viernes, 31 de agosto de 2018

Tras el paso del Estado Islámico



Me gustó mucho el anterior libro de Ayestaran, un periodista que desconocía totalmente hasta que apareció en Salvados con Jordi Évole. Me gustó el libro porque dice las cosas con claridad, se compromete en sus opiniones y, sobre todo, porque parece un buen tipo (no quiero insistir en la idea del gran Kapuscinski).
En este libro lo demuestra otra vez. Valgan estos ejemplos:

El circo se pone en marcha, y los periodistas somos los payasos en busca de nuestro minuto de gloria,  nuestro gran reportaje que nos lleve a ganar premios o a escribir libros por contar el sufrimiento de cientos de miles de personas. Imposible ponerse en su lugar. Lo intento, pero es realmente imposible. Empieza el desfile de cascos y de chalecos antibala con la palabra Press para hacerse la foto o grabar la entradilla ente la cámara.” (p. 50)

 “Enciendo la cámara y pronto se me saltan las lágrimas. Aunque la máquina puede parecer un escudo en algunas circunstancias, el corazón termina venciendo a la cabeza y hay instantes en que la emoción te puede.” (p. 100)

“Periodistas, periodistas… no valemos para nada. Esta gente lo que necesita son médicos y enfermeras, no cámaras que vengan a mostrar su deplorable situación. Apago la mía, dejo a un lado el puto cuaderno de notas donde he anotado todas sus miserias y me siento con Muhatma. Le doy la mano: siento sus dedos rugosos y sucios.
(A continuación relata cómo les hace juegos de magia.)
Al final son estos pequeños instantes de vida los que recuerdo y me hacen llorar de emoción, no los que recojo a través de la lente o en mi colección interminable de Moleskine, que se convertirán en productos de consumo para los medios.”(p. 166-167)

““A Occidente le preocupan más las piedras que las personas” La frase de Abu Samir me tortura.” (p. 82)
Solamente alguien con sensibilidad puede escribir cosas así; y solamente alguien con sensibilidad puede escribir un libro así, un libro que transmita emociones y no solo conocimientos, un libro que conmueva al lector, que no le deje impasible ante un cúmulo de informaciones por muy relevantes e interesantes que sean. Al menos yo leo sobre estos temas con esa intención. Y puestos a citar, valga también esta otra declaración del autor:

“No hay nada mejor que escribir en caliente: escritura automática que te sale de lo más hondo. Es mejor no releer, vomitar todo lo que tienes dentro y liberarte. Durante todo el año ya tengo días y días de escritura reposada, de “reportajes” con mil fuentes y sesudos analistas, pero uno no entra todos los días en Mosul.” (p. 102)

Dicho todo lo anterior, haré un breve comentario del contenido concreto del libro.  Ayestaran hace un recorrido presencial por algunos lugares ya liberados que han estado bajo el gobierno, o bajo el poder, del Estado Islámico. No se trata de conocer los porqués de ese grupo, ni de darnos a conocer su ideología, sino de enseñar el rastro que deja a su paso; y este resulta desolador. Destrucción y crímenes de todo tipo. La información la extrae de testigos presenciales con los que conversa, de sus fixers y conductores que tienen gran presencia en el libro e incluso de alguna entrevista en Gaza y Bagdad con gente cercana al EI porque como él mismo afirma:

“Personalmente,  creo que hay que conocer cómo piensa el enemigo, y privar a los lectores de estos testimonios no es justo, pues les impide conocer mejor el alcance del monstruo al que nos enfrentamos.” (p. 118)

De los muchos ejemplos que podría poner sobre la represión del EI, dejo el siguiente no por la dureza sino por lo significativo de las “faltas” que cometió:

 “A este vendedor de faláfel le sancionaron porque le vieron  hablando con una mujer a menos de cuatro metros de distancia. En otra ocasión fue por fumar, y también sancionado por exponer los tomates junto  a los pepinos.” (p. 214-215)

Aparte del primer capítulo que me ha parecido un tanto complicado de seguir y que me ha recordado alguno de los libros que he leído sobre el EI, como el de Javier Martín, por lo complejo de su desarrollo, en el libro además de todo lo dicho hasta ahora he encontrado informaciones que o bien desconocía o no las tenía muy presentes. Así, el interés que pueda tener Israel en la existencia del EI para facilitar apoyos en su lucha contra Irán; la existencia de campos de acogida -él escribe sobre el de Tikrit-, de familiares de miembros del EI para evitar las represalias contra ellos; la matanza de Speicher o, en otro orden de cosas muy diferente, el hecho de que el fútbol pueda facilitar la obtención de un visado.
En fin, solo una pequeña muestra de las muchas cosas que ofrece este magnífico libro que, además, resulta muy visual. No sé si se deberá a la influencia del programa de Salvados en el que vi a Ayestarán mostrando zonas devastadas, pero lo cierto es que hay muchos momentos en el libro que he tenido la sensación de estar sobre el terreno acompañando al autor.
Un libro algo más que recomendable.
Hay dos entrevistas interesantes en las que se amplían algunos temas: con Andrés Seoane en elcultural.com y con Javier Biosca en eldiario.es.


Mikel Ayestaran, Las cenizas del califato. De las garras del Estado Islámico a la supervivencia.

jueves, 30 de agosto de 2018

ANDAMIO


Un verano plagado de buenas series y poquísimo cine. Además,  tres de las cuatro películas las he visto por acompañar a mi hijo de ocho años. Hay alguna película más que tiene interés pero habrá que verla este invierno.


Películas

El mejor verano de mi vida. Es raro que vea una película española, pero es que me lo pidió mi hijo. Comedia entretenida con algunos buenos gags. Es una versión de una reciente película italiana.

Mamma mia. Ofrece más o menos lo que se espera aunque solo tiene dos o tres buenos números. En todo caso resulta entretenida salvo los primeros veinte minutos en los que hay uno de los mayores errores de casting que he visto en la elección del novio de la protagonista.

Buenos vecinos. Si hace poco comentaba en otra entrada la primera serie islandesa que veía, hoy lo hago con la que, creo, es la primera película que veo de ese país. Se trata de una buena comedia negra que resulta por ello especialmente dramática. A pesar de lo que pueden parecer exageraciones, en el fondo resulta todo bastante verosímil. Interesante.

Los futbolisimos. A mi hijo y su amigo les gustó y ya está, suficiente. Está más o menos lograda y al menos no chirría.


Series

The Americans. Sexta y última temporada de esta serie estadounidense que he visto desde el principio. La anterior temporada bajó bastante en interés, pero los guionistas han sido capaces de remontar y ofrecer unos capítulos muy conseguidos y un final acorde con cómo ha sido el desarrollo de la serie. El conjunto de la serie me ha gustado y entretenido. Ha sido una de las mejores de los últimos años. Magnífica ambientación y buenas interpretaciones.

El cuento de la criada. Al terminar la primera temporada y leer inmediatamente después la novela no pensé que hubiera continuación. Error, la ha habido y, además, los guionistas han conseguido que sea tan desasosegante o más que la anterior, aún más feminista y que la religión salga al menos tan malparada. Magnífica, pues, con algunos episodios realmente terribles y con una ambientación muy lograda para la historia que se cuenta. Habrá seguramente una tercera porque el final, lo peor de la serie, así lo deja previsto.

Wild, wild, Country. Magnífica miniserie documental estadounidense de seis capítulos. Cuenta el proceso de construcción y posterior desaparición de una comuna en un pueblo de Oregón por parte de un gurú indio y sus seguidores en la primera mitad de los años ochenta del siglo pasado. Utiliza muy buenas imágenes de archivo y un conjunto de entrevistas a habitantes del pueblo, miembros de la comuna y fiscales y policías que intervinieron en el proceso contra el gurú y algunos seguidores, con la técnica de ir mostrando los temas y los problemas poco a poco creando expectación. Muy entretenida e instructiva.

Innocent. Otra buena miniserie policiaca británica. Un guion muy bien trabajado y unas interpretaciones en la línea habitual en los actores de las islas. Recuerda bastante a otra gran serie como Broadchurch incluso en la elección del lugar en el que se desarrolla.

Kiri. Y después de una miniserie policiaca británica, otra igual de buena, pero al mismo tiempo muy diferente lo que demuestra los buenos creadores y guionistas que tienen. En esta además de la historia policial hay bastante de crítica de los servicios sociales y, en el fondo, de la situación social. También hay muchos aspectos de relaciones familiares.

Doctor Foster. Miniserie británica en dos temporadas de cinco episodios cada una. Drama por todo lo alto a partir del engaño del marido de la Dra. Foster. La primera temporada está bastante bien y con el final que tiene podría haber sido la única, pero los guionistas se han sacado de la manga una continuación que aunque en algunos momentos está bien, en otros peca de exagerada y pierde interés.

Fauda. Serie israelí sobre un grupo antiterrorista adscrito al Ministerio de Defensa y su búsqueda de un dirigente palestino. Obviamente, al tratarse de una serie de esa nacionalidad, carga las tintas sobre el terrorismo palestino, pero no exime de críticas a la actuación de los israelíes y, desde luego, destaca por lo bien hecha que está.

Safe. Otra miniserie británica aunque el creador y productor es estadounidense lo mismo que Michael Hall, el actor protagonista. No demasiado interesante e incluso aburrida a ratos por culpa del guion y de una historia que tampoco tiene demasiados atractivos a pesar de un buen inicio. Además, el protagonista resulta bastante cansino y repetitivo en sus gestos. Nada que ver con las otras series que aparecen en esta entrada.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Crítica de la clase media argentina




Mi acercamiento a la obra de Piñeiro está siendo rápido y constante. Esta es la quinta novela que leo en menos de un año y sigo leyéndolas en forma muy desordenada pues se trata de una de las primeras que escribió, 2005, y seguramente una de las más famosas al obtener el Premio Clarín de novela, por un lado, y además ser llevada al cine en 2009 por Marcelo Piñeyro.
A pesar de lo dicho no es de las que más me ha gustado aunque el tema me parezca interesante y la técnica narrativa también. La obra es una acerada crítica de esa clase media argentina que se aislaba en los countries en los noventa cuando la situación económica promovida por el gobierno menemista les hizo creer que, como se dice por aquí, “todo el monte es orégano” y que luego, cuando llegó la crisis, vieron como su situación se convertía en precaria. Piñeiro nos muestra la vida en el country Altos de la Cascada y la mentalidad de los miembros de esa clase: solidarios de mercadillo de ropa usada para que la compren sus criadas, mucamas o empleadas domésticas; con un fuerte clasismo e incluso alguna dosis de antisemitismo; viviendo una vida muy regalada mientras el país se va hundiendo hasta que les toca a ellos. Nada nuevo por otra parte en esos grupos sociales sean argentinos o de cualquier otro país. (Hay que aclarar que el término clase media no se aplica igual en Argentina que en España; aquí sería clase alta o clase media alta).
Para contar la historia Piñeiro emplea cuatro parejas principales y un par más  secundarias. Utiliza, como he visto que será habitual en muchas de sus novelas, la primera persona que es casi siempre la mujer del único protagonista masculino que no tiene trabajo desde el principio de la historia, aunque otras veces no se sabe bien quién es la persona que relata. También, de vez en cuando, acude a la tercera persona, pero es poco frecuente. Esta forma de narrar da mucha fuerza al relato y hace que el lector participe y se implique mejor en la historia.
Y, sin embargo, a pesar de todo lo dicho, creo que hay algo que falla en la historia o en algunos personajes, lo cierto es que hay momentos en que me ha costado creerme lo narrado. Hasta muy avanzada la novela no se habla de los problemas económicos de alguna de las familias, cuando el lector se ha preguntado ya varias veces cómo es que pueden llevar ese tren de vida. Sí tiene, como suele ser habitual en la obra de la autora, elementos de intriga aunque tampoco resulte demasiado creíble, al menos para mí, lo que sucede ya que  no parece algo lógico dado el comportamiento que han tenido los personajes hasta ese momento. (No se puede decir más por aquello del spoiler.)
En todo caso, tan recomendable como el resto de las novelas de la autora de la que aún me quedan algunas pendientes de lectura.
Inmediatamente después de acabar la novela he visto la película que me ha dejado sensaciones ambivalentes. Creo que explica algo mejor el comportamiento de algunos personajes, pero al mismo tiempo trata menos el tema central de la vida en el country.
Hay una reseña corta pero útil de Ernesto Calabuig en elcultural.com.


Claudia Piñeiro, Las viudas de los jueves.

lunes, 27 de agosto de 2018

Original planteamiento



El director de cine francés y el escritor cubano han tenido una idea magnífica: reproducir en forma novelada, es decir, eliminando todos los elementos técnicos, el guion de la película homónima y algo más. Para tener una visión más global y al mismo tiempo concreta de la película, Padura ha escrito un texto con el proceso que le llevó a colaborar en el proyecto; además, como en sus inicios se trataba de hacer solo un corto que formaría con otros un conjunto, se reproduce también el texto del guion del corto y, finalmente, dado que Padura se basó en algunos personajes y elementos de su libro La novela de mi vida, se reproducen varios fragmentos de ese libro. Con todo esto lo que tenemos es una visión bastante completa del proceso de creación de la película, algo muy original y muy interesante.
La historia es bien sencilla; un escritor emigrado vuelve para establecerse definitivamente en Cuba, hace una reunión con sus antiguos amigos en la terraza de una casa y juntos se cuentan cosas del pasado y del presente. Se trata prácticamente de una obra de teatro pues el escenario es siempre el mismo y solo va cambiando la luz a medida que anochece y luego amanece. Lo importante es el texto, lo que se dicen los personajes  y lo que se deduce de algunos temas que tratan en los que van apareciendo tensiones, viejos rencores, cuentas pendientes, etc.
Algo que tienen en común todos los personajes es un cierto fracaso profesional (y en algunos personal también): un pintor que pinta lo que no le gusta para poder comer, un escritor frustrado, un defensor del régimen que quedó desengañado tras su experiencia como militar en Angola, una oftalmóloga que vive de lo que le envían sus hijos exiliados en Miami, etc.
Historias interesantes que merecerían un mayor desarrollo y en las que hay que destacar el cuidado lenguaje que utiliza Padura, muy adaptado a los distintos personajes y fiel reflejo, imagino, del habla cubana.
El mismo día que compré este libro compré La novela de mi vida y espero que en ella se desarrollen más algunos de estos temas.
Un libro muy recomendable tanto por la historia central como por el interés que tiene conocer todo el proceso del que hablaba al principio.

Leonardo Padura y Laurent Cantet, Regreso a Ítaca.

domingo, 26 de agosto de 2018

Gran novelista rusa




Como decía en una entrada anterior al comentar Sónietchka, el primer libro que leía de la autora, debo su conocimiento a Marta Rabón, su traductora, que en su magnífico libro Las ciudades líquidas se deshace en elogios hacia ella.
Esta novela obtuvo el Premio a la mejor novela del año 2004 en Rusia y no me extraña que así fuera porque es una magnífica novela, en la que la historia fluye de forma muy natural y en la que hay una galería de personajes muy diferentes pero que tienen en común el que actúan como realmente se puede esperar que lo hagan.
El protagonista principal es Shúrik del que no sabemos mucho como se recoge muy bien en la reseña de El niño vampiro en batboyreads.blogspot.com:

“La sensación que le queda al lector tras la lectura es parecida a la que se siente tras una breve y tórrida relación con alguien. Hemos compartido todo, pero todo todito todo y, sin embargo, nos damos cuenta de que esa persona es, en realidad, un extraño. ¿Qué sabemos de sus pensamientos, sus gustos, costumbres o sentimientos, más allá de lo que nos ha revelado en los ratos que hemos estado juntos? Del mismo modo, observamos que, pese a estar centrada en el personaje que le da título, llegados al final de la novela nos damos cuenta de que Shúrik, pese a ser -en teoría- el protagonista principal, es prácticamente un desconocido para el lector.”

No obstante hay algún fragmento en el que se nos muestra algo de su comportamiento y su pensamiento como por ejemplo  en estos dos:

“(..) y se daba cuenta con claridad de la mediocridad de su vida. Sin embargo, tenía la impresión de hacer todo lo que se esperaba de él… Pero ¿por qué todas las mujeres que tenía a su alrededor deseaban de él una sola cosa, servicios sexuales ininterrumpidos? Era un cometido excelente, pero ¿por qué ni una vez en su vida había logrado elegir por sí mismo una mujer?” (p. 341)

“No, no era una alucinación. Todo lo que había vivido antes era decadente, falso, vano. El correteo de aquí para allá, estúpido y desenfrenado de su vida: de la farmacia al mercado, de la lavandería a la redacción, las traducciones absurdas, esa vida estúpida al servicio de mujeres solitarias. No podía dejarla marchar, a Lilia, quería tenerla siempre en sus brazos porque no había en el mundo nada mejor, ni más sensato, ni más justo,…” (p. 461)

Pero en cualquier caso es cierto que sabemos poco e incluso que no se llegan a entender muy bien las pasiones o los deseos que despierta, pero sí sus reacciones basadas en una educación en la que primaron la compasión y la piedad por los demás. Las mujeres vienen a él y él actúa como haciéndoles un favor en unos encuentros sexuales que Ulítskaya tiene una peculiar y original forma de narrar. No solo hay sexo en esas relaciones porque Shúrki también ayuda de diversas maneras a esas mujeres, desde casarse con una para que pueda alquilar un apartamento y reconocer a un hijo, hasta hacer la compra y limpiar en la casa de una paralítica. No es una persona especialmente lista, ni preparada ni activa, pero sí alguien que se desvive por los demás:

“Por la tarde, lo esperaba Valeria con sus cigüeñas volando por la espalda y el pecho y él cumplía su promesa, con honestidad, aplicación y concienzudamente, como su abuela le había enseñado a cumplir todas sus obligaciones.” (p. 224)

Lo mismo hará con su madre enferma a partir de la mitad de la novela.
La historia transcurre a lo largo de gran parte del siglo XX en Rusia pero apenas hay referencias a la situación política del país y las que hace son bastante suaves como en los dos ejemplos siguientes.

“La medicina homeopática no estaba prohibida, ni mucho menos, pero sí estaba en entredicho, como el arte abstracto, la música vanguardista o el origen judío.” (p. 110)

“Su padre, como todos los dirigentes de alto rango, no conocía el idioma de la igualdad: a unos les daba órdenes, hostigándoles y humillándoles, y ante otros él mismo se humillaba, voluntariamente y casi con entusiasmo. (p. 147)

Una novela absolutamente recomendable. Larga, muy larga, como la mayoría de las novelas rusas, pero de esas cuya lectura el lector tiene ganas de retomar para ver hasta dónde será capaz de llegar Shúrik y en qué  nuevas “aventuras” y situaciones le colocará la autora. El libro está, además, magníficamente escrito, o traducido, y tiene en muchos momentos un fino sentido del humor. También ofrece una buena visión de la vida cotidiana en la época.
Además de la magnífica reseña ya citada, hay una corta entrevista de Cecilia Dreymüller en elpais.com pero en la que la autora da un par de pistas interesantes. 




Liudmila Ulítskaya, Sinceramente suyo, Shúrik. Traducción Marta Rebón.

viernes, 24 de agosto de 2018

Anecdotario de un periodista




“El mundo está lleno de libros menores, como el que tienen en sus manos. La culpa, como siempre, no es de uno sino de los demás y en mi absoluto descargo les diré que está escrito sin otra pretensión que entretenerles un rato.”  (p. 199)

Siempre se ha dicho que, a confesión de parte… Pues bien, partiendo de este reconocimiento del autor no tengo demasiado que comentar de este libro que, efectivamente, me ha resultado entretenido (a mí todo lo que tenga que ver con el periodismo me entretiene), pero también tengo que reconocer que se trata de un libro intrascendente y prescindible.
No conocía a este periodista de La Vanguardia porque es un periódico que no he leído prácticamente nunca. Es un hombre que se autodefine como liberal y que no parece muy partidario del independentismo;  tiene sentido del humor, hace un buen uso de la ironía y, desde luego, tiene una visión muy particular del cómo era el periodismo en los ochenta, época que por lo que cuenta, tuvo que ser muy divertida para los profesionales una vez terminada su jornada laboral.
Ha sido corresponsal en Extremo Oriente, Washington, y París, pero apenas cuenta cosas que tengan interés de esas experiencias y lo que cuenta sobre los conflictos resulta bastante superficial más allá de una cierta crítica a Estados Unidos en algún momento. Es capaz de pasar de lo que sucedía en la plaza Tahir de El Cairo a sus problemas internos haciendo simplemente un punto y aparte.
Seguramente será más interesante para los lectores de su periódico porque se mencionan muchos nombres de periodistas que trabajan o han trabajado en él. Además, tiene la rara habilidad de poner bien a todo el mundo.
El siguiente fragmento es un buen resumen del carácter y la forma de entender algunas cosas de Luna:

“-Escribe tú, que te gustan la mujeres y la buena vida. Nada de tabarras…
Palabra arriba, palabra abajo, eso fue todo. (Se refiere a lo que le dijo Màrius Carol cuando le nombraron director de La Vanguardia y dejó su columna). Más que suficiente. Entendí que no quería análisis de política internacional ni pensamientos elevados. Yo también pensaba –y pienso- que un periódico es una obra coral en la que no puede faltar alguna tontería. Un divertimento. La anécdota personal, siempre y cuando se trate de algo en que el lector pueda identificarse y hacer suyo. Además siendo un simple periodista sin ínfulas de escritor, tampoco veo que tenga más valor escribir lo que no piensa que escribir lo que uno hace y ve a su alrededor, incluyendo las actividades nocturnas.” (p. 192)
¿Recomendable? Solo para adictos como yo.

Joaquín Luna, ¡Menuda tropa! Aventuras y desventuras de un periodista divorciado.

jueves, 23 de agosto de 2018

Dura visión del judaísmo



Siento atracción por la literatura húngara. De todas las centroeuropeas es la que más me gusta y la que menos decepciones me ha causado. Pap es el típico escritor húngaro porque escribe bien y es un tanto pesimista o, al menos, crítico y con poco sentido del humor.
En este libro cuenta la historia, a base de recuerdos,  de un niño que primero vive con su abuelo, un judío ortodoxo, y a su muerte vuelve con su familia en la que el padre es un sacerdote judío (así aparece en el texto; no rabino) reformista o “neólogo”.
En este sentido escribe János Kobányai en el Posfacio:
“Károly Pap desmontó la concepción de los “neólogos”, que convertía la religión judía en ciencia y que desembocaba en meros hábitos y en una forma de vida desprovista de sus contenidos originarios. Al mismo tiempo, sin embargo, rechazaba el mundo ortodoxo, rígido y carente de vida, sometido al yugo de las leyes de la religión, el espíritu y las leyes paralizantes del gueto.” P. 293).
Así, cuando vive con el abuelo todo son ritos y prohibiciones y cuando está con su familia vive en una situación de desamparo por la falta de afecto y la consideración de “niño malo”, “tontito”, etc. Hay algunas escenas muy duras con los padres a raíz de sus preguntas sobre religión.
El libro tiene demasiadas páginas para insistir en las mismas ideas y eso hace que toda la parte final se haga bastante pesada. Además, me he perdido bastantes cosas en el tema religioso y he leído la novela más en clave personal de lo que le sucede al niño.
En el Posfacio ya citado se explican algunos aspectos del libro que ayudan a comprender a posteriori algunas de las cosas leídas y, además, se da a conocer un poco al autor de una novela que parece ser muy autobiográfica y en la que desde luego el judaísmo, e incluso el cristianismo, no salen muy bien parados.
Es un texto, por tanto, claramente comprometido porque como decía el autor en 1944 poco antes de su deportación a Buchenwald:
“A mi entender, mientras los miembros de la familia humana estén enfrentados, el escritor no puede dedicarse a entretener a quienes participen de este crimen colectivo… Toda obra literaria es reprobable, a mi juicio, porque desvía la atención de los hombres del crimen que cometen y los mantiene en la mentira de estar inmersos en una vida cultural en medio de la barbarie generalizada.” (p. 298-299) (Cita recogida en el Posfacio.)

Un texto interesante por momentos aunque de lectura un tanto dura por lo que le sucede al protagonista y, como ya he dicho, por los problemas de comprensión de algunos temas.

Károly Pap, Azarel. Traducción Adan Kovacsics

miércoles, 22 de agosto de 2018

Para viajar sin salir de casa


No soy demasiado aficionado a los libros de viajes y no sé muy bien por qué ya que suelen ser bastante entretenido y a menudo instructivos. No obstante, de vez en cuando leo alguno si, como pasa con este, el lugar me llama la atención. Osborne se plantea un viaje a Papúa Nueva Guinea casi en plan antropológico, ahora bien el espacio que dedica a esa experiencia es solo una pequeña parte del libro porque antes relata las distintas paradas que hace camino de su destino final.
De los distintos lugares destacaría lo siguiente: en Dubái, las descripciones del lujo y de los centros comerciales: de Calcuta, las citas y comparaciones que hace con lo dicho por Lévi-Strauss; de Tailandia, lo que cuenta del turismo medicinal, algo de lo que no había oído hablar hasta ahora (otras cosas que cuenta de Bangkok sí forman parte de lo más conocido) y de Bali es interesante lo que explica del origen de su turismo, fruto del interés de artistas, intelectuales, músicos, etc. También dedica  un capítulo a contar sus experiencias en un spa del que hace una jugosa crítica con momentos realmente divertidos como lo son las páginas que decía a la existencia en Tailandia de un “spa de colon” y de su propia experiencia en él.
Finalmente llega a Papúa donde refleja muy bien el ambiente aunque resulte un tanto extraño que pueda contactar con quien no había visto blancos nunca. De la estancia en estas tierras no he terminado de entender muy bien ni el recorrido, ni con quién lo hace, ni las muy citadas casas de árboles.
En el fondo se trata de un libro en el que se critica el turismo, pero no deja de ser un recorrido turístico lo que hace y en el que se critica también la masificación, pero en el que insiste bastante en los precios tan competitivos de los complejos turísticos asiáticos, es decir, un libro con importantes contradicciones.
Eso sí, está escrito de forma muy ágil (excepto un primer capítulo casi teórico un tanto pretencioso y bastante inútil), que se lee con gusto y que es muy entretenido y con un sentido del humor muy británico.
Hay una reseña de Carlos Prieto en elconfidencial.com que remarca este aspecto de diversión y otra de AntonioPicazo en el blog unacavernaconvistas.wordpress.com realmente espectacular por la furibunda crítica que hace del libro y de Osborne. Picazo es un periodista especializado en el tema de viajes y no deja títere con cabeza del libro. En las dos, desde mi situación de mero lector,  hay comentarios que comparto

Lawrence Osborne, El turista desnudo. Traducción Magdalena Palmer

martes, 21 de agosto de 2018

El periodismo y sus problemas




Como sabe quien siga más o menos este blog, mi interés por todo lo que se refiera a información, periodismo y comunicación es muy alto. Muchos de los libros que he leído sobre el tema, como este, los he encontrado de forma casual curioseando en librerías y sin tener a veces ni idea de quién era el autor. En este caso es un profesor en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM que, además, trabajó en los Servicios Informativos de Telemadrid.
El libro está dividido en un Prólogo y diez capítulos en los que Mayoral ha tenido la acertada idea de que en cada uno entrevista a un periodista y esto le sirve para completar, complementar o insistir en ideas expuestas por el autor. Además, las entrevistas cuentan con profesionales como: S.Gallego, I.Escolar, I.Gabilondo, J.Maraña o J.A.Zarzalejos, entre otros, que están entre lo mejor que hay hoy en día en la profesión.
En los diferentes capítulos se tratan la mayorís de los temas de interés de la labor del periodista y de la situación actual de la profesión, temas como: la herida producida por la crisis económica, la influencia que está teniendo el cambio tecnológico, la credibilidad, los diversos géneros, los nuevos medios digitales, etc.
Además del interés que todo lo dicho pueda suscitar, el autor ha sabido también utilizar muchos y muy buenos ejemplos tomados principalmente de la prensa de papel y, más en concreto, principalmente de El País, ABC y El Mundo. También utiliza ideas de sus clases universitarias y de las reacciones de sus alumnos.
Con todo ello, aunque no aporta grandes novedades ni ningún sesudo análisis, sí logra obtener un buen estado de la cuestión y un buen resumen de la situación actual tanto de la profesión como de los medios. Profesión y medios que son esenciales para poder tener una democracia mínimamente sana. Además, todo está escrito con la agilidad y la claridad propia del buen periodista. En un libro así se vierten opiniones muy variadas  y con las que, lógicamente, no hay por qué estar de acuerdo. Recojo tres ejemplos y hago un breve comentario de dos de ellos:

“Si un periodista se sienta en una tertulia de televisión o de radio a discutir con un político, pues ahí estamos…La gente no tiene por qué distinguirnos de los políticos.” Lucía Méndez (p. 25)
(Este es uno de los grandes males de la profesión: tanto periodista compartiendo espacio en las tertulias con los políticos con lo que, de alguna manera, acaban convirtiéndose ellos mismos en políticos).

“No se puede acusar a alguien de falta de objetividad o de manipulación simplemente porque lo que acaba de decir no va en la dirección que me gustaría. Y no hablo de opiniones. Hablo incluso de hechos. Todos los periodistas hemos recibido alguna vez un tuit criticándonos por haber dado un dato, que objetivamente es cierto, porque no le gustaba a ese espectador concreto. O no le venía bien a su opción política, por ejemplo. Lo que quería es que no lo dieras. Sencillamente. Que no lo contaras. Y si lo cuentas, considera que eres un manipulador, porque estás yendo contra su opción política. Todo eso ocurre. Y ocurre mucho.”  Vicente Vallés. (P. 135)
(Tiene razón Vallés en la idea principal y en los hechos que relata, pero quizá le falta una consideración: si un medio da, por ejemplo, solo los datos cierto, y reales del paro pero solo cuando favorezcan al gobierno de turno, ¿hay manipulación? Pues ese es el tipo de situaciones de manipulación más habituales.)

“Los ciudadanos, hoy, consumen informaciones en soportes digitales en los que predominan la confusión y el desorden.” (p. 166)
(Esta idea de Mayoral, que sale más de una vez en el texto, es cierta, pero si no se dan nombres queda como algo sin especial valor. Además, ¿solo pasa en los digitales?)

Para terminar, una frase del Andrés Rábago, más conocido como El Roto, que refleja muy bien algo que me ha pasado muchas veces: “Cuando noto que se me está acabando el odio, pongo la radio para repostar.”  (P. 141) Tengo que reconocer que siempre he repostado muy bien porque hay muchos lugares donde hacerlo.
En definitiva, un libro interesante y sugerente del  que conviene releer alguno de sus capítulos.
Hay una interesante entrevista con Matías de Diego en eldiario.es.

Javier Mayoral, Periodismo herido busca cicatriz.

lunes, 20 de agosto de 2018

Entretenimiento del bueno




Esta novela que yo tenía como la última de Kerr dado su reciente fallecimiento resulta que es la antepenúltima, cosa que le agradeceré siempre porque es un escritor cuyos libros siempre he disfrutado y he leído con gran interés. El penúltimo ya lo tengo entre los pendientes y el último, póstumo, aún no ha sido traducido al castellano.
El otro lado del silencio hace el número 11 de la serie que tiene como protagonista a Bernie Gunther y tiene todas las características de los anteriores: intriga, presencia permanente del protagonista, inclusión con papel importante de personajes reales, trama bien construida, etc.
En este caso la acción principal se desarrolla en 1956 algo no mi habitual en sus libros, pero hace varias incursiones en épocas anteriores, en concreto en 1938 y 1944-45 en Könisberg en las cuales vuelve a su tema preferido: el nazismo y son para mi gusto las mejores páginas del libro.
Como personajes reales tenemos a: Somerset Maugham, Guy Burgess, Anthony Blunt o Erich Koch entre otros. También aparecen una serie de servicios de inteligencia como el MI5, el MI6, la Stasi, KGB etc. algo poco corriente en las novelas de esta serie, pero es que en esta la trama principal es la típica de una novela de espías.
Hay alusiones críticas, como siempre,  a los nazis y aquí también a los británicos y a los franceses con frases como: “Y los franceses tienen las leyes más permisivas de Europa en lo que a armas se refiere. El propio Hiltler podría haber comprado un arma sin muchos problemas. Le resultaría bastante fácil, después de haber comprado al ejército francés entero.” (p. 98) o “Se llamaba Henri y, según Spinola, había estado en la Resisitencia, una organización que, a pesar de no existir ya, parecía estar aumentando cada vez más. Desde luego era el doble de grande que durante la guerra.” (p. 105).
No falta, por supuesto, el Gunther irónico, con su humor mordaz y amargo (él mismo lo define así) y con su proverbial y no demasiado explicable éxito con las mujeres.
Libro tan recomendable como cualquiera de la serie que, desgraciadamente, está a punto de terminar por la desgraciada desaparición del autor.
Un comentario al margen. Me parece realmente inaudito haber encontrado en la página 48 la expresión “Ha nadie”, una falta de ortografía que no recuerdo cuándo fue la última vez que vi en un libro.

Philip Kerr, El otro lado del silencio. Traducción Eduardo Irirarte.

domingo, 19 de agosto de 2018

Una Piñeiro algo diferente




Sigo con la obra de Piñeiro de una forma bien desordenada. Aunque tenía ya otra pendiente, compré esta en el viaje de vacaciones y la he leído antes a pesar de ser posterior. Sinceramente, creo que no importa hacerlo así con las novelas de esta autora porque son independientes en todo.
En este caso se trata de una novela muy distinta a las que había leído porque no es un thriller ni una novela policíaca aunque sí tenga un cierto suspense y, desde luego, lo que sí tiene en común con las otras es la buena escritura y la gran capacidad narrativa de esta magnífica escritora argentina.
La novela cuenta una historia que llega al lector gracias a la perfecta gradación que hace Piñeiro de los hechos y, sobre todo, de los sentimientos de la protagonista.
A mí, en particular, me ha llegado más por dos razones: por un lado, al tener un hijo de seis años me identifico mucho con cosas que pasan y con las emociones que suscitan y, por otro lado, en los ocho viajes que he hecho a Argentina, mi residencia estaba en Temperley, una localidad al sur del conurbano bonaerense en el que se desarrolla la novela,  en la casa de una pareja de amigos que, además, eran profesores de secundaria y creo que incluso él daba clases en el colegio inglés, si bien no lo he podido confirmar aún.
En todo caso al margen de lo personal, la novela está muy conseguida (quizá el final sea un tanto forzado aunque verosímil dentro de la historia narrada); los personajes son creíbles como también lo son las reacciones humanas que los hechos provocan; trata temas muy cotidianos con un enfoque muy normal sin psicologismos forzados y es capaz de provocar en el lector emociones parecidas a las que tiene la protagonista.
Un libro recomendable como todos los que he leído hasta ahora de una escritora de la que, por suerte y no pequeña, aún me quedan varios libros por leer.
Hay una buena reseña de Ascensión Rivas en elcultural.com y una interesante entrevista con la agencia EFE en eldiario.es.


Claudia Piñeiro, Una suerte pequeña.

sábado, 18 de agosto de 2018

Un buen reencuentro





Hacía bastante tiempo que no leía nada del autor y, además, lo último que leí, Isabel, no me gustó como dejé constancia en el blog. Sin embargo, al ver esta edición de su segunda novela publicada hace casi cuarenta años y leer la contraportada me animé a dar otra oportunidad a quien escribió un libro tan magnífico como Sostiene Pereira.
Me alegro de haberlo hecho porque, a pesar de que en algunos momentos me he sentido un tanto perdido y de que la historia a veces se hace un tanto pesada y reiterativa, el libro tiene los suficientes atractivos para hacerlo interesante y para que merezca la pena leerlo.
Aunque la historia avanza a lo largo de más de un siglo, de alguna manera parece algo circular debido en parte al hecho de que el nombre de sus protagonistas principales, Sesto, se va repitiendo. Por este detalle y otros como el diluvio al nacer el primer Sesto, la prolongada sequía en el pueblo que lleva a acudir a las procesiones o el polvo blanco de la cantera que cubre el pueblo, viene a la cabeza en varios momentos Cien años de soledad.
Reproduce la editorial en la contraportada el siguiente comentario de M.Ammirati en Liberal:

”Una novela densísima sobre las vivencias de varias generaciones de una familia… Un extraordinario ejercicio de estilo con una escritura que abarca desde lo grotesco hasta la ironía.”

El ejercicio de estilo se puede apreciar en el siguiente fragmento:

“No dijo nunca que había aprendido perfectamente a colocar en el orden lógico y simbólico establecido por los hablantes todos los signos llamados palabras a través de los que uno puede expresarse incluso sin hablar.” (p. 165)

Por otra parte aparece una forma que luego desarrollará ampliamente en el citado Sostiene Pereira como es la repetición sistemática de la misma expresión al referirse a nombres. Así, Anselmo Menichetti, de adoptado Zanardelli; Sesto, al que llamaban Marianna;  Ivana a la que llamaba Rosa, etc.
Hay sentido del humor en varios momentos y siempre un peculiar y muy cuidado lenguaje.
De las dos partes en que está dividido el texto, a mí me ha gustado más la primera que se desarrolla toda en el mundo rural desde el último tercio del siglo XIX hasta los primeros años del XX. En la segunda, aunque tiene magníficos momentos, también hay otros en que la historia decae y pierde parte de su fuerza.
En cualquier caso merece la pena su lectura.

Antonio Tabuchi, El barquito chiquitito. Traducción Carlos Gumpert.

jueves, 16 de agosto de 2018

Otra perspectiva de los campos de concentración




Esta novela autobiográfica se publicó en Italia en 1979 y no ha sido traducida al castellano hasta ahora a pesar de ofrecer otra perspectiva de los campos de concentración. La autora, una joven cercana a la ideología fascista en aquellos momentos, quiso comprobar que eran mentiras las cosas que se afirmaban de los campos nazis y se fue a trabajar a Alemania para lo que se trasladó y vivió en campos de trabajo e incluso en Dachau.
¿Es literatura del Holocausto como se afirma en el Prólogo o en la contraportada del libro? Creo que no, que esa calificación está pensada para los libros que hablan de la represión de los judíos, algo que en este libro apenas si aparece, pero en todo caso se trata de un texto muy interesante e instructivo por el punto de vista desde el que está escrito.
El libro consta de cuatro partes escritas en diferente momentos: 1953-54, 1961, 1975 y 1977, pero siempre con la misma protagonista, la autora y, además, sin que la historia se continúe tras cada parte. Así, si en la primera se produce la huida de Dachau, en la segunda se describe el accidente que la dejó paralítica y todo lo que sucedió tras él, para retomar en la tercera su trabajo en la IG Farben y la vida en el lager para finalmente, en la cuarta parte, que esta vez sí continúa la anterior, mezclar la pura narración con interesantes reflexiones sobre la memoria y la ocultación como, por ejemplo, la siguiente:

“Esto es lo que ahora me interesa comprender. De dónde me viene tamaño bloqueo, por qué durante tantos años he podido pasar por alto los nudos esenciales de ese pasado violento, creyendo tal vez que así podría aprender la lección que éste me enseñaba.” (p. 345)

También hay una reflexión que recuerda mucho las cosas que decía su compatriota Primo Levi, el autor que mejor ha reflejado lo que era la existencia en un campo de concentración:

“Me refiero a la absoluta normalidad del delito, de la violencia física, de la delación y la perversión como algo cotidiano en las relaciones, muy pronto todo ello se convertía en algo natural, familiar.” (p. 354)

Tengo que reconocer que leyendo la primera parte estuve a punto de abandonar la lectura;  no entendía bien lo que me contaba ni me interesaban demasiado las peripecias de los diversos personajes, pero decidí darle una oportunidad ante las referencias a críticas que la editorial ha recogido en una pestaña del libro.  Acerté, pues  la segunda parte, para mí la mejor del libro, es realmente potente con la narración bastante escalofriante de las operaciones tras su accidente  y las recuperaciones posteriores.
Aunque es un libro de 500 páginas es muy recomendable por ser, como decía al principio, la visión de una joven proveniente del fascismo. Además, d’Eramo es una buena narradora y no se corta al contar las experiencias más duras sobre todo en el tema de sus operaciones y posoperatorios. Lo menos interesante del libro es lo que cuenta sobre los campos porque ya se han publicado muchos libros sobre el tema y en este no hay apenas aportaciones novedosas, quizá no era así en el momento de su publicación. Lo que sí resulta interesante es la peripecia personal de la autora en ellos.


Luce d’Eramo. Desviación. Traducción Isabel González-Gallarza.