Este impresionante libro se compone de dos partes bien
diferenciadas. En la primera se publica el texto que Rajchman escribió sobre su
estancia en Treblinka un poco después de los acontecimientos narrados, pero que
solo se publicó tras su muerte en 2004, por su expreso deseo. En la segunda se
reproduce como Epílogo un texto de
Vasili Grossman escrito en 1958 sobre el mismo campo de exterminio.
Estoy muy acostumbrado a leer textos sobre el
holocausto y sobre los campos de concentración. No parece que vaya a encontrar
visiones diferentes y, sin embargo, en Rajchman por su manera de contar las
cosas sí que la encuentro. Visión totalmente
descriptiva y al mismo tiempo absolutamente descarnada, sin ahorrar
trabajos espeluznantes, pero eso sí, sin hablar demasiado de los sufrimientos
de los prisioneros que, de alguna manera, se dan por sobrentendidos dadas las tareas
que tenían que realizar. He sido capaz de leerlo sin descanso y sin tener que
cerrarlo porque es tal la brutalidad de lo que se cuenta que termina uno anestesiándose
para no sufrir.
El texto de Grossman, basado en entrevistas que tuvo
con prisioneros de Treblinka, me parece de lo mejor que he leído sobre los
campos. Realiza una gran síntesis y pone el dedo en bastantes llagas, aunque
creo que no está del todo acertado en las tres afirmaciones que hace sobre el
nazismo y el “carácter” alemán de las que entresaco la siguiente:
Hay también una reflexión del mismo Grossman que me
parece especialmente interesante y con la que estoy no solo de acuerdo sino
que, en la medida de lo posible, intento llevarla a mi práctica:
El deber del escritor es el de contar la espantosa
verdad, y el deber ciudadano del lector
es conocerla. Todo aquel que vuelve la cabeza, que cierra los ojos y pasa de
largo ofende la memoria de los caídos.”
Un libro absolutamente imprescindible para quien no
conociendo demasiado el tema esté interesado en él. En pocas páginas se puede
enterar en forma muy detallada cómo funcionaba el exterminio. También muy
recomendable para los lectores habituales de este ya casi un género, porque es
verdaderamente distinto y también porque es un forma de rendir un tributo al
autor.
Chil Rajchman, Treblinka.
Epílogo de Vasili Grossman
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