Esta novela, publicada en 1927, es considerada
por algunos como la gran novela antibelicista de la Primera Guerra Mundial.
Creo que, como también afirman otros comentaristas, se trata de algo más que de
una obra contra la guerra, aunque también sea esto.
No diré nada de la historia y el personaje que dan título al libro pues me
parece que es lo de menos. La mayor parte de los muchos capítulos de que
consta, tiene más de 500 páginas y fue publicada en su día por entregas, tratan
otros aspectos y temas y solo al final retoman la historia de ese desdichado sargento
Grischa que, eso sí, sirve de engarce y trabazón para toda la novela.
Aparecen multitud de personajes: militares prusianos rectos y ajustados a derecho
y otros que no lo son tanto; empresarios y burgueses que a veces se
aprovechan de las circunstancias bélicas y a los que, como sucede con los
políticos, Zweig critica fuertemente; enfermeras con gran carga humanitaria;
soldados padeciendo los principales efectos del conflicto y, muy especialmente,
un conjunto de personajes judíos de variada condición, pero que en general son
personajes positivos.
En la novela no hay tiros pues toda la historia se desarrolla en la
retaguardia donde, y esto es algo que me ha sorprendido bastante, se ofrecen
buenas y sofisticadas comilonas.
Una cosa que me ha resultado un tanto extraña es cómo la posible muerte de
un sargento ruso hecho prisionero puede
llegar a mover a tanta gente ocupando tantas horas de trabajo en medio de un conflicto
bélico,
El estilo de Zweig es muy diferente al de su tocayo Stefan. Me ha resultado
un tanto pesado y reiterativo. Se tiene la sensación a veces de que le cuesta
hacer avanzar no solo la historia sino hasta las mismas frases. Usa un lenguaje
también un tanto rebuscado en ocasiones (critiquiza, estertoroso,…) aunque en
este caso no sé si no será más responsabilidad del traductor que del original. De
hecho hay algún fragmento de difícil comprensión como por ejemplo el siguiente:
“Pues sus sentimientos y todo su ser, permanecidos niños en medio de una
vida de trabajo llena de experiencias que, al margen de todo asco, la había
familiarizado con el hombre como corporeidad y carnalidad destrozada, se
desplegaba ahora a cada minuto que pasaba en una dilatación de enardecida
felicidad.” (p.158)
En definitiva, se trata de un libro cuya lectura precisa de bastante atención y que en algunos
momentos puede resultar un tanto aburrida por lo premioso, pero que merece la
pena porque también ofrece momentos muy logrados (de hecho el libro parece
construido como un conjunto de escenas) y personajes interesantes.
Dejo el enlace para un comentario amplio y hecho tras la primera
publicación del libro en castellano.
Sobre el antibelicismo y alguna de las críticas dejaré también algunos
ejemplos.
“Al general lo roía muy en lo hondo el mal humor por el hecho, conformado
así por la guerra de posiciones para la mayor alegría del Estado Mayor y el
generalato, de que, cuanto más altos eran el rango en la escala de mando y la
responsabilidad, más atrás se montaba su cuartel, en la zona de retaguardia.”
(p.113)
“-Ahí hay algo que no es tal cual, y créame usted, ellos lo sienten si
tienen algo de dignidad. Aquí, amad a vuestros enemigos, y después,
ametralladoras, lanzallamas y obuses; eso no es decente.” (p.122)
“(…) el castigo mayor es ser enviados al frente, lo cual no está reconocido
como pena ni consignado en ningún código penal.” (p.129)
“(…) del derecho electoral prusiano vigente, según el cual, de acuerdo con
las tres clases de contribuyentes constituidas, Albin Schilles poseía
aproximadamente tanta voz y fuerza electoral en el Estado como tres millones de
alemanes convertidos circunstancialmente en soldados.” (p. 216)
Arnold Zweig, La disputa por el
sargento Grischa
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