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jueves, 8 de abril de 2021

Por qué y para qué leer

Este es un libro distinto y original porque trata de algo poco habitual en los ensayos: de la lectura y porque, además, lo hace de una forma bastante exhaustiva y desde muy diversos enfoques. Así, asistimos a la idea que tenían los nazis del tema y a la importancia que le daban; a las discusiones de los clásicos griegos entre lectura y oralidad;  a la relevancia que daban a las formas los novelistas franceses del siglo XIX; a las autopublicaciones de literatos rusos en la era estalinista con especial atención a Ajmátova; a la utilización de la primera o la tercera persona según Bourdieu; a la lectura según Karl Karus o a cómo se debe aprender a leer según Paulo Freire, entre otras muchas cosas.

Detrás de todo esto siempre está latente la idea que está en la base del libro que no es otra que leer es importante, que puede ser fructífero, pero que no se trata de hacer cualquier tipo de lectura. Rodríguez termina el libro con este párrafo:

“Todo este libro es el pago de una deuda contraída en aquella primera lectura de La escritura o la vida, porque ahora sé que, aunque la lectura pueda llevar a la locura o pueda ser simplemente inservible o pueda utilizarse como instrumento de distinción social, hay más que suficientes razones para seguir confiando en que la furia de la lectura alumbre el fondo de nuestro corazón y de nuestro entendimiento, para que nos ayude a construir, a escribir, el mundo que deseamos”. (p. 301)

De alguna manera es el resumen y conclusión de su idea de la lectura.

Antes, analizando diferentes formas de lectura que no son necesariamente positivas dice, por ejemplo, refiriéndose a Martin Heidegger:

“¿Cómo podemos seguir sosteniendo que la lectura por sí misma es suficiente para formar espíritus empáticos y críticos cuando el más ilustrado de los espíritus alemanes no era otra cosa que un pensador elitista, reaccionario y mágico seducido por las mitologías del terruño, la estirpe y el líquido vital” ¿Cómo podemos seguir sosteniendo necia e inocentemente que la lectura es el antídoto contra la intransigencia y la cerrazón mental cuando el más preclaro de los filósofos demostraba adhesión  inquebrantable  al ideario esencialista del nazismo?” (p. 49)

No es el único ejemplo que pone, pero creo que basta con él para dejar clara su postura sobre el particular.

Desde otro punto de vista plantea que:

“Lo más fascinante es que ningún ser humano está programado para leer, que no existe ninguna propensión ni marcador genético que nos predisponga a la lectura (…)” (p. 107)

Sin embargo, aunque no exista dicha programación, lo cierto es que la lectura ofrece los suficientes aspectos positivos como para practicarla. Así se puede comprobar en los siguientes fragmentos:

“De hecho, uno de los grandes neurólogos de nuestro tiempo, Antonio Damasio,  explicaba que solamente durante el acto de la lectura –a diferencia del cine, los videojuegos o la televisión- podemos controlar a voluntad los tempos de adquisición del contenido y, sobre todo, encontrar resonancias con las dichas y desdichas de los personajes o con las ideas que se exponen, percibirnos a nosotros mismos como lectores apelados por los argumentos desplegados, reconocernos como subjetividades transformadas por las ideas expuestas”. (p. 116)

Según unas investigaciones hechas sobre la lectura “su práctica dilata la vida de todos, independientemente del nivel de estudios, del género y de otras variables concomitantes”. (p 243)

“Practicar la lectura durante, solamente, seis minutos, sería suficiente para reducir los niveles de estrés en un 60 por ciento al aminorar el nivel de latidos del corazón, al favorecer la relajación muscular y al alterar, definitivamente, el estado mental del lector”. (p. 249)

Con todo esto Rodríguez construye un texto que resulta tremendamente sugerente e instructivo, complejo en varios momentos (de hecho no he entendido todo lo que explica sobre la actuación del cerebro) y lleno de reflexiones que llevan al lector a replantearse algunas formas de su propia forma de leer o, por qué no, a debatir con el autor alno estar de acuerdo en alguna de sus opiniones.

Desde luego es un libro para leer despacio, en muchas sesiones y para retomar alguno de sus capítulos más adelante. Es decir, es un texto vivo, de largo recorrido.

Evidentemente, por lo dicho hasta aquí todo el texto me parece interesante, pero me gustaría destacar algunas cosas que por mi desconocimiento o su especial relevancia me han llamado más la atención. Así: la importancia que daban los nazis a los libros poniendo bibliotecas tanto en los campos de concentración como en el frente (otro tema es el uso que hacían de ello); la discusión entre lectura y oralidad en los clásicos; la polémica de Sartre sobre literatura y acción política; los datos sobre el condicionamiento social de la lectura (un tema que me parece crucial y que debería tenerse muy en cuenta en el sistema educativo); el posible uso de la lectura como elemento de opresión y control social; la existencia de la “creación colaborativa” con un medio como WattPad en el que hay más de 400 millones de textos y, finalmente, aunque ni mucho menos en último lugar, el capítulo dedicado a Paulo Freire autor al que luego retomará porque en él están las claves para una  buena lectura.

En definitiva, un libro muy recomendable y que creo que los que leemos habitualmente agradeceremos por la posibilidad que nos brinda de reflexionar sobre nuestra práctica, sea para ponerla en cuestión o para reafirmarla. Un libro no siempre fácil, pero siempre interesante.

 

Joaquín Rodríguez, La furia y la lectura. Por qué seguir leyendo en el siglo XXI

viernes, 25 de diciembre de 2020

Mis libros del año

 





















Este  no ha sido un gran año para la narrativa que yo he leído. No obstante, hay novelas que me han gustado mucho. Creo que por vez primera hay más de una en castellano como idioma original aunque, eso sí, del otro lado del Atlántico las dos, de un mexicano y un cubano, por concretar. También hay una de un escritor argentino pero que escribe en francés. Ernaux tenía que aparecer y un clásico como Pasternak también, claro.

Sin embargo, sí ha sido un muy buen año para otros géneros literarios. Leila Guerriero aparece por partida doble si bien en su calidad de editora de dos magníficos libros que demuestran el nivel que tiene el periodismo que se hace en Centro y Sudamérica. Tanto los artículos del libro sobre Cuba, como los reportajes del libro Los malos son de lo mejor que se puede leer dentro del género. Siempre parece que sobre el Holocausto no se puede decir nada nuevo, pero síntesis como la de Rees, un gran especialista, demuestran que al menos sí que se pueden hacer síntesis originales y completas. Una biografía de Grossman que resume más de medio siglo de la URSS es un auténtico hallazgo, como lo es el viaje a ese país de una periodista sueca con gran capacidad de contarnos cosas interesantes. Finalmente, aunque no en último lugar, otro ejemplo del buen momento que atraviesa el periodismo de reportajes en algunas zonas de nuestro país es el de Reparat; si hasta ahora los ejemplos eran de periodistas que escribían sobre África o Asia esta vez es sobre Estados Unidos.

Todos estos libros están comentados más extensamente en diferentes entradas del blog.

 

Nota: Siento que aparezcan así las portadas, pero con el cambio en blogspot no soy capaz de hacerlo como antes. Si alguien que lea esta entrada lo sabe hacer le agradecería un tutorial.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Mucho más que una biografía


Conocí a Grossman primero de forma indirecta a través del libro de A. Beevor en el que este comenta sus escritos sobre la batalla de Stalingrado. Luego he tenido ocasión de ir leyendo la mayor parte de lo traducido hasta que, al fin, el año pasado me atreví con Vida y destino, sin lugar a dudas su mejor trabajo y creo que una de las grandes novelas del siglo XX. Es un magnífico escritor y, además, alguien comprometido en un país en el que no era precisamente fácil decir las cosas que él escribía.

El libro de Popoff hace honor a los dos términos de su título, pues si por una parte se trata de una biografía de Vasili Grossman, por otra, queda magníficamente reflejado lo que pasaba en el país lo que ayuda también a comprender mejor la obra del escritor.

Esta segunda característica hace que sea un libro que pueda interesar también a aquellos que no conozcan demasiado la obra del biografiado, pero que sí tengan curiosidad por saber lo que pasaba en la Unión Soviética sobre todo en la época estalinista, que es en la que transcurre la parte fundamental de la vida de Grossman ya que nació en 1905 y murió en 1964.

En el libro se dan muchas y muy variadas informaciones sobre el personaje: la buena relación que tenía con su padre, sus estudios de ingeniero de minas, los diferentes trabajos que realizó antes de centrarse en el periodismo y la literatura, sus relaciones amorosas y, desde otro punto de vista, la rapidez con la que escribía haciéndolo además a mano aunque era más lento pensando, la atención que prestaba a los detalles, etc.

También muestra a partir de datos que ofreció el propio Grossman algunos de los problemas de la gente como, por ejemplo, los bajos salarios que se pagaban a los que trabajaban en las minas o las enormes dificultades para conseguir vivienda. Por otro lado, da mucha información sobre la persecución de los judíos tanto entre 1936 y 1938, periodo en el que incluso fue detenida Olga que era su mujer en ese momento, como entre 1948 y 1949. Este es uno de los temas recurrentes en el libro ya que Grossman colaboró muy activamente en la elaboración del Libro Negro, un texto en el que se recogen con todo detalle estas persecuciones.

Popoff va contando los diferentes momentos en la vida del escritor y a medida que este va publicando artículos y libros los va comentado. De hecho hay capítulos enteros dedicados a alguno de ellos como pasa con Vida y destino y Todo fluye. También relaciona algunos de las personas que se va encontrado Grossman en su vida con personajes de alguno de sus libros, sobre todo con los de Vida y destino. Tengo que reconocer que yo todo esto me lo pierdo porque no soy capaz de recordar a esos personajes, pero creo que puede ser interesante para quienes sí los recuerden.

Son muchas las informaciones de todo tipo que se cuentan en un libro que tiene 439 páginas en una edición en formato grande. Informaciones que en algún caso, aunque pocos, son quizá demasiado prolijas, pero imagino que la autora las considera necesarias para conocer mejor al personaje o el contexto.

Estamos ante un libro en el que Stalin sale, una vez más, malparado algo lógico teniendo en cuenta lo que supuso de sufrimiento su gobierno para una parte importante de los habitantes del país. Por eso impresiona tanto lo que cuenta la autora sobre la  reacción popular a su muerte y la popularidad de la que goza hoy en día, tal y como la relata en el Epílogo. Claro que estamos hablando de un país en el que en las elecciones Putin arrasa como no sucede con ningún gobernante en occidente; esto es, en un país bastante peculiar en el que su pueblo pasó de la servidumbre a los nobles y al zar al sometimiento a una forma de estado dictatorial como pocas en la historia.

Son muchas las cosas buenas que se pueden decir de este libro que, además, está magníficamente escrito y que se lee con gran facilidad por la fluidez de la prosa de la autora. Es un estudio muy completo de la obra de Grossman y de las vicisitudes por las que pasaron varios de sus textos para ser publicados e, insisto, un buen compendio del transcurrir de ese país durante algo más de la primera mitad del siglo pasado.

Muy recomendable;  ya lo tengo en la lista de los mejores que he leído en 2020.

 

Alexandra Popoff, Vasili Grossman y el siglo soviético. Traducción Gonzalo García.

 

 

sábado, 28 de marzo de 2020

Sobre la memoria, la censura y la libertad




Qué gran acierto de la editorial Errata Naturae la traducción de tres libros ya de esta magnífica escritora rusa. Los dos anteriores fueron novelas en las que criticaba duramente el estalinismo. La primera, además, la escribió ya en 1939-40 y se refería a las purgas de 1937. Esto es, Chokóvskaia era una mujer comprometida con la libertad.
Dice Marta Rebón, la traductora de este libro como también lo es de los otros dos y una gran conocedora de la literatura rusa, en una nota que precede al texto:

“Es ésta una obra muy rica, tanto en conocimientos y vivencias como en referencia a la cultura rusa.” (p. 6)

Desde luego así es y tengo que añadir que a mí me ha interesado principalmente lo que se refiere a las vivencias y a todo lo que cuenta sobre la represión tanto sobre ella como de otros escritores.
El libro está dividido en dos partes. La primera, la más autobiográfica,  la escribió en 1974. La segunda, en la que cuenta cosas muy interesantes de otros escritores, data de los años 1977-1978.
La primera está muy centrada en su expulsión de la Unión de Escritores que se produjo en 1973. Reproduce algunos momentos del debate previo a su expulsión en los que aflora la miseria intelectual de los intervinientes todos ellos en contra de la autora.
Previamente escribe sobre la necesidad de la memoria histórica (recuerdo que su primera novela trataba sobre la inmensa represión de 1937) con fragmentos como el que reproduzco que, por cierto, tiene buena aplicación a lo que pasa en nuestro país:

“Qué mentira tan vulgar es esa idea de que recordar y llorar los muertos significa reabrir las heridas. En realidad, las lágrimas y el recuerdo son el único medio que conoce el ser humano para curarlas.” (p. 24)

Aprovecho también ahora para reproducir otro fragmento de una carta escrita en 1966 que, además de reflejar de forma muy clara el pensamiento de la autora, sirve como el anterior para aplicarlo a cosas que suceden por aquí:

 “Porque un libro –un poemario, un cuento, una novela; en suma una obra literaria-, ya sea flojo o potente, verdadero o falso, excepcional o mediocre, es una expresión del pensamiento colectivo, y no debe ser juzgado por un tribunal penal o militar, sino por la sociedad y la crítica literaria. Los escritores, como cualquier ciudadano soviético, pueden y deben ser juzgados en un tribunal de justicia si cometen algún delito, pero no por sus libros. La literatura no es competencia del derecho penal. Las ideas se contraponen con ideas, no con campos de trabajo y prisiones.” (p. 246-247)

Es muy interesante su debate interior sobre el tema de tener que ceder en algunas cosas para poder publicar otras, algo que hicieron bastantes escritores que preferían eso a no poder publicar. Ella, sin embargo, se hizo el juramento de que: “nunca permitirá a ningún editor, por muy noble que fuera el fin, que suprimiera de un libro o un artículo mío una sola línea dedicada a la memoria de una víctima.” (p. 41)
Me ha gustado y emocionado el precioso texto con el que se despide de la Unión de Escritores tras su expulsión y, desde otro punto de vista, me ha sorprendido el que, a pesar de lo duro de los temas que trata, Chukövskaia sea capaz de usar una fina ironía cuando, por ejemplo, va relatando los muertos en 1937.
En la segunda parte, sin abandonar aspectos autobiográficos, se centra en lo sucedido con otros escritores. Así, dedica dos capítulos completos a Solzhenitsin, quien se instaló por un tiempo en la dacha de la autora, y bastante espacio a Sájarov, Pasternak, entre otros.
Hay un fragmento que resume muy bien el pensamiento de Chukóvskaia sobre lo que pasa tanto con ella como con estos escritores:


“Aquí existe un crimen que las autoridades nunca perdonarán a nadie. Es la única ley que se observa con rigor: todo individuo debe ser castigado con severidad ante el mínimo intento de pensar por sí mismo. De pensar en voz alta.” (p. 260)

Algunos comentarios sueltos para terminar. Una vez más se ve la importancia que la poesía ha tenido en la sociedad rusa, es algo que aparece en casi todos los libros. Por otra parte, he de decir que, aunque desconozco a la inmensa mayoría de los escritores que se mencionan en el libro, no importa demasiado; el libro merece mucho la pena. Hay un buen Glosario al final del libro hecho por Ferran Mateo en el que se cuentan cosas de varios personajes citados en el texto; habría sido muy interesante conocer qué ha sido de algunos de los principales represores tras el cambio de régimen porque estoy casi seguro de que más de uno también logró puestos de privilegio.
En la nota de la traductora que reproducía al principio se decía que es una obra rica en referencias a la cultura rusa. Me permito recomendar sobre ese tema el libro En la ciudad líquida, escrito precisamente por Marta Rebón, en el que yo he descubierto a muchos y grandes escritores rusos.
En fin, una crónica magníficamente escrita, tremendamente interesante y muy emocionante en algunos pasajes. Un ejemplo más, y ya son muchos, del mal que representó el estalinismo y de lo absurda que siempre es cualquier forma de totalitarismo.
Obviamente muy recomendable, pero aprovecho también para recomendar cualquiera de los otros dos ya publicados.

Lidia Chukóvskaia, Crónica de un silencio. Traducción Marta Rebón.


jueves, 10 de octubre de 2019

Zweig nunca se acaba




Zweig es un autor inagotable. He leído un montón de libros suyos y sin embargo, por suerte,  aún me quedan algunos pendientes. Este en particular no me había animado hasta ahora porque de los tres escritores sobre los que escribe solo había leído bastante de Balzac, pero hace cuarenta años, y apenas nada de los otros dos. Sí, ya sé que es imperdonable que un lector habitual como yo no conozca la obra de autores como Dickens y Dostoievski. De ambos tengo libros en casa desde siempre y me he prometido a mí mismo no dejar pasar mucho tiempo sin leer, sobre todo,  al gran escritor ruso.
Dice Zweig en la introducción hecha en 1919 para la edición conjunta en un libro de estos ensayos que: “presuponen un conocimiento de las obras: no pretenden ser una introducción, sino sublimación, condensación, extracto.” (p. 10)
Por lo que acabo de comentar, en mi caso ha servido para animarme a la lectura y, desde luego, para haber disfrutado con la escritura y la capacidad analítica de Zweig. Este placer que procura la lectura de cualquier texto del autor es lo que más me animó, unido a la opinión de un amigo que, curiosamente, es el único libro que había leído de Zweig. (Ahora ya no es así).
De cada autor se pueden extraer cosas interesantes. Así, yo destacaría:
De Balzac: Su saber enciclopédico; el ser capaz de privarse de todo por la creación literaria; el vivir encerrado en una habitación; su intensidad y voluntad y la no existencia entre sus personajes de tipos mixtos lo que es más pobre que la realidad, pero más intenso.
De Dickens: Su enorme popularidad; el ser un símbolo de la vida burguesa y de la tradición inglesa; el talento descriptivo y, por encima de todo, su obra inmortal: el tratamiento de la infancia.
De Dostoievski es más difícil sintetizar porque ocupa más de la mitad del libro dada la clara preferencia que por él tiene Zweig, no obstante puedo destacar: Su vida tan trágica hasta el punto de que en algunos momentos leer sobre ella da un poco de angustia; el hecho de ser un enfermo que triunfa sobre su destino; su ludopatía y, muy especialmente, la importancia de la pasión y el tratamiento psicológico de los personajes.
Esto no son sino unas breves pinceladas de lo que se puede encontrar un lector en este libro, pero como ya decía antes, lo mejor es cómo lo cuenta Zweig, con qué expresividad y con qué pasión a veces, y siempre con una escritura muy elaborada.
Recomendable con las precisiones que hace el propio autor.
Hay una buena reseña en nullediesinelinea.es

Stefan Zweig, Tres maestros (Balzac, Dickens, Dostoievski). Traducción
J. Fontcuberta.


viernes, 16 de agosto de 2019

La literatura del boom


Este es uno de esos libros que resultan muy interesantes en algunos capítulos, pero que, por diversas razones, hay otros que no lo son o quizá puede ser también que no me he terminado de enterar bien de lo analizado por el autor.
Se recogen a los largo de sus diez capítulos diferentes ensayos sobre la relación entre la literatura del boom y la Guerra Fría centrada sobre todo en la relación con la revolución cubana.
Tras un primer capítulo en el que analiza el concepto de revolución en Octavio Paz escrito bastante antes del boom y que se refiere casi en exclusiva a la mexicana, en los que van del II al VII se centra principal pero no únicamente en la relación entre la obra y las actuaciones públicas de Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, José Donoso y Jorge Edwards. En los tres últimos se centra en los escritores cubanos José Lizama Lima, Guillermo Cabrera Infante y Severo Sarduy, aunque en el caso de estos tres se dedica más a analizar su obra que a reflejar otros aspectos.
Como se ve por la nómina mencionada el libro tiene que ser necesariamente interesante. Además, se centra mucho en el análisis de las repercusiones de sus debates en las revistas más importantes de la época: Casa de las Américas, Marcha, Mundo Nuevo o Libres entre otras.
El problema para alguien como yo es que al centrarse en el período 1959-1972 y en las novelas publicadas en esos años, aunque la mayoría las he leído, el recuerdo que tengo es tremendamente vago o inexistente con lo que me he perdido gran parte de las referencias. Eso sí, como también utiliza mucho la correspondencia entre los escritores, que por cierto, curiosamente está depositada en la Biblioteca de la Universidad de Princeton, se conocen relaciones muy interesantes entre ellos.
Algo que me ha llamado mucho la atención es que, a medida que veía los debates y la evolución política de sus protagonistas, todo me resultaba por un lado conocido, pero por otra parte muy envejecido o pasado de moda. Hoy no puedo imaginarme nada ni remotamente parecido, ahora los temas, cuando surge alguno que despierta algún interés entre los escritores,  se despachan con una par de columnas en un medio diario y unos cuantos tuits.
En cualquier caso hay cosas muy interesantes como: la idea de Fuentes de la revolución mexicana como seña de identidad; ver la evolución de Vargas Llosa respecto a la revolución cubana o el apoyo de García Márquez a pesar de su rechazo al autoritarismo y la falta de libertad de expresión en la isla o la reflexión de Cortázar sobre el papel del intelectual con respecto a Cuba.
En definitiva, en esos capítulos hay muchas cosas de interés incluso para un lector como yo. Sin embargo, los tres dedicados a los escritores cubanos me han parecido hechos más para especialistas a lo que colabora también que no he leído ninguno de los textos analizados.
He apreciado algunas redundancias que me hacen pensar en que, aunque no se diga, se trata en parte al menos de artículos escritos para diferentes publicaciones y ahora reunidos.
Resulta especialmente recomendable para lectores aficionados a la literatura del boom y, desde luego, para críticos literarios y estudiosos en general. Para un lector meramente aficionado como yo me parece demasiado especializado, aunque siempre da gusto leer algo bien escrito que hable de literatura.

Rafael Rojas, La polis literaria.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Mis libros del año



Llega el momento de cumplir con lo que es ya una tradición en el blog y dejar constancia de los libros que más me han gustado, impactado, impresionado, enseñado, hecho pensar o disfrutar, etc., durante este año. Muchos no han sido publicados este año y en esto se diferencia esta lista con otras muchas que se publican en estos días.
Como ya los he comentado todos en su momento, me limito ahora a una simple constatación de por qué están en esta lista.
Hablando de los de no ficción: Aldekoa estará siempre que publique un libro; el de Alexader me impactó en su día y me ha enseñado muchísimo sobre el problema racial actual en USA; La tribu ofrece unos retratos magníficos; el de Marta Rebón me ha animado a conocer más literatura rusa y su lectura ha sido muy gratificante; el de Bosch y Escolar, aunque me ha dejado hecho polvo por lo que cuentan, creo que es fundamental para saber en qué tipo de país vivimos; finalmente, el de Sands tiene todo lo que se puede pedir a un libro de no ficción.
Entre los de ficción siempre resulta más difícil seleccionar. No es el caso del de Grossman, una obra realmente monumental, Ulítskaya es uno de los nombres que descubrí en el libro de Marta Rebón y ha sido un gran descubrimiento; Mairal ha tenido tanto éxito con la última novela que han reeditado esta magnífica que fue la primera; Han Kang ofrece otra visón y otra escritura; McCullers, una de mis muchos y grandes desconocimientos, demuestra lo que se puede llegar a contar con solo veintitrés años y Vuillard lo mismo pero con muy pocas páginas; Mankell aparece porque es su última obra y porque es de esos autores que me hacen disfrutar en cada página.
En fin, no están todos los que son, pero sí son todos los que están, aunque haya habido muchos otros libros que me han hecho sentir que la lectura es una de las actividades mejores y más gratificantes. Por eso espero volver a hacer una entrada similar el año que viene y seguro que habrá muchos y buenos libros.

martes, 11 de diciembre de 2018

Algo más que unos perfiles




Al consultar el blog antes de hacer el comentario he visto que hay nada menos que 37 entradas con la etiqueta Elvira Lindo, aunque eso sí la última es de abril de 2015 y, además, todas son de artículos publicados en El País. Sé que he leído también alguno de sus libros, pero debió de ser antes de iniciar este blog.
Siento una simpatía especial por la autora entre otras cosas por los buenos ratos que me hizo pasar con su personaje Manolito Gafotas en el programa de radio con Fernando G. Delgado. Luego leí los libros con ese protagonista y también disfruté mucho.
El magnífico libro que hoy comento me parece muy especial por varias razones. Es un texto que tiene como protagonistas a mujeres en su inmensa mayoría dedicadas a la literatura; está escrito con pasión no exenta de reflexión; es tan personal que por momentos emociona (no digamos en el autorretrato con el que cierra el libro) y también tiene la virtud de animar, sin decirlo expresamente,  a la lectura de alguna de las autoras que aparecen.
Como dice Elena Poniatowska en el Prólogo:

“¿Por qué digo entonces  que estos textos tienen el sabor de la verdad? Porque me conmueven. Reflejan la mitad alegre, la mitad triste, la mitad frágil, la mitad abandonada de las mujeres en el mundo de las letras. (..)
¿Aprendo sobre cada una de ellas? Sí, que son madres-coraje, escandalosas, agobiantes, culpables, estrafalarias. .” (p. 11)

En las diferentes entradas, 30 como dice el título, combina: perfiles personales o literarios en algunos casos, comentarios de algunos libros en otros, análisis más pormenorizado de un libro en concreto y, en varios casos, los relaciona con su vida en Nueva York.
Tengo la suerte de haber leído libros de bastantes escritoras que aparecen. Así: Carson McCullers, Monika Zgustova, Joan Didion, Patricia Highsmith, Margaret Atwood, Edna O’Brien, o Chimamanda Adichie entre otras, lo que hace más interesante aún le lectura. Por otra parte, me ha despertado el interés por otras como  Olivia Laing o Dorothy Parker e incluso por algún libro en concreto como pueda ser el caso de Tristana de Pérez Galdós, creo que el único libro de un hombre que ha incluido Lindo y lo ha hecho por la potencia del personaje femenino.
Como decía antes, el libro se cierra con un extenso capítulo en el que, tras el título de Autorretrato. Una mujer inconveniente, Lindo realiza en varios momentos una especie de terapia psicoanalítica y también cuenta otro tipo de cosas alguna que a mí particularmente me ha llamado la atención como, por ejemplo, los problemas que tuvo la publicación de los libros de Manolito Gafotas en países como Francia, Irán o Estados Unidos. Incluye casi al final la reproducción de un artículo que publicó en su día sobre su visita al MoMA que es realmente divertido y un verdadero compendio de la forma de escribir de esta estupenda escritora.
Un libro absolutamente recomendable por muchas razones: personajes muy interesantes, reflexiones muy agudas, momentos muy emotivos, montones de sugerencias y, además,  muy bien escrito.

Elvira Lindo, 30 maneras de quitarse el sombrero.

jueves, 7 de junio de 2018

Para profundizar en la obra de una escritora



No es habitual encontrar en nuestras librerías textos como este en el que una autora nos acerca a un mayor conocimiento de su obra a partir de la publicación de un conjunto de materiales como son : correspondencia con lectores, comentarios y sugerencias a los directores de cine que han llevado a la pantalla alguno de sus libros, largas entrevistas con periodistas de medios de muchos países, fragmentos que por diversas razones no incluyó en sus textos publicados, etc.
Quizá la explicación más plausible de esta novedad sea el hecho de que se trata de alguien que ha mantenido férreamente su privacidad de tal manera que no se conoce ni su identidad sexual (hay quienes afirman que se trata de un hombre y otros de un colectivo), ni su aspecto físico, ni mucho menos su biografía más allá de algún dato que se aporta en el libro. Digo privacidad y no anonimato porque la propia Ferrante insiste ante las machaconas preguntas de varios periodistas que no se trata de anonimato. Precisamente este tema es el que más veces aparece en el libro ya que es una pregunta recurrente de la mayoría, si no de todos, los periodistas que la entrevistan (entrevistas que se gestionan a través de sus editores y consisten  siempre en preguntas cerradas y por escrito). Como es un tema que despierta tanto interés, dejo aquí algunas de sus repuestas:

 “La atención mediática, cuyo principal objetivo es dar voz y cuerpo a la estrella del momento, ha acostumbrado a los lectores a la idea de que es más importante el productor de obras que las obras mismas. Como si dijéramos: te leo porque me gustas tú, confío en ti, eres mi pequeño dios.” (p. 241)

“Además, los libros auténticos solo se escriben para ser leídos. El activismo promocional de los autores tiende, en cambio, y cada vez más, a borrar las obras y la necesidad de leerlas.” (p. 94)

“Ahora bien,  la enfatización mediática es muy distinta, el predominio del icono del autor sobre su obra. En este caso, el libro funciona como la camiseta sudada de una estrella del pop, prenda que sin el aura del divo resulta por completo insignificante.” (p. 269)

Obviamente, en un texto así la autora habla de infinidad de temas y explica multitud de cosas sobre sus personajes y el contenido de sus novelas. En este aspecto está el principal problema que tiene un libro así para un lector tan desmemoriado como yo: la mayor parte de lo que comenta de sus obras no puedo seguirlo porque no recuerdo las historias o los momentos a los que hace referencia. No obstante, me ha interesado su lectura porque es alguien que cuenta muy bien e intercala además reflexiones y opiniones tan jugosas como las siguientes:

“Quien escribe solo debe preocuparse por narrar del mejor modo posible lo que sabe y siente, lo bello, lo feo, lo contradictorio, sin obedecer a ninguna prescripción, ni siquiera a las que proveniente del campo al que siente pertenecer. La escritura requiere la máxima ambición, la máxima falta de prejuicios y una desobediencia deliberada.” (p. 305)

“Por lo demás, la clase política que nos gobierna, sin cultura, sin cerebro, sin justicia vaya ironía, se considera inocente y, con una repugnante sonrisita astuta, declara que las culpas, si las hay, son de otros. Detesto el tono de voz con el que estos poderosos opacos y bravucones manipulan la culpa y la inocencia. No me fío de sus declaraciones de intenciones, de sus peroraciones, de las autodefiniciones orgullosas e inmodestas.” (p. 123)

Desde luego es un libro absolutamente ineludible para sus fans, que son legión, y también útil para quienes como yo hemos leído con mucho placer la tetralogía Dos amigas y alguno de sus primeros libros. Quizá se podría haber suprimido alguna de las entrevistas para aligerar un poco la extensión, 439 páginas, y evitar algunas duplicaciones.
Un comentario final un tanto marginal. A mí como lector me gusta conocer cosas de los autores que leo e incluso es bastante  habitual que de vez en cuando vuelva a la solapa para ver su fotografía. Seguramente no me aporta nada como dice Ferrante, pero me gusta. Eso sí, respeto totalmente su postura y hasta creo que tiene razón en sus argumentos.
Hay una buena reseña de Beatriz Garza en unlibroaldia.blogspot.com.

Elena Ferrante, La frantumaglia. Un viaje por la escritura. Traducción  Celia Filipetto.

domingo, 1 de abril de 2018

Sobre literatura, escritores y espacios



Hace poco, al hacer el comentario de Vida y destino, decía que lo había leído gracias a la entrevista a Marta Rebón en el programa de televisión Página Dos ya que llevaba varios años en el estante de libros pendientes porque me asustaba el tamaño y, sobre todo, el hecho de que hubiera al final tantas páginas relacionando los personajes que salían. (Por cierto, aquí dice de ese libro que es un “denso relieve de miniaturas chejovianas con la técnica monumental de Tolstói”).
Ahora mi deuda con esta magnífica traductora y escritora se multiplica tras la lectura del libro que ahora comento.
Estamos ante un libro hermoso –un adjetivo que, por cierto, uso en muy raras ocasiones-, una demostración de amor a la literatura, de respeto y admiración por muchos escritores, un texto de una lectora que hace gala de una enorme sensibilidad y que es capaz de contagiar su pasión tanto por la literatura como por sus lugares favoritos, un libro, en fin, de alguien que vive por y para la literatura.
Ya muy al principio menciona algunos autores a los que ama terminando con un etcétera, etcétera, etcétera. Evidentemente, es difícil poder citarlos a todos, pero en el libro aparecen muchos y, una de las cosas que más me han gustado, a la mayoría los conozco y he leído algo de bastantes. Desde hace años he ido centrando mis lecturas cada vez más en autores de la Europa Central y Oriental, así como en los de países vamos a llamar exóticos. Estaba un tanto cansado de tanta literatura anglosajona con unas historias demasiado repetitivas. Por eso, cuando Rebón menciona autores húngaros, rusos o de la antigua Yugoslavia siento un gran placer. Así, por citar solo a algunos: Shalámov, Grossman, Chukóvskaia, Márai, Kerstéz, Kosztolányi e incluso la breve aparición de Mohamed Chukri ya que Tánger es junto a San Petesburgo el tándem de ciudades favoritas de la autora.
Evidentemente, están la mayoría de los grandes clásicos rusos. De casi todos habla y reproduce textos porque en este libro se habla de muchas cosas: obviamente de literatura, pero también de arquitectura, de vivienda (de las casas de algunos escritores), de museos, de viajes, de ciudades como las mencionadas y varias más, de espacios infinitos en Siberia o en el desierto. 
Ha tenido también la autora la magnífica idea de acompañar el texto con multitud de fotografías la mayoría tomadas por ella misma o por su acompañante en muchos de los viajes, el fotógrafo Ferran Mateo. Estas fotografías acompañan muy bien los textos y en muchos muestran espacios que ayudan a una mayor profundización en el conocimiento de los escritores (su mesa de trabajo, su vivienda, su barrio).
La verdad es que cuando adquirí el libro no tenía muy claro lo que me iba a encontrar, ni tampoco imaginaba lo buena escritora que es esta magnífica traductora. Ahora sé que también es una gran comunicadora de emociones, de gustos y placeres estéticos. Además, me ha abierto un abanico de libros y escritores que espero ir conociendo poco a poco.
Un libro muy pero que muy recomendable para quien disfrute con la buena escritura y con la pasión por la literatura.
Hay una buena reseña de Nadal Suau en el cultural.com y otra de Ricardo Martínez Llorca en culturames.es.



Marta Rebón, En la ciudad líquida.




lunes, 8 de enero de 2018

Una buena ayuda para reseñar



Este breve libro de apenas 92 puede resultar de alguna utilidad para quien se dedique a alguna de las actividades que se citan en el subtítulo.
Está dividido en cuatro capítulos cuyo enunciado expresa muy bien de qué se trata en cada caso.
1.    Elementos de la lectura. El “informe”.
2.    Lectura crítica: canalización de la subjetividad.
3.    La teoría justa y necesaria.
4.    La reseña literaria.
La autora va directamente al grano en cada tema y ofrece buenos ejemplos de lo que debe hacerse y también alguno de lo que no. A mí creo que me ha pillado ya un poco tarde porque es difícil rectificar algunos vicios adquiridos, pero en todo caso ha sido una lectura interesante.
La misma editorial Alba tiene una colección con muchos libros para ayudar a los que quieran dedicarse a la escritura que, al menos por el título, parecen merecer la pena.

Carme Font, Cómo escribir sobre lectura. Guía práctica para redactar informes editoriales y reseñas literarias.

jueves, 30 de noviembre de 2017

Para conocer mejor a E. Carrère


Desde que supe de la existencia de este libro en su original francés, esperaba la traducción y la edición por esta, por tantos conceptos,  gran editorial que es Anagrama. Ha llegado el momento y todas las expectativas han sido satisfechas.
Se recogen en el libro treinta y tres escritos de Carrère que abarcan un extenso período de tiempo, pues van desde 1990 a 2015. Hay crónicas periodísticas, crítica literaria,  prólogos de libros,  alguna conferencia y hasta un texto inédito. Los temas son muy variados y cubren desde la crónica negra, a una serie escrita para una revista italiana sobre sexo, pasando por textos sobre Daniel Defoe o Leo Perutz y, sobre todo, muchos escritos en los que ya aparecen las ideas que plasmará en muchos de sus libros.
A lo largo de sus más de 400 páginas vemos al mejor Carrère, a ese escritor capaz de contar historias de una forma original y en la que a la precisión se une una gran implicación personal que contagia al lector. En este aspecto el artículo La vida de Julie, publicado en 2011 y en el que incluye fotografías de la protagonista, me ha parecido realmente emocionante tanto por la tremenda historia que cuenta de la vida de esta politoxicómana, como por la forma en que lo hace.
Cualquier lector puede disfrutar con este libro, pero desde luego es imprescindible para los seguidores del autor porque podemos ver los antecedentes de varios de sus libros. Así hay más de un artículo sobre Romand, el protagonista de El adversario; también más de uno sobre Limónov, el protagonista del libro homónimo; referencias al cáncer que le llevó a escribir Vidas ajenas, su libro que más me ha emocionado; por supuesto, se habla en varios artículos de los viajes que terminaron en Una novela rusa; y hasta aparece algo de su última historia y, dicho sea de paso, la única que no me ha gustado, El Reino.
Pero por si esto no es bastante, también he logrado entender algo de la política actual en Rusia gracias al artículo Generación Bolotnaya; me he interesado por un par de libros de Orlando Figes sobre la revolución rusa; he tenido una visión más completa de la que se daba en la película Enigma sobre Alan Turing; y finalmente, en el capítulo con el que termina el libro, El hombre del dado, me he enterado de una curiosa historia de un libro y su autor, un británico que vive en Mallorca.
Todo ello, además, contado con el estilo característico  de Carrère en el que se aúnan la fluidez con la precisión y la profundidad y que le hacen ser, hoy por hoy, el mejor exponente de la literatura de non fiction, como el propio autor la define en una par de ocasiones, también llamada faction o ficción documental.
De la interesante reseña de Rafael Narbona en elcultural.com, destaco el siguiente fragmento que es una buena síntesis:

“Carrère no prolonga la tradición francesa de la prosa altamente elaborada y con resonancias filosóficas. Está más cerca del periodismo y lo estrictamente narrativo. Sus textos fluyen con enorme naturalidad, con una mezcla de sinceridad, ironía y compasión. Conviene tener un sitio adonde ir puede leerse como la crónica de una época dominada por el desengaño y la incertidumbre, pero que aún cree en las palabras como lugar de encuentro.”

También puede resultar útil leer la entrevista de Alex Vicente con el autor en elpais.com.
Aunque ya lo he dicho antes, quiero insistir en la recomendación de este magnífico libro para cualquier aficionado a la literatura.

Emmanuel Carrère, Conviene tener un sitio adonde ir. Traducción Jaime Zulaika.