Si quiero silbar, silbo, es el título de una película rumana que acabo de ver. De esta cinematografía llegan muy pocas películas y suelen ser por lo general bastante deprimentes. De ésta en particular el comentario que quiero hacer se refiere a un tema que no tiene nada que ver con la historia que se cuenta sino con el lugar en el que se desarrolla. En concreto se trata de una cárcel, o correccional, para jóvenes. Las instalaciones son verdaderamente cochambrosas, la desvenzijada puerta de entrada parece la de una gran chabola, el comedor es inenarrable, los guardias parecen sacados de una época muy pasada y así toda la puesta en escena. De ahí que me surjan dos comentarios.
En primer lugar, tras veinte años de democracia no parece haber avanzado demasiado la sociedad rumana, pero, sobre todo, ¿cómo dejó el comunismo al país? Recuerdo aún las limitaciones de la potencia de las bombillas en la “era” Ceaucescu. ¡Qué gran fiasco ha resultado la “gran revolución” del siglo XX! Y para qué hablar de la actual Corea del Norte. (El caso de Cuba, con todos mis respetos, aunque discutible siempre, es algo distinto).
En segundo lugar, si esa es la Rumanía realmente existente, no sé cuánto podrá durar la Unión europea.
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