Rebón no solo es una gran traductora de la literatura rusa,
sino alguien que conoce muy bien el mundo eslavo en diferentes aspectos y, por
encima de todo, alguien que tiene una gran estima por la cultura pasada y
presente de ese mundo.
En este breve libro, apenas 120 páginas en tamaño bolsillo,
se recogen seis ensayos en los que ofrece, más que una visión del actual
conflicto entre Rusia y Ucrania, una serie de reflexiones sobre la situación
cultural de la segunda sobre todo desde la desaparición del mundo soviético.
Para ello, y tal y como hizo en su magnífico libro En la
ciudad líquida, utiliza multitud de citas de un conjunto de escritores de
los que deja constancia en un anexo al final del libro bajo el epígrafe de Biblioteca personal. Con esto no trata
de hacer una demostración de erudición, sino poner en boca de grandes autores,
eslavos en su inmensa mayoría, ideas que
comparte.
En este conflicto queda claro que Rebón toma partido por
Ucrania y en contra de Putin. Dedica mucho espacio a defender la existencia de
una lengua que ha sido maltratada y menospreciada y de un país importante tal y
como se puede leer en el siguiente fragmento:
“ (…) a muchos lectores les cuesta imaginar que un pedazo de
Ucrania se lee en el polaco de Zbigniew Herbert, Adam Zagajekski, Stanislaw Lem
o Bruno Schulz, el hebreo del Nobel Shamuel Yosef Agnón, el portugués brasileño
de Clarice Lispector, el francés de Irene Némirovsky, el inglés de Joseph
Conrad o el alemán de Joseph Roth y Gregor Von Rezzori”. (p. 38)
Y más adelante menciona a Anna Ajmátova, Mijail Bulgákov, Isaak Bábel y Vasili Grossman.
Decía hace un momento que contra Putin ya que: “Bala, veneno
o juicio: a esto se enfrenta cualquier reportero independiente en la Rusia
contemporánea”. (p. 94) En esas condiciones no parece posible que exista una
información mínimamente válida sobre el conflicto y además, como ya se vio en
las protestas que se produjeron al principio, el régimen usó toda su fuerza en
la represión de cualquier muestra de disidencia
He hablado de la erudición, pero a mí lo que más me ha
llegado es la emoción que expresa y que transmite. Así:
“Nombres como Bucha, Mariúpol, Járkiv o Borodianka me han
alejado estos meses de los estantes de literatura rusa. El esfuerzo por encajar
una gran cultura con la masacre de vidas humanas lo cubre todo de amargura.
(…)
El idioma que emplean las cadenas públicas rusas para
deshumanizar a los ucranianos o amenazar a Finlandia es el mismo con el que
están escritos libros a los que he
acudido para consolarme, como los de Vasili Grossman, Lidia Chukóvskaia,
Gueorgui Vladímov, Isaak bábel, Liudmila Ulítskaia…” (p. 73-74)
Un libro muy hermoso, término que utilizo en muy raras
ocasiones, aunque trate de un conflicto armado; lleno de sugerencias de lectura
y de reflexiones que se salen de lo que se suele leer sobre el tema; muy bien
escrito y con un ensayo final, Carta a
Grossman, que resume tanto las ideas como las emociones de Rebón y cuya
lectura resulta realmente emocionante máxime si se conoce la obra del autor.
Para terminar un comentario lleno también de citas, lo haré
con una de una escritora que conocí gracias precisamente a Rebón y cuyos libros
son algo más que recomendables. Me refiero a Liudmila Ulítskaia y a lo que publicó en Der Spiegel a raíz de la anexión rusa de Crimea en 2014:
“Ahora mi país está en guerra con la cultura, los valores
del humanismo, la libertad del individuo y la idea de los derechos humanos… Mi
país está enfermo de ignorancia agresiva, de nacionalismo y de megalomanía
imperial… La cultura en Rusia ha sufrido una dura derrota, y los artistas y
escritores no podemos alterar el rumbo político suicida de nuestra nación.
Adiós, Europa: me temo que nunca formaremos parte de la familia europea de
naciones…” (p. 84)
En definitiva, una lectura muy recomendable
Marta Rebón, El
complejo de Caín. El “ser o no ser” de Ucrania bajo la sombra de Rusia.