No me ha parecido que esta novela sea “el singular retrato de un artista
atribulado y el extraordinario fresco de la disolución de un imperio”, como se
afirma en la contraportada; tampoco comparto demasiado varias cosas que se
dicen en la reseña publicada en El País en la que se insiste en el crepúsculo
austrohúngaro; el perfil de su protagonista no he terminado de entenderlo; no
hay demasiada historia contada; en fin, tiene todos los ingredientes para ser
un rollo sin interés y, sin embargo, he estado bastante embebido en su lectura.
Creo que se debe a la escritura, en parte expresionista y a veces un tanto
barroca que utiliza Krleza, que te va llevando a unos ambientes y unas
atmósferas oscuras y sugerentes.
Está escrita en 1932 por un autor croata y se desarrolla
en el norte de esa región en un entorno fundamentalmente rural aunque también
haya personajes que forman parte de la nobleza. El protagonista es un pintor, de
ahí que el autor aproveche dos capítulos al final del libro para plantear
discusiones sobre el arte en general y la pintura en particular que, de alguna
forma, se salen del discurrir normal de la novela aunque no carecen de interés.
¿Recomendable? No sabría qué decir; depende sobre
todo del momento en que se lea. En mi caso, es uno de esos libros que podría
haber abandonado si lo hubiese leído en otra época.
Además del enlace que he puesto, dejo este otro
porque en muy pocas palabras se dicen un par de cosas interesantes si bien
tampoco estoy de acuerdo con la
referencia al imperio. Insisto otra vez en esta última idea porque una de las
razones de comprar el libro fue lo que se decía en la contraportada sobre el
imperio austrohúngaro, uno de mis temas favoritos.
Miroslav Kleza, El
retorno de Filip Latinovitz
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