interesantes. Magníficamente construido y escrito.
Un texto  además en el que salen mencionados personajes como Bill Evans, Primo Levi, Mohammed Chukri o Víctor Erice, tiene que ser algo original y diferente.
Andrea Aguilar hace una interesante entrevista a Cole en elpais.com.


Teju Cole, Ciudad abierta. Traducción de Marcelo Cohen

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