jueves, 12 de abril de 2018

Agradable sorpresa



¿Qué puede hacer que a alguien como yo le llegue a interesar la construcción de un puente hace cincuenta años o el desarrollo de un festival folklórico en la Argentina profunda? Solo hay una respuesta posible: la magia de los que escriben esas historias. En el primer caso, como dejé constancia hace poco en el blog, se trata del periodista estadounidense Gay Talese, y en el segundo, la magia la pone la gran periodista argentina Leila Guerriero; porque hay que ser muy grandes en ambos casos para convertir ambos temas en dos extraordinarios libros.
A Guerreiro la conocía más de nombre que por su obra. De esta apenas había leído su artículo Habitar el riesgo en el libro colectivo sobre el periodismo que, coordinado por Enric González, se publicó el año pasado con el hermoso título de Cada mesa, un Vietnam. Colaboración que me llamó poderosamente la atención.
Redescubro ahora este texto publicado en 2013 en el que la periodista hace un extenso reportaje, una crónica diría mi admirado Martín Caparrós, sobre un peculiar concurso de malambo (un baile tradicional de los gauchos) que se celebra cada año desde 1966 en Laborde, una pequeña población de apenas 6.000 habitantes al sur de la provincia de Córdoba. Un concurso que tiene además la particularidad de que quien lo gana no puede volver a presentarse y, por lo tanto, deja de bailar malambo. Como dice Rodolfo González Alcántara, el protagonista del que inmediatamente hablaré:


“Pero gané. Claro que ganar Laborde te corta las piernas. Podés seguir compitiendo en otros rubros, en malambo combinado, en pareja de danza, pero no como solista. Venimos a ganar sabiendo que vamos a perder. Y encima a Laborde la conocemos los que venimos a Laborde, afuera nadie sabe qué es.” (p. 65)


Guerriero hace un planteamiento del reportaje muy interesante, En unas primeras páginas (hay que advertir que estamos ante un libro de apenas 146 páginas) cuenta en qué consiste el malambo, de dónde surge, qué características tienen tanto el baile como la vestimenta de los bailarines, cómo se desarrolla el concurso, qué premios tiene (por cierto, ninguno más allá del honor de ganarlo), etc. Una vez situados e informados de todo ello, se centra en un competidor en 2011, el mencionado Rodolfo, al que sigue en el concurso de ese año y como al quedar subcampeón puede volver al año siguiente, le acompañará durante parte de ese año y sobre todo en la competición de 2012.
En ese acompañamiento Guerriero haciendo gala de una gran sensibilidad nos irá contando detalles de la historia de Rodolfo y de su pasión por el malambo.
En un momento determinado dice Rodolfo:

“-Yo tuve una niñez hermosa. Lo que más pasábamos era hambre. En todos los lugares en los que viví, en realidad pasé  hambre.”

Apenas unas líneas antes la autora ha referido algunos aspectos de esa niñez hermosa:

“Se crió en una pieza que se inundaba con las lluvias pero recuerda que le divertía guarecerse debajo de la mesa y jugar con los amigos en los charcos. No tenían luz eléctrica, pero se ríe cuando dice que le gustaba jugar con las velas. No podía comprarse zapatillas pero cuenta orgulloso que Rubén Carabajal (su padrastro) le cosía las viejas y le prestaba las suyas, más nuevas, para que volviera a destruirlas jugando al fútbol.” (p. 81)


Este es el tipo de gente que se prepara durante años, algunos empiezan ya a los cuatro, para el concurso en el que irán pasando por las fases infantil, juvenil,…hasta llegar a la de mayor que es el final de la carrera y en la que suelen participar más allá de los veinte años.
Un libro en el que están perfectamente ensamblados sus diferentes elementos, en el que se utiliza una prosa muy bien elaborada y en el que se obtienen informaciones realmente interesantes y hasta diría que sorprendentes. Pero por encima del todo un libro que rezuma ternura y humanidad por los cuatro costados, un libro que emociona y que, desde luego, motiva a buscar más textos de la autora.
Absolutamente recomendable, por supuesto, interese o no ese tema.
(Por cierto, acabo de ver que reedita Anagrama un extenso libro con semblanzas de diferentes personajes,)
Hay una buena reseña de Ernesto Calabuig en elcultural.com.



Leila Guerriero, Una historia sencilla.

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