Un libro de relatos, 13, sobre un tema que es habitual en
mis lecturas, el Holocausto, pero que al mismo tiempo es muy diferente de otros
leídos por varios motivos: son recreaciones literarias a partir de hechos
reales pero no autobiográficos (el autor nació en 1936); sus protagonistas son
mayoritariamente mujeres que cuentan la historia en primera persona
remontándose casi siempre a los abuelos, de esta forma se convierten en
historias familiares; no aparecen prácticamente personajes alemanes nazis; se
desarrollan fundamentalmente en Polonia, pero también en Rusia, Lituania,
Alemania, Hungría, Estados Unidos…; tratan en dos relatos del estalinismo, etc.
Los relatos se ve que están muy trabajados, de hecho hay
alguno que, por las fechas que aparecen al final, ha tardado ocho años en
concluirlos. Esto se hace más palpable por la aparente sencillez de la forma de
contar a partir de frases cortas, sencillas, directas, pero que llevan detrás
un gran esfuerzo de composición. (Se puede apreciar el estilo en los textos que
vienen al final del comentario)
Dos aspectos no tan positivos pueden ser, por un lado, la
complejidad que en muchos momentos existe por la cantidad de nombres que
aparecen y en un idioma tan difícil como el polaco y, por otro lado, aunque
esto puede ser también positivo, la diferente sensación que dejan, esto es, si
los primeros se leen con un cierto distanciamiento (no sé si es ese el
propósito del autor o mi particular
momento como lector), a partir de un determinado relato se hace cada vez más
patente el horror.
Me ha gustado especialmente la crítica que hace a la
sociedad polaca de la época. (Uno de los textos que pongo a continuación es un
buen ejemplo de ello.)
En definitiva, un libro complejo, completo y muy
diferente de los habituales sobre el tema que resulta muy recomendable. Además,
Grynberg que huyó en 1967 a los Estados Unidos, ha escrito toda su obra en su
idioma polaco original.
Henryk Grynberg, Drohobycz, Drohobycz
“En cuanto los alemanes entraron, obligaron a los judíos
a abrir sus tiendas y a los polacos les dijeron, coged lo que queráis. Vino a
toda prisa gente de los alrededores y se lo agenciaron todo, hasta el papel de
empaquetar. Los dueños debían salir y no aparecer por allí.” (156)
“Eran judías, pero es que cuando los judíos están solos,
entonces ésta es polaca, ésa es checa, aquélla es húngara, con más ahínco que
en ningún otro lado.” (158) (Recuerda mucho a Primo Levi)
"De las mil que éramos en nuestro grupo, sólo llegamos a
Bergen-Belsen doscientas ochenta. Allí nuestro trabajo se limitaba a sacar cadáveres de los barracones y arrastrarlos
hasta un montón. Para eso habíamos caminado durante seis semanas a través de
campos en los que la mayoría de nosotras perdió la vida. Cuando arrastrábamos
la cantidad suficiente de cadáveres, nos daban sopa. Había trabajo en demasía.
Por realizarlo recibíamos sopa y tifus. Me desmayé por la sed y me desperté con
la boca seca. Yacía junto a un depósito de agua que no podía beber porque
estaba infectada de tifus. Todos lo sabían, nadie bebía, se morían de sed.”
(150)
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