Efectivamente, no es esto. No
basta con juntar a un personaje, Martín Duque, cuyo nombre da idea enseguida
de quién se trata, con otra serie de secundarios de cartón piedra y con el tema
de fondo de la corrupción y la crisis, para que salga una novela mínimamente
presentable y coherente.
Creo que Prado se ha equivocado
de cabo a rabo. Si en Mala gente que camina me pareció un autor con cosas que
decir y cierta mala baba a la hora de decirlas, en la siguiente, Operación
Gladio, ya empezó a parecerme otra cosa que, desgraciadamente, se confirma
ahora.
No es sólo el tratamiento dado al
tema, son también las gracias de ese protagonista de las tres novelas que he leído del autor, Juan Urbano, con
citas de chascarrillos, refranes y frases hechas con la entradilla de “como
dice mi madre”. Además, la costumbre, que yo diría manía o defecto, de elaborar
frases redondas a modo de sentencias imitando lo que hacían los grandes de la
novela negra como Chandler o Hammett.
Acabo de releer lo que puse hace
más de dos años a raíz de la anterior novela del autor y es aún peor de lo que
recordaba.
Definitivamente, un
despropósito y uno de los peores textos
de los últimos años. Una pena porque sigo afirmando que me cae bien el escritor
y me parece un intento loable de “crítica social”, pero estas cosas si no se
hacen bien es peor que no hacerlas.
Benjamín Prado, Ajuste
de cuentas
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