jueves, 25 de enero de 2018

Para conocer mejor África



A pesar de ser un seguidor de Kapuscinski y de haber leído todo lo que se ha publicado en castellano, se me había pasado este libro del que desde ya podría llamar el Kapuscinski de aquí. Fue leyendo el libro de Ayestaran sobre Oriente Medio, y lo que en él dice del libro de Alkorta, lo que me animó a su lectura. Nunca se lo agradeceré bastante.
Cita el autor en un determinado momento la idea tan conocida y citada del periodista polaco de que para ser un  buen periodista hay que ser una buena persona. Pues bien, en el caso de Aldekoa si algo transmite el libro es que estamos ante una buena persona y, desde luego, ante una magnífico periodista.
El autor es corresponsal de La Vanguardia en África y vive en Sudáfrica desde donde se desplaza a cualquier lugar del continente. En el libro nos cuenta, en algo menos de 300 páginas, detalles de muchos de los viajes hechos sobre todo entre 2011 y 2014. Iremos de Mali a Angola, de Camerún a Somalia o de Yibuti a Nigeria, pero  siempre, se trate del lugar del que se trate, nos cuenta cosas interesantes, curiosas o impactantes y siempre también reflejando sus propias emociones, porque si algo caracteriza a este aunque joven ya gran periodista es su capacidad de empatía, su enorme sensibilidad que además transmite de una manera directa al lector. También es una gran observador como se manifiesta en multitud de pequeños detalles que recoge en el texto y, desde luego, es envidiable su capacidad de relación que le lleva hasta ser parte en Sudáfrica de un grupo de cuatro personas que van a negociar una dote matrimonial.
Creo que los siguientes fragmentos ilustran muy bien algunas de las cosas que he destacado del autor:

“A menudo me preguntan por qué viajo  a África. (…) Yo viajo a África para explicar que una niña congolesa se ata bolsas de plástico en los pies porque no tiene zapatos. Para intentar entender que en el Congo la gente no mata por salvajismo, mata por interés.  Por el poder. Como  en cualquier parte del mundo. Y para contar  también que hay gente que no mata.” (p. 41)

“Para querer a África no basta  con soñarla, hay que caminar sus calles, reírse con su gente, escuchar sus alegrías y  tristezas,  sentirse ridículo por no  entender nada y volver a sorprenderse para comprender. Cualquiera que ansíe conocer un territorio tan vasto y  diverso debe recorrerlo con los ojos abiertos y cerrarlos para volver a empezar” (p. 137)

Dentro de un libro en el que todo es interesante, me gustaría destacar algunas de las cosas que más me han llamado la atención, cosas como: las violaciones y el trabajo infantil en el Congo, la justificación que se hace en Sudáfrica de la dote de la mujer, la relación entre sida y prostitución en Botsuana, la situación de los bosquimanos en el Kalahari, el nivel del desastre ecológico existente en Nigeria y, quizá el más entrañable de los reportajes, el dedicado a los pigmeos. Pero, insisto, se abra el libro por donde se abra, lo que se lee atrapa al instante.
Solo queda recomendar muy especialmente el libro y esperar que el autor se anime pronto  a una nueva publicación.
Hay una magnífica reseña de Francesc Bon en unlibroaldia.blosspot.com.

Xavier Aldekoa, Océano África

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