Desconocía totalmente la existencia de este escritor australiano de
peculiar historia pues, condenado a cadena perpetua por atentar contra un
político laborista, estuvo diez años entre cárcel e instituciones psiquiátricas
para, finalmente, al salir en 1976 volcarse en
la escritura.
En este libro, parece ser que muy autobiográfico, refleja la vida de un
chico de catorce años y las dificultades que encuentra para sobrevivir. Trabaja
en el campo y en la industria; malvive en cuchitriles de los graneros o en
pensiones de mala muerte; come de cualquier manera y está siempre a punto de
quedarse sin dinero; apenas habla y se relaciona; siempre solitario aunque, eso
sí, acompañado de revistas de Grace Kelly (Dulzura la llama), las imágenes y
formas de pensar y actuar de un soldado
alemán que vio en una película, y un libro sobre la batalla de Hastings de 1066.
Como se puede apreciar elementos para desarrollar una historia original y,
al menos a mí me lo ha parecido, bastante triste. El protagonista es, junto con
su madre (la madre) y su hermano (el niño), el único personaje que no tiene
nombre (el chico), lo que ya da una idea de por dónde va la historia. Kocan
cuenta lo que le va pasando al chico con un lenguaje muy directo, con escenas
muy logradas e introduciendo de forma muy sugerente las ensoñaciones del
protagonista.
Una buena novela que, además, me deja con el deseo de que se traduzca (creo
que lo hará la misma editorial) su gran novela autobiográfica ya que una vida
así merece la pena conocerla.
Dejo a continuación dos textos que creo que reflejan muy bien un par de
aspectos de la historia y del comportamiento del protagonista:
“Por un momento le apeteció romper a llorar, pero luego decidió que estaba
demasiado cansado para molestarse. Volvió a pensar en ir al parque a tumbarse.
Se preguntaba si pronto se convertiría en otros de esos hombres andrajosos que
había visto hurgando en las basuras del parque.” (p.194)
“En la película los alemanes ya han sido derrotados. La unidad de Diestl ha
sido aplastada demasiadas veces, no hay modo de rehacerla y ya nadie se ocupa
de ella. De modo que Diestl avanza solitario por el campo francés, con un brazo
herido que le cuelga inerte a un costado, la guerrera sucia y hecha jirones, y
el subfusil Schmeisser al hombro del brazo hábil. Diestl sabe muy bien que no
habrá victoria, pero él nunca se rendirá. No por convicciones nazis, puesto que
no alberga ninguna convicción. Tampoco conserva ningún vínculo afectivo con
nadie, porque sus amigos han muerto en
el campo de batalla y su familia en los bombardeos.” (p.14)
Dejo el enlace con una buena reseña del libro.
Peter Kocan, Aires nuevos
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