“Hoy los tiempos adelantan
que es una barbaridad…”
He sido durante 42 años un fumador empedernido. En los últimos años me fumaba dos paquetes de
Ducados y medio de Royal Crown que, al ser rubio, me permitía seguir fumando
cuando no me entraba ya más tabaco negro. Cuando viajaba en avión, nada más
apagarse la señal de prohibido fumar encendía un cigarrillo que tenía ya
preparado y que había estado moviendo nerviosamente. Si el que estaba a mi lado
no era fumador, pues que se aguantase, que no se hubiese sentado ahí. En el
hospital, esperando una operación de hernia discal, salía arrastrándome de
dolor de la habitación que compartía con otros cinco pacientes para echar un
cigarrillo en una ventana que daba a un patio interior. Era un verdadero
profesional y, además, me justificaba con aquello de que si me hacía daño era
decisión mía continuar, era mi vida. Resumiendo, visto desde la perspectiva
actual, era un auténtico, con perdón, gilipollas.
Llevo seis años sin fumar y aunque no soy un obseso
antitabaco, sí que me doy cuenta de cómo a pesar de que ya hoy se conoce bien
todo el mal que causa y de que existen formas de dejarlo más o menos buenas,
hay mucha gente que sigue utilizando mis argumentos e incluso el muy liberal,
ante las prohibiciones de fumar tan generalizadas, de por qué tiene que inmiscuirse el estado en
lo que yo haga. (Especialmente chocante cuando lo escucho de personas de
izquierdas.)
A pesar de todo lo dicho, cuando asisto a según qué
cenas con amigos me fumo un par o tres cigarrillos que me aceleran muchísimo y
que me demuestran palpablemente lo malo que debe de ser.
Tuve perro
dos veces. Un caniche en los últimos años de vivir con mis padres que, como es
habitual, se quedó con ellos cuando me marché de casa, y un bóxer que también dejó de vivir conmigo tras una
separación. A ambos bajaba a la calle para que paseasen e hiciesen sus
necesidades. Por supuesto, ni llevaba una bolsa para recoger las cacas, ni
evitaba que las hiciesen donde les pareciese mejor incluyendo el parque en el
que luego los niños jugarían. Nunca nadie me recriminó nada. Era otra época y
aún no se tenía conciencia de que hay comportamientos absurdos y muy
antihigiénicos.
Actualmente, la situación ha cambiado y mucho. Una
parte importante de los que tienen perro salen a pasear con su bolsita
correspondiente, pero sigue habiendo bastantes que no lo hacen así incluyendo
los que los llevan al parque donde juegan niños (mi hijo entre ellos). Un par
de veces hemos hecho la correspondiente queja ante el ayuntamiento, pero sin
obtener resultado lo que no deja de tener su lógica pues es muy difícil
perseguir esos comportamientos.
Saqué el carnet de conducir a una edad relativamente tardía, 27 años, para lo que hoy
se estila. Lo necesitaba para ir a trabajar y disponía del dinero de mis
primeros sueldos. Me compré un coche de “segunda” mano que luego resultó ser de
al menos “cuarta” con el que, a pesar de ser ya mayorcito, hice bastantes más
animaladas de las que hacen ahora los jóvenes con veinte años. Así: conduje
borracho en varias ocasiones llegando a subirme a la acera en alguna ocasión, o
a conducir sobre la línea de separación de los carriles para no salirme de la
carretera y ¡llevando a alumnos a su casa a altas horas de la madrugada!;
conduje varios kilómetros con una rueda pinchada sin pensar que esa podía ser
la causa de que la dirección se “torciese”; hice un viaje de Madrid a Almería
de noche parando a descansar en el arcén y ya de madrugada. Para qué seguir: un
desastre.
Hoy voy a veces por la carretera e insulto a esos
“jovencitos” que me adelantan a toda velocidad o a los que van por la calle
conduciendo en zig-zag.
Acabaré estos recuerdos/reflexiones con la playa y el sol. Cuando era joven pasé
bastantes horas en la costa de Tarragona, a pleno sol en las horas centrales del
día sin ninguna protección Tras la ducha
me ponía la nívea de lata azul y ya está. Cada año cambiaba la piel más de una
vez como las culebras.
Hoy prácticamente no dejo que me den los rayos del sol
y cuando veo a esos extranjeros negros como el betún no termino de entender
cómo quieren estar así con la información que hay actualmente sobre el cáncer
de piel.
Resumen y conclusiones.
He estado expuesto a más de un tipo de cáncer y a tener un grave accidente
de coche. No era demasiado consciente de lo que hacía; la sociedad tampoco lo
era y la permisividad era muy grande; escasas campañas de concienciación y ninguna
prohibición ni control. Hoy la situación es radicalmente diferente, pero sigue
habiendo mucha gente que no tiene en cuenta ninguno de los mensajes ni, a veces,
de las prohibiciones.
Al mismo tiempo, yo me he hecho muy quisquilloso y critico
con ganas las mismas actitudes que yo tenía. Seguramente es una muestra más de
que me estoy haciendo mayor, como el don Hilarión de la verbena, y de que, en el fondo, uno habla de la feria
según le vaya en ella.
Vivimos en una sociedad que cuida mucho mejor a su
gente y muchas veces no sabemos valorarlo.
Ha pasado tanto tiempo desde el último Andamio que he
visto bastantes películas que se pueden recomendar.
En plan sentimental:
Antes del anochecer que tras verla no he tenido más remedio
que conseguir Antes del amanecer y Antes del atardecer. He disfrutado mucho
con esa larga historia de amor en la que tanto se habla. Espero con paciencia,
habrán de pasar seis o siete años, una cuarta entrega.
El último cuarteto. Buena música, buenas interpretaciones y
sentimientos.
Una casa en Córcega. Más sentimientos, bonitos paisajes y
una curiosa historia.
En plan político-social:
Colosio, el asesinato. Interesante thriller político mejicano
que podría haber firmado en su día el mejor Costa Gavras.
El estudiante. Buena película argentina en la que se
discute de ideología y que es una buena muestra de cómo la izquierda ha perdido
el tiempo muchas veces.
El último Elvis. Argentina también. Más drama humano que otra cosa, pero también
con tintes sociales.
La bicicleta verde. El drama de la mujer en Arabia Saudí en
una película de esa nacionalidad. En la misma línea que un par que se han hecho
sobre Afganistán y con muy buena actriz protagonista.
Sólo el viento. Una película húngara con final muy
previsible y para pasar una mal rato, pero que está muy bien realizada y
muestra una realidad no demasiado conocida de ese país.
Hannah Arendt. Interesantísima. Me llevó a comprar y
leer rápidamente el libro sobre los hechos que se narran: el juicio a Eichmann
en Jerusalén.
The east. Una película norteamericana muy
ecologista, pero un tanto inverosímil en sus planteamientos.
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