lunes, 15 de mayo de 2017

Otro interesante escritor francés




No es este el primer libro que se publica en España de Rolin, pero yo desde luego no lo conocía. De hecho los anteriores libros traducidos están o agotados o descatalogados.
La editorial ha puesto en la contraportada una referencia a la reseña del diario francés Libération en la que compara al autor con P.Deville y E.Carrére. Ambos están entre mis autores favoritos de los últimos años y he leído todo lo que se ha traducido de ellos, así que nada más leer esa referencia lo compré y lo he leído enseguida.
Efectivamente, tiene en común con los citados la buena escritura y la elección de temas interesantes, aunque en mi opinión más con Deville que con Carrére. Da igual, lo importante es que se trata de otro magnífico escritor y de otro ejemplo de que la literatura francesa está aportando una interesante forma de contar historias.
Rolin explica en la primera parte de las cuatro en las que divide el libro por qué eligió de forma realmente casual a este personaje para escribir sobre él. Era meteorólogo y creador del Servicio Meteorológico de la URSS.
Además, lo caracteriza así en los dos fragmentos siguientes:

“(..) él, Alekséi Feodósievich, no es un rebelde. No es propio de su temperamento ni de su educación. (…) Preferiría que hubiera sido inflexible, preferiría admirarlo, pero no era admirable y tal vez sea eso lo interesante, es un tipo medio, un comunista que no se hace preguntas o, mejor dicho, que entonces se ve obligado a empezar a hacérselas, pero ha sido necesario que lo sometan a una violencia extraordinaria para que así sea, tímidamente.” (p. 96)

“No era ni un genio científico ni un gran poeta, en algunos aspectos era un hombre común, pero era un inocente. (…), un hombre en una palabra, que valía como tantos otros, un hombre como cualquier otro, con su  honradez, su fidelidad, su parte de conformismo y de credulidad.” (p. 172-173)

Es decir, alguien totalmente normal que, como tantos otros miles o millones, sufrió la represión del período estalinista, primero siendo detenido en 1934 y trasladado a las islas Solovkí, para tres años después acabar con su vida.
Al tiempo que estuvo en las islas dedica Rolin la segunda parte del libro en la que, utilizando la correspondencia que mantuvo con su familia, va relatando la vida del preso en esa lejana parte del mundo. Es la parte central del libro y la más interesante.
En la siguiente explica el descubrimiento en 1997 de lo que sucedió con muchos de los prisioneros de las islas para, finalmente, en la que cierra el libro contar de dónde viene su interés por Rusia (y por la URSS).
Casi al final del texto  hace esta declaración que se puede compartir tras la lectura no solo de este libro, sino de todos los que se pueden leer sobre tan nefasto período histórico. (Casi se podría hablar en estos casos de una suerte de justicia poética):

“La única y mínima satisfacción que procura el estudio de aquellos tiempos salvajes es la de comprobar que casi siempre los fusiladores serán fusilados. No por obra de una justicia popular, internacional o divina, sino por la tiranía a la que sirvieron hasta la abyección; pero, aun así, fusilados, y sienta bien saberlo.” (p. 167)

Un libro magnífico, muy bien estructurado y muy bien escrito. Otra aportación al conocimiento de los horrores de esa gran lacra del siglo pasado.
Al final del libro se reproducen un conjunto de dibujos y adivinanzas que el protagonista envió en las cartas para su hija  Eleonora.
Ahora solo falta esperar que se reedite o se traduzca algún libro más de este interesante autor.



Olivier Rolin, El meteorólogo. Traducción Miguel Aguayo

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