domingo, 1 de abril de 2018

Sobre literatura, escritores y espacios



Hace poco, al hacer el comentario de Vida y destino, decía que lo había leído gracias a la entrevista a Marta Rebón en el programa de televisión Página Dos ya que llevaba varios años en el estante de libros pendientes porque me asustaba el tamaño y, sobre todo, el hecho de que hubiera al final tantas páginas relacionando los personajes que salían. (Por cierto, aquí dice de ese libro que es un “denso relieve de miniaturas chejovianas con la técnica monumental de Tolstói”).
Ahora mi deuda con esta magnífica traductora y escritora se multiplica tras la lectura del libro que ahora comento.
Estamos ante un libro hermoso –un adjetivo que, por cierto, uso en muy raras ocasiones-, una demostración de amor a la literatura, de respeto y admiración por muchos escritores, un texto de una lectora que hace gala de una enorme sensibilidad y que es capaz de contagiar su pasión tanto por la literatura como por sus lugares favoritos, un libro, en fin, de alguien que vive por y para la literatura.
Ya muy al principio menciona algunos autores a los que ama terminando con un etcétera, etcétera, etcétera. Evidentemente, es difícil poder citarlos a todos, pero en el libro aparecen muchos y, una de las cosas que más me han gustado, a la mayoría los conozco y he leído algo de bastantes. Desde hace años he ido centrando mis lecturas cada vez más en autores de la Europa Central y Oriental, así como en los de países vamos a llamar exóticos. Estaba un tanto cansado de tanta literatura anglosajona con unas historias demasiado repetitivas. Por eso, cuando Rebón menciona autores húngaros, rusos o de la antigua Yugoslavia siento un gran placer. Así, por citar solo a algunos: Shalámov, Grossman, Chukóvskaia, Márai, Kerstéz, Kosztolányi e incluso la breve aparición de Mohamed Chukri ya que Tánger es junto a San Petesburgo el tándem de ciudades favoritas de la autora.
Evidentemente, están la mayoría de los grandes clásicos rusos. De casi todos habla y reproduce textos porque en este libro se habla de muchas cosas: obviamente de literatura, pero también de arquitectura, de vivienda (de las casas de algunos escritores), de museos, de viajes, de ciudades como las mencionadas y varias más, de espacios infinitos en Siberia o en el desierto. 
Ha tenido también la autora la magnífica idea de acompañar el texto con multitud de fotografías la mayoría tomadas por ella misma o por su acompañante en muchos de los viajes, el fotógrafo Ferran Mateo. Estas fotografías acompañan muy bien los textos y en muchos muestran espacios que ayudan a una mayor profundización en el conocimiento de los escritores (su mesa de trabajo, su vivienda, su barrio).
La verdad es que cuando adquirí el libro no tenía muy claro lo que me iba a encontrar, ni tampoco imaginaba lo buena escritora que es esta magnífica traductora. Ahora sé que también es una gran comunicadora de emociones, de gustos y placeres estéticos. Además, me ha abierto un abanico de libros y escritores que espero ir conociendo poco a poco.
Un libro muy pero que muy recomendable para quien disfrute con la buena escritura y con la pasión por la literatura.
Hay una buena reseña de Nadal Suau en el cultural.com y otra de Ricardo Martínez Llorca en culturames.es.



Marta Rebón, En la ciudad líquida.




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