domingo, 26 de agosto de 2018

Gran novelista rusa




Como decía en una entrada anterior al comentar Sónietchka, el primer libro que leía de la autora, debo su conocimiento a Marta Rabón, su traductora, que en su magnífico libro Las ciudades líquidas se deshace en elogios hacia ella.
Esta novela obtuvo el Premio a la mejor novela del año 2004 en Rusia y no me extraña que así fuera porque es una magnífica novela, en la que la historia fluye de forma muy natural y en la que hay una galería de personajes muy diferentes pero que tienen en común el que actúan como realmente se puede esperar que lo hagan.
El protagonista principal es Shúrik del que no sabemos mucho como se recoge muy bien en la reseña de El niño vampiro en batboyreads.blogspot.com:

“La sensación que le queda al lector tras la lectura es parecida a la que se siente tras una breve y tórrida relación con alguien. Hemos compartido todo, pero todo todito todo y, sin embargo, nos damos cuenta de que esa persona es, en realidad, un extraño. ¿Qué sabemos de sus pensamientos, sus gustos, costumbres o sentimientos, más allá de lo que nos ha revelado en los ratos que hemos estado juntos? Del mismo modo, observamos que, pese a estar centrada en el personaje que le da título, llegados al final de la novela nos damos cuenta de que Shúrik, pese a ser -en teoría- el protagonista principal, es prácticamente un desconocido para el lector.”

No obstante hay algún fragmento en el que se nos muestra algo de su comportamiento y su pensamiento como por ejemplo  en estos dos:

“(..) y se daba cuenta con claridad de la mediocridad de su vida. Sin embargo, tenía la impresión de hacer todo lo que se esperaba de él… Pero ¿por qué todas las mujeres que tenía a su alrededor deseaban de él una sola cosa, servicios sexuales ininterrumpidos? Era un cometido excelente, pero ¿por qué ni una vez en su vida había logrado elegir por sí mismo una mujer?” (p. 341)

“No, no era una alucinación. Todo lo que había vivido antes era decadente, falso, vano. El correteo de aquí para allá, estúpido y desenfrenado de su vida: de la farmacia al mercado, de la lavandería a la redacción, las traducciones absurdas, esa vida estúpida al servicio de mujeres solitarias. No podía dejarla marchar, a Lilia, quería tenerla siempre en sus brazos porque no había en el mundo nada mejor, ni más sensato, ni más justo,…” (p. 461)

Pero en cualquier caso es cierto que sabemos poco e incluso que no se llegan a entender muy bien las pasiones o los deseos que despierta, pero sí sus reacciones basadas en una educación en la que primaron la compasión y la piedad por los demás. Las mujeres vienen a él y él actúa como haciéndoles un favor en unos encuentros sexuales que Ulítskaya tiene una peculiar y original forma de narrar. No solo hay sexo en esas relaciones porque Shúrki también ayuda de diversas maneras a esas mujeres, desde casarse con una para que pueda alquilar un apartamento y reconocer a un hijo, hasta hacer la compra y limpiar en la casa de una paralítica. No es una persona especialmente lista, ni preparada ni activa, pero sí alguien que se desvive por los demás:

“Por la tarde, lo esperaba Valeria con sus cigüeñas volando por la espalda y el pecho y él cumplía su promesa, con honestidad, aplicación y concienzudamente, como su abuela le había enseñado a cumplir todas sus obligaciones.” (p. 224)

Lo mismo hará con su madre enferma a partir de la mitad de la novela.
La historia transcurre a lo largo de gran parte del siglo XX en Rusia pero apenas hay referencias a la situación política del país y las que hace son bastante suaves como en los dos ejemplos siguientes.

“La medicina homeopática no estaba prohibida, ni mucho menos, pero sí estaba en entredicho, como el arte abstracto, la música vanguardista o el origen judío.” (p. 110)

“Su padre, como todos los dirigentes de alto rango, no conocía el idioma de la igualdad: a unos les daba órdenes, hostigándoles y humillándoles, y ante otros él mismo se humillaba, voluntariamente y casi con entusiasmo. (p. 147)

Una novela absolutamente recomendable. Larga, muy larga, como la mayoría de las novelas rusas, pero de esas cuya lectura el lector tiene ganas de retomar para ver hasta dónde será capaz de llegar Shúrik y en qué  nuevas “aventuras” y situaciones le colocará la autora. El libro está, además, magníficamente escrito, o traducido, y tiene en muchos momentos un fino sentido del humor. También ofrece una buena visión de la vida cotidiana en la época.
Además de la magnífica reseña ya citada, hay una corta entrevista de Cecilia Dreymüller en elpais.com pero en la que la autora da un par de pistas interesantes. 




Liudmila Ulítskaya, Sinceramente suyo, Shúrik. Traducción Marta Rebón.

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