En la portada: Premio Georg Büchner. Máxima distinción de la Academia
Alemana de la Lengua.
No dudo de los valores de lenguaje que pueda tener esta novela; obviamente
la leo traducida. Si tiene esa distinción por algo será. Otra cosa es su
contenido.
Hacía mucho tiempo que una novela no me desagradaba tanto y, sin embargo,
he decidido leerla hasta el final por ver si en algún momento el autor contaba
algo que me llegase a interesar. Lo siento porque no ha sido así.
Un periodista deportivo pretende contar una historia sobre unos coches de
carreras de los años treinta: los Flechas de plata. Contacta con un viejo que
está recluido en un geriátrico y que fue ingeniero de una escudería que
participaba en el Gran Prix y también preparaba coches para batir el récord de
velocidad. El periodista tiene también algún problema con una novia de origen
japonés. No parece demasiado interesante, pero es que, además, en toda la primera
parte hay páginas y páginas llenas de terminología sobre la mecánica del
automóvil y cómo modificarla para que los coches corran más. En la segunda, el
viejo ingeniero cuenta sus experiencias en distintas fábricas de la época de Hitler
sin ahorrarnos tampoco mucha terminología especializada. (No he podido evitar
la tentación de escanear y poner un largo fragmento donde se puede apreciar
bien lo que digo.)
A mí, que no me interesa la técnica y que la desconozco totalmente, la
novela me podría atrapar por los personajes y sus relaciones, pero esto resulta
aún peor. Los problemas del periodista con su padre o su novia apenas están
apuntados y del ingeniero solo llegamos a saber qué trabajos hacía.
En definitiva, una de las novelas peores que recuerdo haber leído. Es una
pena porque está publicada por una editorial argentina, Adriana Hidalgo editora,
cuyas obras se están empezando a distribuir en España lo que no es muy
habitual.
Walter Kappacher, Flechas de plata
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