Doble tristeza. Por un lado, termina la historia de uno de los personajes literarios con el que he pasado más tiempo, con el que he compartido investigaciones y problemas emocionales, que me ha mostrado una zona de Suecia, Escania, diferente de lo que conocía y, en general, un país muy distinto de lo que habitualmente se piensa, pero es que, además, por otro lado, en este último episodio ha hecho que me sintiese muy identificado con él y sus problemas con la edad y con el futuro, sus miedos... Se da hasta la coincidencia de que tiene una nieta a los sesenta años a la que ponen Klara de nombre que es el que pensábamos poner de haber tenido una niña.
En fin, se va definitivamente un personaje entrañable al que, eso sí, siempre podré acudir releyendo alguna de sus aventuras, pero no será lo mismo. Me queda ahora poder ver los dos episodios que aún no he visto de la serie de televisión, aunque la imagen no creo que pueda llegar a reflejar lo que le pasa a Kurt en este último episodio.
Gracias a Hening Mankell por esa gran cantidad de horas que me ha tenido auténticamente embobado con su literatura.
Hening Mankell, El hombre inquieto.
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