Una visita a Puerto Adriano en El Toro
Ayer por la tarde acudí allí con mi familia. Ha cambiado mucho desde la última vez que estuve hace ya varios años. Antes era un lugar selecto, ahora se trata de un lugar muy selecto. Se han ampliado las instalaciones portuarias, creando incluso una zona para yates de 20 a 50 metros de eslora, y se ha ganado al mar una zona de recreo a la que se accede por unas escaleras de madera expuestas a las inclemencias del tiempo (algo desgraciadamente muy habitual en Mallorca). Todo muy nuevo y muy “exclusivo”, o sea, para ricos. Desde las amplias terrazas de los restaurantes o los bares de copas se puede disfrutar de unas magníficas vistas al muro de contención de cemento o, en el caso de la terraza del extremo norte, al precioso edificio de tropecientos pisos que se alza sobre la playa de El Toro. Por otro lado se puede gozar de un microclima realmente conseguido; ayer, sobre las 7 de la tarde y con una temperatura media de unos 26 grados, era para salir corriendo del lugar ya que no se movía nada el aire.
En fin, los ricos ya tienen otro lugar solo para ellos (bueno, en honor a la verdad hay que decir que aún no está del todo acabado y, según me han comentado gentes del lugar, parece que tampoco queda dinero para hacerlo). Espero que se lo hayan agradecido lo suficiente al señor Carlos Delgado bajo cuya gestión municipal se hizo.
Por cierto, para llegar al lugar atravesamos la zona de Son Ferrer y volví a ver, en los aledaños de la carretera, las casas y pequeños chalets que se hicieron hace años y que adquirieron gentes provenientes del mundo del trabajo. Sucedió cuando el gobierno municipal tenía otro signo que cambió, entre otras cosas, por este tipo de éxitos, ya que se cumplió una vez más el dicho marxiano de que: “ no es la conciencia la que determina el ser social, sino el ser social el que determina la conciencia”, que en su traducción castiza sería el equivalente al “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.
Ayer por la tarde acudí allí con mi familia. Ha cambiado mucho desde la última vez que estuve hace ya varios años. Antes era un lugar selecto, ahora se trata de un lugar muy selecto. Se han ampliado las instalaciones portuarias, creando incluso una zona para yates de 20 a 50 metros de eslora, y se ha ganado al mar una zona de recreo a la que se accede por unas escaleras de madera expuestas a las inclemencias del tiempo (algo desgraciadamente muy habitual en Mallorca). Todo muy nuevo y muy “exclusivo”, o sea, para ricos. Desde las amplias terrazas de los restaurantes o los bares de copas se puede disfrutar de unas magníficas vistas al muro de contención de cemento o, en el caso de la terraza del extremo norte, al precioso edificio de tropecientos pisos que se alza sobre la playa de El Toro. Por otro lado se puede gozar de un microclima realmente conseguido; ayer, sobre las 7 de la tarde y con una temperatura media de unos 26 grados, era para salir corriendo del lugar ya que no se movía nada el aire.
En fin, los ricos ya tienen otro lugar solo para ellos (bueno, en honor a la verdad hay que decir que aún no está del todo acabado y, según me han comentado gentes del lugar, parece que tampoco queda dinero para hacerlo). Espero que se lo hayan agradecido lo suficiente al señor Carlos Delgado bajo cuya gestión municipal se hizo.
Por cierto, para llegar al lugar atravesamos la zona de Son Ferrer y volví a ver, en los aledaños de la carretera, las casas y pequeños chalets que se hicieron hace años y que adquirieron gentes provenientes del mundo del trabajo. Sucedió cuando el gobierno municipal tenía otro signo que cambió, entre otras cosas, por este tipo de éxitos, ya que se cumplió una vez más el dicho marxiano de que: “ no es la conciencia la que determina el ser social, sino el ser social el que determina la conciencia”, que en su traducción castiza sería el equivalente al “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.
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