Confesión
Un andamio es un elemento que se utiliza para construir, reparar o remozar una vivienda. El sector de la construcción ha entrado en una profunda crisis de la que no se sabe bien cuándo podrá salir, pero sí que se conocen sus consecuencias actuales. “Y la vida sigue”.
Lo anterior no deja de ser como una metáfora de “mi” realidad. Cada día por la mañana escucho la radio mientras hago un poco de ejercicio (los jubilados tenemos que cuidar especialmente este aspecto), y la inmensa mayoría son malas noticias del ámbito económico principalmente, pero para quienes tenemos una idea progresista del mundo, también lo son las relativas a los diferentes temas de la realidad social.
Por otro lado, cada semana visito al menos tres veces una residencia de mayores donde puedo apreciar el deterioro a que nos somete el paso del tiempo. Dentro de él, me preocupa sobre todo el que se refiere a los componentes menos físicos: la memoria y la capacidad comunicativa. Esta semana, además, he visto el documental Bicicleta, cuchara, manzana sobre la enfermedad más temible que existe: el Alzheimer.
Un futuro incierto en lo económico y social. Un futuro en el que acechan peligros preocupantes. Un futuro…pero ¿hay realmente futuro?
¿Cómo no dejarse arrastrar por el pesimismo? ¿Cómo obtener satisfacciones ante una realidad tan compleja y difícil? Hay quien lo consigue gracias a sus ideas religiosas que le prometen un futuro no por lejano menos gratificante. No es mi caso. Otros participan de forma activa en la política y esperan, tras ganar unas elecciones, poder cambiar formas de vida para la gente. Tampoco es mi caso. Incluso hay quien obtiene grandes satisfacciones como seguidor y forofo de algún equipo de fútbol o de cualquier otro deporte. Menos aún es mi caso.
¿Qué queda pues? El refugio de la familia y un reducido grupo de amigos que ayuden a sobrellevar con una mínima dignidad estos tiempos y la esperanza, bien es verdad que sin fundamento alguno, de que “más temprano que tarde se abran…”.
Mientras tanto, seguiré leyendo para disfrutar e intentar entender algo de este mundo, oyendo buena música y viendo buenas, y no tan buenas, películas, amando a mi mujer y mi hijo, queriendo a mis amigos. Pero también cada mañana me seguirán intentando amargar la vida y habrá que seguir luchando para que no lo consigan del todo.
Recortes
El tema de moda: los recortes o, más eufemísticamente hablando, las reformas de todo tipo y prácticamente en todos los terrenos en las que se ha embarcado el actual gobierno central y casi todos los autonómicos.
Quisiera comentar aquí brevemente alguna de las referidas a la educación y más en concreto dos: a la elevación del número de alumnos por aula y al incremento de la jornada lectiva de los profesores. No sé las cifras de ahorro que se manejan para ambas medidas, pero si sé positivamente que no van a mejorar la calidad de la enseñanza y que, en algunos casos, pueden tener un elevado coste social y por qué no económico a partir de las posibles bajas por depresión y fenómenos similares.
A lo largo de los últimos años he defendido en diferentes ocasiones, he de decir que con escaso éxito de crítica y público, el despilfarro que se estaba produciendo en determinados gastos educativos. Por poner algún ejemplo real: se ha dado el caso de que la formación de un alumno de ciclo formativo de grado medio costaba bastante más que el de un universitario de medicina; yo mismo he dado clases a grupos de seis, doce y catorce alumnos,…
Con el párrafo anterior pretendo simplemente mostrar que no soy una persona ajena a la preocupación por el exceso de gasto o, por decirlo mejor, con la mala gestión. Dicho esto vuelvo a la idea inicial. Un profesional de la enseñanza, sea en el nivel que sea, no sólo tiene que ser una persona cualificada para ejercer esa profesión, además, tiene que ser alguien a quien se le facilite la tarea de hacer las cosas con un cierto grado de relajación.
Ponerse delante de un grupo de adolescentes no es cualquier cosa. Se fijan en lo que dices, en cómo lo dices (muletillas), en lo que vistes, en cómo te suenas o cómo te limpias las gafas, etc, etc, etc. Es decir, la persona del enseñante está permanentemente expuesta a la mirada y al comentario crítico y, a veces, ácido de los alumnos. Por eso es necesario que cada vez que un profesor entra en una clase se encuentre lo más relajado posible. El aumentar el número de horas lectivas a 20 va en contra de la idea anterior; se aumentan la tensión y las prisas; apenas quedará resquicio para tomarse un café o un refresco con los compañeros, momento en el que, por otra parte, se contrastan ideas sobre alumnos y/o grupos que son la mayoría de las veces más provechosas que las que salen de las reuniones formales.
Si se añade a lo anteriormente expuesto que los grupos van a ser bastante más numerosos y por ello potencialmente más conflictivos, se entiende el porqué decía al principio que este tipo de medidas de ahorro no son las más adecuadas, y que incluso a medio plazo pueden suponer un aumento del gasto.
Sin embargo, sí estoy a favor de que los centros no tengan por qué ofrecer dos opciones de Bachillerato si no disponen de los alumnos necesarios para ello. Por aquí sí puede venir un cierto ahorro y, en cualquier caso, los alumnos sí están en disposición de desplazarse.
A las medidas referidas a la universidad, habrá que dedicarles otro Andamio.
Un andamio es un elemento que se utiliza para construir, reparar o remozar una vivienda. El sector de la construcción ha entrado en una profunda crisis de la que no se sabe bien cuándo podrá salir, pero sí que se conocen sus consecuencias actuales. “Y la vida sigue”.
Lo anterior no deja de ser como una metáfora de “mi” realidad. Cada día por la mañana escucho la radio mientras hago un poco de ejercicio (los jubilados tenemos que cuidar especialmente este aspecto), y la inmensa mayoría son malas noticias del ámbito económico principalmente, pero para quienes tenemos una idea progresista del mundo, también lo son las relativas a los diferentes temas de la realidad social.
Por otro lado, cada semana visito al menos tres veces una residencia de mayores donde puedo apreciar el deterioro a que nos somete el paso del tiempo. Dentro de él, me preocupa sobre todo el que se refiere a los componentes menos físicos: la memoria y la capacidad comunicativa. Esta semana, además, he visto el documental Bicicleta, cuchara, manzana sobre la enfermedad más temible que existe: el Alzheimer.
Un futuro incierto en lo económico y social. Un futuro en el que acechan peligros preocupantes. Un futuro…pero ¿hay realmente futuro?
¿Cómo no dejarse arrastrar por el pesimismo? ¿Cómo obtener satisfacciones ante una realidad tan compleja y difícil? Hay quien lo consigue gracias a sus ideas religiosas que le prometen un futuro no por lejano menos gratificante. No es mi caso. Otros participan de forma activa en la política y esperan, tras ganar unas elecciones, poder cambiar formas de vida para la gente. Tampoco es mi caso. Incluso hay quien obtiene grandes satisfacciones como seguidor y forofo de algún equipo de fútbol o de cualquier otro deporte. Menos aún es mi caso.
¿Qué queda pues? El refugio de la familia y un reducido grupo de amigos que ayuden a sobrellevar con una mínima dignidad estos tiempos y la esperanza, bien es verdad que sin fundamento alguno, de que “más temprano que tarde se abran…”.
Mientras tanto, seguiré leyendo para disfrutar e intentar entender algo de este mundo, oyendo buena música y viendo buenas, y no tan buenas, películas, amando a mi mujer y mi hijo, queriendo a mis amigos. Pero también cada mañana me seguirán intentando amargar la vida y habrá que seguir luchando para que no lo consigan del todo.
Recortes
El tema de moda: los recortes o, más eufemísticamente hablando, las reformas de todo tipo y prácticamente en todos los terrenos en las que se ha embarcado el actual gobierno central y casi todos los autonómicos.
Quisiera comentar aquí brevemente alguna de las referidas a la educación y más en concreto dos: a la elevación del número de alumnos por aula y al incremento de la jornada lectiva de los profesores. No sé las cifras de ahorro que se manejan para ambas medidas, pero si sé positivamente que no van a mejorar la calidad de la enseñanza y que, en algunos casos, pueden tener un elevado coste social y por qué no económico a partir de las posibles bajas por depresión y fenómenos similares.
A lo largo de los últimos años he defendido en diferentes ocasiones, he de decir que con escaso éxito de crítica y público, el despilfarro que se estaba produciendo en determinados gastos educativos. Por poner algún ejemplo real: se ha dado el caso de que la formación de un alumno de ciclo formativo de grado medio costaba bastante más que el de un universitario de medicina; yo mismo he dado clases a grupos de seis, doce y catorce alumnos,…
Con el párrafo anterior pretendo simplemente mostrar que no soy una persona ajena a la preocupación por el exceso de gasto o, por decirlo mejor, con la mala gestión. Dicho esto vuelvo a la idea inicial. Un profesional de la enseñanza, sea en el nivel que sea, no sólo tiene que ser una persona cualificada para ejercer esa profesión, además, tiene que ser alguien a quien se le facilite la tarea de hacer las cosas con un cierto grado de relajación.
Ponerse delante de un grupo de adolescentes no es cualquier cosa. Se fijan en lo que dices, en cómo lo dices (muletillas), en lo que vistes, en cómo te suenas o cómo te limpias las gafas, etc, etc, etc. Es decir, la persona del enseñante está permanentemente expuesta a la mirada y al comentario crítico y, a veces, ácido de los alumnos. Por eso es necesario que cada vez que un profesor entra en una clase se encuentre lo más relajado posible. El aumentar el número de horas lectivas a 20 va en contra de la idea anterior; se aumentan la tensión y las prisas; apenas quedará resquicio para tomarse un café o un refresco con los compañeros, momento en el que, por otra parte, se contrastan ideas sobre alumnos y/o grupos que son la mayoría de las veces más provechosas que las que salen de las reuniones formales.
Si se añade a lo anteriormente expuesto que los grupos van a ser bastante más numerosos y por ello potencialmente más conflictivos, se entiende el porqué decía al principio que este tipo de medidas de ahorro no son las más adecuadas, y que incluso a medio plazo pueden suponer un aumento del gasto.
Sin embargo, sí estoy a favor de que los centros no tengan por qué ofrecer dos opciones de Bachillerato si no disponen de los alumnos necesarios para ello. Por aquí sí puede venir un cierto ahorro y, en cualquier caso, los alumnos sí están en disposición de desplazarse.
A las medidas referidas a la universidad, habrá que dedicarles otro Andamio.
por la lectura de este post, yde algun mas,veo que vivistes con intensidad tu profesion u ¿ oficio? de profesor,,,que te hizo dejar tu actividad como economista?
ResponderEliminardesde mi situacion de activo,envidio todo el tiempo que dedicas a la lectura..
manolo
Los siete años que trabajé en Pegaso como economista me dejaron para el arrastre. Esas jornadas de 7 a 15 y lo que en ellas hacía, han sido lo peor de mi vida. Como profesor he disfrutado muchísimo sobre todo en la relación con los alumnos.
EliminarGracias por seguir leyendo el blog.
Tens tota la raó, cada dia les notícies i l'escenari que marquen és pitjor, com bé dius sense certes coses no hauria possibilitat de continuar, a les teves propostes afegiria la possibilitat de disfrutar del nostre paisatge que, en nom de la crisi, volen fer malbé de nou.
ResponderEliminarUna besada.
Malén