lunes, 29 de enero de 2018

Para entender mejor el mundo actual



Dice Ignacio Sánchez-Cuenca en el Prólogo: “Lizoain ha escrito un libro fundamental para entender los cambios acelerados que se están produciendo en los países desarrollados, el llamado “Primer Mundo”. Ofrece un análisis muy completo de las transformaciones que están teniendo lugar y de sus consecuencias políticas. Basándose en las fuentes más diversas, va dibujando un retrato exacto (y sobrecogedor) de la situación en la que nos encontramos a la salida de la crisis. Todas las piezas del rompecabezas van encajando. El lector encontrará aquí integrados muchos análisis que puede haber leído separadamente en ocasiones anteriores.” (p. 12-13)

Es un buen resumen del contenido del libro sobre todo en esa referencia a la integración de análisis porque, efectivamente, creo que  la mayor virtud del libro es la capacidad de unir los diferentes aspectos de la realidad y dar un cierto carácter de totalidad al discurso. Además, y no es una virtud menor, Lizoain sabe comunicar muy bien sus análisis, utiliza los datos precisos,  saliéndose de lo que es habitual en estos estudios, y lo hace con un lenguaje y una sintaxis sencillos.
Sin embargo, no se trata tanto de un libro “fundamental para entender los cambios acelerados que se están produciendo en los países desarrollados”, como también se afirma en el Prólogo. Hay muchos y muy importantes para eso aunque es cierto que en ninguno se integran tantos aspectos de la realidad.
Después de reconocer las varias virtudes que tiene el texto, me gustaría hacerle dos críticas de muy distinta índole. Por un lado, la que hago habitualmente a este tipo de textos, que siendo capaces de hacer buenos análisis tienen tanta dificultad para plantear alternativas o, cuando lo hacen, resultan tan poco concretas o realizables. Hablo de la habitualidad porque me ha pasado muy recientemente con el, por otra parte espléndido, libro de Noemi Klein. Así, reproduzco a continuación unos fragmentos en los que Lizoain hace alguna indicación de las posibles salidas:

“Una ola de movilización desde abajo y de participación local debe anticiparse al mundo que está por venir. (…) La lucha por el clima no es solo una necesidad; también será la oportunidad para construir una coalición nueva, masiva, democrática y transnacional.” (p. 209-210)

 “Una estrategia de resistencia exitosa no será propiedad exclusiva de un solo grupo. Solo una acción amplia inspirada por una serie de fuerzas progresistas será capaz de hacer frente a las fuerzas que tiene en contra. La gama puede ir desde los comunistas hasta los liberales y los democristianos, pasando por los socialistas, los socialdemócratas, los verdes y los radicales, acompañados por anarquistas, piratas y otros partidarios de la horizontalidad. Todos ellos componen las diferentes y desorganizadas tendencias del aún inexistente partido del futuro.” (p. 219)

Resulta extraño que conociendo la realidad política española y de otros países se pueda plantear hoy esa mezcla de apoyos, cuando ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo los que piensan más o menos igual en bastantes temas. También en el tema de la lucha contra el cambio climático (por cierto que Klein en su libro también insiste bastante en ese tema), se le puede objetar la idea a la vista de los problemas que en este momento existen en la coalición UP en España con Equo, el partido que representa mejor los valores ecologistas. Por lo tanto, ambas propuestas del autor quedan un tanto al aire. Sin salirme de este primer tema sí quiero decir que me ha parecido interesante el concepto que usa, ecoapartheid,  que es la primera vez que lo veo:

 “Luchar contra el cambio climático y oponer resistencia a la derecha radical van de la mano. El uso masivo de combustibles fósiles juega en beneficio de los reaccionarios en el presente y los fortalecerá en el futuro. Provoca las migraciones y luego una reacción contra los inmigrantes. Exacerba los problemas existentes y prepara el camino para soluciones autoritarias. Nos acerca a un mundo de muros, El nombre de ese régimen naciente de separación y exclusión es el ecoapartheid.” (p. 193)

La otra crítica que le haría al libro tiene más enjundia y aquí no puedo desarrollarla porque es un tema para otro tipo de entrada. De hecho en el blog ya he hecho alusión a esta idea en más de una ocasión. Dice Lizoain con toda la razón:

“Casi toda la prosperidad de un individuo viene determinada por su contexto: cuándo viven (la historia), dónde viven (la geografía) y quiénes son sus padres (la clase social)”. (p. 129)

Pues bien, si queremos que al menos cambien los dos primeros aspectos, esto es, si queremos un mundo en que la riqueza se reparta de una forma geográficamente más justa, y mientras la economía no crezca a tasas impensables (aunque creo que ni aun así), la única forma de lograrlo es haciendo que los que más tienen cedan parte a los que menos; y entre esos que más tienen estamos la inmensa mayoría de los habitantes de ese Primer Mundo que, seguramente para bien de la humanidad en su conjunto, hoy está terminando.
No está esto entre las ideas que se defienden en el libro, pero creo que es otro aspecto que habrá que ir considerando poco a poco.
Al margen de estas críticas, el libro me parece muy recomendable y el autor una analista a seguir por la claridad con la que expone sus argumentos.

David Lizoain Bennett, El fin del Primer Mundo.

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