Libro de difícil clasificación. Mitad estudio
etnográfico y mitad autobiografía de infancia y juventud aunque, eso sí, todo
ello con un buen tratamiento literario.
Cuando el autor se centra más en lo puramente etnográfico el libro pierde algo
de fuerza e interés y se hace demasiado prolijo en los detalles, pero cuando
vuelve a aparecer como protagonista, los aspectos de la vida en las pusztas llaman
más la atención e incluso se entienden mejor determinadas cosas. Hay que decir
que las pusztas eran las grandes haciendas del occidente de Hungría propiedad
en su mayoría de la nobleza y alquiladas en muchas ocasiones a arrendatarios
judíos. Cualquier aspecto que se pueda imaginar de la vida en ellas, desde el
tipo de trabajos a la educación, pasando por la alimentación o el amor, está
reflejado en alguna de las más de 400 páginas del texto.
El libro fue escrito en 1936 y los momentos que en
él se cuentan se refieren principalmente a las dos primeras décadas del siglo
xx. La pobreza, la auténtica miseria que muestra da una idea de cómo debía de
ser parte del mundo rural en toda la Europa central y oriental. Resulta curioso
cómo Illyés apenas habla de las aldeas y pueblos en los que, según dice, la
vida era mucho más fácil y la situación de los que vivían del campo mucho
mejor.
Yo conocí de cerca el mundo rural en la España de los
cincuenta al pasar varias vacaciones de verano completasen un pueblo de Toledo
del que procedía mi abuela materna. Las faenas del campo no eran muy diferentes
de las que relata Illyiés y las condiciones de vida tampoco debían de ser muy
diferentes de las de los pueblos de entonces; por mencionar solo dos detalles:
no había agua corriente ni retretes.
Un libro muy interesante y muy bien escrito en el
que, como decía antes, hay momentos en los que resulta un tanto aburrido por el
exceso de información que, además, no siempre es lo suficientemente clara.
Desde luego lo disfrutarán más los que tengan origen rural y, por lo tanto,
conozcan de primera mano esa vida.
Dejo el enlace con dos espléndidos comentarios del
libro: el de José María Guelbenzu y el de Bruno Mesa.
A mí me gustó mucho, incluyendo los momentos más etnográficos que describen un apasionate mundo que desconocía. Muy bueno.
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