miércoles, 5 de septiembre de 2018

Algo más que periodismo




Hace muchísimos años que no leía un libro de Sender del que en los setenta y ochenta leí todo lo que cayó en mis manos. Me gustaba cómo escribía, los temas que trataba y el compromiso que asumía en cada libro. Compromiso que llega al máximo en este que ahora comento y que no sabía que existiese a pesar de la importancia histórica de los hechos que narra.
Sender se  fue a Casas Viejas unos días después de que sucediese la matanza. Lo hizo en avión, enviado por el periódico La Libertad, para ser de los primeros en llegar y desde allí envió un conjunto de crónicas que luego, en 1934, con algunos añadidos publicó en un libro que es el que ahora se reedita.
El libro está escrito como si el autor hubiese estado presente en el momento en que sucedieron los hechos e, incluso, en algún momento, como si se encontrase dentro de la choza de Seisdedos. Esto dota a la narración de una fuerza y una intensidad muy grandes y hace que sea una lectura apasionante, y desde según qué postura político-ideológica, apasionada.
En los primeros capítulos describe Sender la situación del campesinado de la zona de tal manera que queda clara la justificación de alzarse para construir el comunismo libertario. Valgan dos ejemplos:

“Pero observemos también que el hambriento de Andalucía no es como el de Castilla o el del norte. No es un ser reflexivo que busca salidas ingeniosas para ir malviviendo. Que “se las apaña“ como puede. Aquí no puede de ninguna manera. Hay un hambre que no es ya humana, ni ciudadana. Un hambre cetrina y rencorosa, de perro vagabundo.
(…) su choza…no puede llamarse “casa”, sino guarida.” (p. 29)

“Las tierra seguían alambradas y cercadas “para nadie”.  El hambre y la desesperación, el no hacer nada y la esperanza –como único horizonte- de que el cura los convocara una día u otro –quizá mañana, siempre ese “quizá”-, para darles un bono de una peseta canjeable por sesenta céntimos de víveres; ese porvenir inmediato les aguardaba.” (p. 107)
A partir de ahí narra el levantamiento y, sobre todo, la terrible represión por parte de los guardias de asalto dejando un tanto al margen a los guardias civiles que intentan en algún caso salvar a vecinos.
No ahorra la crítica, al contrario, escribe un verdadero alegato contra las fuerzas del orden y su brutal actuación (dejaron 17 muertos). El siguiente fragmento puede ser un buen ejemplo:

“Hoy está hospitalizado en Cádiz y se puede identificar fácilmente, porque es el único obrero de Casa Viejas que se halla en ese establecimiento, y también el único herido que no fue rematado.
(…)
El vecino tampoco llevaba armas y se daba el caso de que, estando enfermo, había salido por curiosidad a la calle a ver lo que ocurría. Recibió varias heridas y murió casi en el acto. Se llamaba Andrés Montiano.” (p. 83)

En el libro hay críticas para casi todos: el señorito andaluz, los terratenientes, los burgueses, los republicanos, los socialistas y hasta hay alguna para los dirigentes que convocaron el levantamiento (“la octavillas estaban escritas por unos hombres que no tenían conciencia plena de su responsabilidad ante los hechos” se puede leer en la p. 139).
Muy dura por lo significativo es la que hace de los socialistas:
“Hablando con un socialista que indicó a las fuerzas las chozas de los rebeldes, nos decía hipócritamente cada vez que hablaba de los obreros:
-¡Los pobresitos…! (p. 147)

En el interesante Prólogo que acompaña esta edición, Antonio G. Maldonado matiza algunas de las cosas que Sender escribió principalmente en lo que hace a la responsabilidad sobre la represión que el autor sitúa directamente en el mismo Azaña y que parece  demostrado que no fue así.
El libro está muy bien escrito y cuenta con la particularidad de intentar reproducir el lenguaje de la gente en las conversaciones.
Sender, que ya había publicado el magnífico Imán, nos ofrece un buen ejemplo de periodismo narrativo en la línea de lo que por aquellas fechas hacía también Chaves Nogales, aunque difieran en sus preferencias políticas. Es un libro que no deja indiferente al lector tanto si se posiciona a favor como en contra de lo que lee.

Un comentario final de otra índole. Evidentemente no parece plausible que hoy se pudieran producir hechos de semejante calibre en lo que a represión se refiere, pero desde luego lo que también es cierto es que tampoco hoy sería posible publicar artículos de este tipo con la actual ley mordaza y la involución que se está produciendo en el país.
Hay dos buenas reseñas bastante diferentes en su contenido: la de Antonio Muñoz Molina en elpais.com y la de Luis Matías López en librosdelasteroide.com.



Ramón J. Sender, Viaje a la aldea del crimen.

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