martes, 26 de noviembre de 2013

ANDAMIO

La naturaleza
 
Según muchos expertos en diversos campos, los conflictos principales del siglo XXI tendrán lugar por el problema del agua, es decir, de su carencia. Si, además, se cumpliesen algunos de los pronósticos sobre el cambio climático, el problema se agravaría de forma muy notable.
En el caso de occidente en general, y de España en particular, hace tiempo que se planteaban políticas de ahorro del agua. En el caso español más aún teniendo en cuenta las sequías que cada cierto tiempo padece el país.
Llevo casi treinta años viviendo en Mallorca. Aquí el agua no solamente es de una calidad bastante mala tanto por su contenido de cal como por su a veces fuerte salinidad, sino que parecía hasta no hace mucho que era particularmente escasa. Los acuíferos estaban sobreexplotados y hubo un año en que se trajo el agua en barco desde Tarragona, algo que nadie había conocido hasta entonces. Los grupos ecologistas planteaban diversas medidas de ahorro entre las que estaban: campañas públicas para fomentarlo, mejora de las conducciones desde los embalses y los acuíferos y que el precio reflejase mejor la importancia del producto.
  No sé si se habrán mejorado las conducciones, pero campañas hace ya mucho tiempo que dejaron de hacerse y el precio del agua, como se puede ver en la factura adjunta, es realmente ridículo. En dicha factura, para un total de 43 euros, corresponde al consumo de agua propiamente dicho, 1,71 euros, que suben a 14 al añadir la cuota fija y el mantenimiento, siendo el precio del metro cúbico de ¡0,57140! Euros. Si se compara con lo que cuesta una botella de litro y medio de cualquier agua en el mercado podemos llegar a la conclusión de que lo que se fomenta es el consumo de agua embotellada y el derroche del agua corriente para lavados, riegos, piscinas, etc. Algo muy alejado de lo que no hace muchos años se pretendía.
Esperemos que la naturaleza, siempre sabia, no se tome la revancha.



 
 
Y hablando de la sabiduría de la naturaleza se me ocurre comentar una reflexión que hace tiempo me hago. Las mujeres a partir de una determinada edad dejan de ser fértiles. No puede haber madres mayores. En el caso del hombre, sin embargo, no ha puesto ninguna limitación lo que, si por un lado indica la menor importancia que en el cuidado de los hijos tenemos los varones, por otro hace que gente tan insensata como yo tenga descendencia a los sesenta años. Ese don de la naturaleza, que yo he aprovechado y del que estoy tan satisfecho por haberlo hecho, puede tener algún efecto negativo sobre mi hijo ya que siempre tendrá un padre muy mayor y, además, bastante más que sus compañeros.
Con los años se gana experiencia, es verdad, pero también se pierde paciencia y el carácter se “estropea” un tanto. Llega un momento en que lo natural es ser abuelo; no tener la responsabilidad de educar sino la de dar a los nietos todo aquello que piden y así, entre otras cosas, no tener que oír sus quejas. No es mi caso.
No me arrepiento ni mucho menos de lo que he hecho, soy enormemente feliz; me ha cambiado la vida fundamentalmente para bien; si fuese creyente utilizaría la expresión de que es “una bendición”; pero me da un cierto miedo el tipo de padre con el que se tendrá que relacionar mi hijo en un futuro no muy lejano. (Hoy aún soy capaz de echarle unas carreras, de cogerlo en brazos y llevarle a hombros, pero…)
 
Inglés
 
A vueltas con el inglés, pero esta vez sin mencionar para nada el famoso TIL. Acabo de terminar el libro de Tony Judt, Posguerra, como se ve en la anterior entrada del blog y una de las cosas que me ha llamado la atención es lo que dice sobre el aprendizaje del inglés dentro de un apartado dedicado a los idiomas en Europa. “Ser “europeo” en la Europa oriental posterior a 1989 significaba hablar inglés” o “Los alumnos de la Universidad de Ámsterdam ahora estudiaban en inglés, mientras que del más novato empleado de banca de una ciudad de provincias danesa se esperaba que pudiera realizar con seguridad una transacción en esa lengua. Ayudaba que tanto en Dinamarca como en Holanda (…) hacía tiempo que los estudiantes y los empleados de banca tenían soltura, al menos pasiva, en la comprensión de programas televisivos que veían en lengua inglesa sin subtítulos”. (Pág. 1083) Mientras tanto, aquí terminan el bachillerato con apenas rudimentos de ese idioma que es hoy una auténtica lingua franca universal. Faltan profesores que lo dominen, faltan horas para practicarlo en grupos pequeños, pero creo que sobre todo falta que, de una vez por todas, se pongan dibujos animados, películas y series de televisión en su versión original inglesa. Sería con mucha diferencia la mejor inversión para empezar a acercarnos al nivel mínimo que hay en cualquier país europeo.

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