miércoles, 10 de enero de 2018

La ocupación nazi de Praga



Del comentario que hice del primer libro que leí de Weil, Mendelssohn en el tejado, reproduzco lo siguiente:

Dice Philip Roth en el Prólogo que: “(…) más que un estilista sumido en la búsqueda implacable de la persuasión minimalista, Weil era un narrador coloquial nato.” 
Esta es la gran virtud de este libro, la enorme capacidad narradora y creadora de situaciones del autor.

Y la reproduzco porque lo mismo se puede decir de este segundo libro que además es anterior en la obra del autor.
Weil es un grandísimo narrador y fabulador. En este caso, con un carácter claramente autobiográfico, nos relata las penalidades para sobrevivir de un judío durante la ocupación nazi de Praga. He utilizado dos términos que, curiosamente, no aparecen en el libro como son judío, cuando aparecen se sabe por la referencia a la estrella amarilla, y nazi, a los que se alude siempre como ellos.
Penalidades de todo tipo, desde las relacionadas con la vida cotidiana: hambre, frío, dificultades para trabajar, vivienda insalubre, etc. hasta, y son las más importantes, las relacionadas con los padecimientos psicológicos como: miedo, incomunicación, cierto estado paranoico y, sobre todo, soledad, mucha soledad como pueden atestiguar los siguientes fragmentos:

“- No habla usted mucho-dijo mi acompañante.
-Hace tiempo que no socializo. Me he desacostunbrado a la conversación, excepto con la gente con la que trabajo y con la que lleva una estrella. Y esos solo hablan de la muerte.” (p. 122)

“-No tengo a nadie-respondí-. Si muriera, nadie se enteraría hasta pasado un tiempo. No tengo amigos. A las afueras, donde vivo, solo vienen a visitarme los mensajeros con las citaciones.” (p. 130)

Y es que, efectivamente, a lo largo de  un texto de casi 300 páginas que abarca un periodo de varios años, son pocos los momentos en que Josef Roubicek, que así se llama el protagonista,  entabla contactos humanos. Sin embargo, sí tiene extensas conversaciones pero son con un gato que aparece por su casa y que mantendrá a pesar de la prohibición expresa de tener animales hecha por la autoridad. El otro contacto humano, si es que contacto puede llamarse, es con los recuerdos de una pasada historia de amor, en gran parte producto también de sus ensoñaciones.
Una novela sobre la persecución de los judíos que se aleja bastante de lo habitual. Hay referencias a los “transportes”, a los campos (aquí utilizando el “circo” como metáfora), incluso al gueto (de Terezín), pero todas ellas sin el carácter de horror que suele ser habitual en estos temas.
Como buen autor nacido al lado de Praga, no pueden faltar los momentos kafkianos cuando el protagonista recibe notificaciones con todo tipo de prohibiciones y, sobre todo, cuando tiene que presentarse en una oficina de la que no le dan la dirección y tiene que recorrer varias estancias hasta encontrarla casi por casualidad.
También es curiosa, teniendo en cuenta el ambiente que he estado describiendo,  la presencia del sentido del humor en alguna ocasión, pocas lógicamente.
Para terminar reproduzco un fragmento en el que hay una crítica explícita a la actitud de los ciudadanos checos:

“No les prestábamos atención. No sabíamos si se compadecían o si se reían de nosotros. Pero sin duda para ellos ya no existíamos, porque deseaban que no estuviéramos allí para no tener que mirarnos, porque pasaban a nuestro lado y volvían el rostro.” (p. 167)

Un libro muy original por su planteamiento del tema y con un gran personaje protagonista. Recomendable.
Del mismo autor aún tengo pendiente de lectura el que publicó en los años treinta sobre las purgas estalinistas que promete ser muy interesante.
  
Jirí Weil, Vida con estrella. Traducción Patricia Gonzalo de Jesús.

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