Apoderando a Podemos
El pasado domingo se celebraron elecciones locales y autonómicas cuyos
resultados todo el mundo sabe pues se está hablando y escribiendo mucho de
ello. Si antes de las elecciones no escribí nada sobre el tema, tampoco
pretendo hacerlo ahora al menos desde la perspectiva desde la que se está
analizando, es decir, sus resultados y los pactos que serán necesarios a partir
de ahora. Mi pretensión es mucho más modesta, me gustaría contar alguna cosa
sobre la intrahistoria del proceso electoral desde mi participación como
apoderado de Podemos.
La última vez que había participado de esa forma en unas elecciones fue
como apoderado del PSOE en las de 1982.
El domingo pasado mi mujer y yo representamos al partido en un colegio
electoral que está en el barrio de Saon Gotleu de Palma. Para quien no conozca
la ciudad, diré que se trata de un barrio alejado del centro, con edificios
bastante mal construidos y bastante deteriorados hoy (en su mayor parte de los setenta del siglo
pasado) y, lo que es más significativo, con una mezcla de habitantes que no se
da en otros barrios de la ciudad; junto a la población “autóctona”, hay un
elevadísimo número de inmigrantes principalmente africanos tanto del norte como
subsaharianos y una presencia también numerosa de gentes de etnia gitana. Un
barrio con muchos problemas económicos, sociales e incluso de integración.
Dejaré a partir de aquí en forma resumida y esquemática las cosas que más
me llamaron la atención.
La organización del proceso sigue sin estar bien hecha. No creo que haya
cambiado mucho desde la última vez que participé a pesar del tiempo
transcurrido. No hay una representante permanente de la administración que
conozca perfectamente todas las posibles incidencias que se puedan producir y
que ayude a algunos presidentes y vocales de mesas tanto al inicio como, sobre
todo, al final del proceso (escrutinio, preparación de la documentación,…).
No está bien establecido dónde y cómo se deben colocar tanto las cabinas
para el voto secreto, como las mesas con las papeletas y la colocación de estas
en las mesas. Parece ser que queda al arbitrio de los presidentes, pero como
hay varios en el mismo local, queda un tanto en el aire.
Ambas carencias pueden dar lugar a tensiones innecesarias. El domingo,
además de los dos apoderados de Podemos, había seis del PSOE, seis del PP, uno
de Més y otro de Guanyem. Al llegar los del PSOE una apoderada se metió en las
cabinas para organizar sus papeletas. Antes ya habíamos discutido sobre dónde
deberían estar las cabinas en las que tuvo una participación relevante uno de
los apoderados del PP, don Antonio, del que luego hablaré. En definitiva, solo
porque unos cedieron la cosa no llegó a mayores. Algo parecido sucedió cuando
esa misma apoderada se situó en el lateral de la mesa donde estaban las
papeletas y de frente a los electores cuando iban a cogerlas. Aquí fue la
policía la que le conminó a situarse en otro lugar más apartado a solicitud del
interventor de otro partido.
También la inexistencia del censo electoral hizo que varios apoderados de
diferentes partidos buscasen a través del móvil la mesa en la que le
correspondía votar a quien no lo sabía que, por otro lado, eran muchos.
Con una mejor organización y unas normas más claras y mejor establecidas se
pueden evitar tensiones innecesarias.
Voy ahora con el desarrollo del proceso y sus resultados.
Lo más llamativo para mí fue el bajísimo nivel de participación que se
situó entre el 30% y el 40%. Teniendo en cuenta las características ya
mencionadas del barrio, la conclusión que saco es que a peor situación
socioeconómica menor esperanza de que la política y los políticos puedan ayudar
a mejorarla.
Un detalle curioso: al abrirse el colegio para que se iniciase la votación,
entró una fila de personas con el citado don Antonio a la cabeza. Hay que
aclarar que este apoderado del PP iba perfectamente trajeado y encorbatado y
también, porque puede ser significativo, que pertenece a la etnia gitana. A lo
largo de la mañana, en varias ocasiones acompañó a votantes hasta la mesa.
Mientras tanto el resto de los apoderados del PP, típicos jóvenes urbanos,
charlaban entre sí amigablemente.
No quiero insinuar nada raro, pero desde luego sí se apreciaba una cierta
presión en algunos casos.
Algo anecdótico pero también con cierta significación. Al igual que me pasó
en 1982, bastantes votantes al retirarse se dirigían tanto a mi mujer como a mí
con frases como: “a ver si ganamos”, “hay que darle la vuelta a la tortilla”,
“ánimo”, es decir, había complicidad, había alegría y había ilusión hasta el
punto de que varios nos pidieron la dirección del local del partido para
afiliarse.
Y, hablando de votantes, el nivel de desconocimiento de las diferentes
opciones políticas y del propio sistema de votación me pareció muy grande,
excesivo. Tengo la impresión de que ya no se hacen campañas informativas sobre
cómo se ha de votar porque el número de consultas sobre el particular fue enorme y, eso sí, los diferentes
apoderados aclaramos las dudas sin que, y esto me pareció especialmente
positivo, intentásemos barrer para casa. Se dio alguna vez el caso de quien
quería votar a Rajoy o al “coletas” siendo dirigido al apoderado del partido
correspondiente para que le ayudase.
Una jornada realmente agotadora, pero de la que salimos con la sensación de
haber sido útiles aunque, en varias ocasiones, haciendo funciones que correspondían
a la administración.
Otro día habrá que hablar de los resultados y de las reacciones que se
están produciendo estos días que son en muchos casos ciertamente espectaculares
(de dar el espectáculo o montar el número, vamos).
Como si no hubiesen pasado estos 30 años y pico, la misma (¿o superior?) incultura democrática. Y la abstención... no he oído a ningún líder llamando a la autocrítica o algún tipo de reflexión. Demasiado ocupados antes en la campaña, ahora en pactos y cargos. Democracia de supervivencia
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