Llevaba bastante tiempo con ganas de leer este libro
que tiene un título tan sugerente. No me ha defraudado. Más allá de los
desacuerdos que pueda suscitar, y alguno mencionaré, este combativo texto tiene
las suficientes ideas e interpretaciones como para replantearse muchas de las
concepciones que se tienen sobre ese período tan intenso e interesante de
nuestra reciente historia. Además, el interés aumenta si, como es mi caso, se
ha tenido alguna participación en la política del momento.
A lo largo de los 11 capítulos de que consta el
libro, Monedero va criticando no tanto lo que sucedió, que a veces también,
sino sobre todo la visión que se ha dado tanto por parte de sus
protagonistas como de los intelectuales que la han estudiado. Una visión que,
según el autor, peca de muy optimista al exagerar los méritos de quienes la
hicieron y que no pone el foco en todos los que tuvieron participación en
el proceso.
El siguiente texto resume muy bien esta idea que es
el núcleo del pensamiento del autor:
“No se trata de pensar que otra
generación lo hubiera hecho mejor. Ni siquiera que, por criticar aquel
proceso, quien hace el reproche gane en moral a los criticados. Se trata de
sacar de su ensimismamiento a quienes, de tanto repetirlo, terminaron creyéndose
su propia mentira. Lo reprochable no es la impotencia de la época, sino la
falta de honestidad de sus voceros. Lo deshonesto es no afirmar: “Hicimos lo
que pudimos, lo que nos dejaron, lo que nos atrevimos”. Esconderlo tras un
arrogante: “Nos corresponde la mayor hazaña democrática de la historia de
España”. No se trata de reprochar a nadie que fuera cobarde. Se trata de
reprocharle que diga que fue un héroe. Una Transición perfecta que no deja
entender una democracia tan imperfecta”. (p.25)
o también este otro en el que incluye
un matiz final importante:
“Ese fin principal es el que llevó a
que la transición fuera concebida como un proceso de transacción entre élites,
ajeno a las reivindicaciones más
transformadoras nacidas de la oposición a la dictadura que, por otro lado, no
pudieron reunir fuerzas suficientes como para imponer sus puntos de vista
rupturistas”. (p.226)
Monedero utiliza una escritura muy
directa con muchos párrafos que son verdaderas “tormentas de ideas”, repletos
de críticas y reflexiones que obligan a leerlos un par de veces para no
perderse cosas fundamentales.
Una crítica que le haría es que se nota que varios capítulos no están escritos para el libro sino que, como en los
agradecimientos finales aparece, proceden de escritos previos, lo que implica
alguna reiteración y un evidente cambio de estilo. Incluso me atrevería a decir
que alguna contradicción, aunque tendría que hacer una lectura más reposada
para señalarla.
Algunos desacuerdos.
La presentación que hace de la
“reconciliación” entre Santiago Carrillo y Manuel Gutiérrez Mellado, página 32,
me parece bastante injusta para el segundo sobre todo teniendo en cuenta el
papel del primero en la guerra (al margen de si tuvo o no que ver con la
matanza de Paracuellos).
La idea de que la transición “la
trajeron las luchas populares obreras en busca de mejoras laborales, las luchas
culturales, (…) las luchas religiosas, (…) las huelgas universitarias", etc. (p.50) no creo que refleje la realidad
de aquellos momentos. Aún recuerdo una manifestación, obviamente
prohibida, en Cibeles para pedir
“amnistía y libertad” en la que en los diferentes saltos participamos un número
bastante escaso de manifestantes(se habló de unos 8.000). Creo que
esta idea no concuerda con otra que también he señalado de una transición hecha
desde arriba como un pacto entre élites.
Finalmente, me llama la atención otra
idea que resumo: A la izquierda del PSOE no solo estuvo el PCE sino otra
izquierda que “si bien es cierto que defendía referencias que vistas desde hoy
parecen marcianas –Albania, las revolución cultural china, la URSS de Stalin-“,
realizó un esfuerzo a la hora de acorralar al régimen franquista que fue despreciado por la democracia española.
Realmente hay que decir que también parecían marcianas para la inmensa mayoría
en aquellos momentos y que su papel tuvo una importancia muy relativa. En este
sentido es una casualidad que en El País
de hoy aparezca una entrevista con los principales dirigentes de esa izquierda
radical en la que, hablando de Podemos, critican la idea que desde ese partido
se está dando de la Transición, en la que precisamente Monedero es el máximo
responsable y exponente. A este respecto comentan:
“Sanromá y Sauquillo les reprochan su
visión de la Transición: “No han estudiado nuestra experiencia y no la valoran.
Es verdad que Suárez tomó la iniciativa de la reforma ante una izquierda
dividida, pero la Constitución fue más lejos de lo que la derecha pretendía.
Tuvo que compartirla, aunque luego no ha ido más allá de lo que podía. Las grandes
movilizaciones, animadas por nosotros, fueron decisivas para ese logro
histórico. En 1974 y 1975 crecíamos más rápido que el PCE. Discrepamos de la
versión rosa de la Transición. También jugamos un papel en la denuncia del
golpismo”. Sauquillo destaca cómo aquella izquierda “se jugó la vida en una
etapa muy difícil e impulsó el cambio. No se puede hacer tabla rasa. Nosotros
respetamos el sufrimiento de la generación de nuestros padres”.
Podemos, en la lupa de la izquierda radical antifranquista, El País, 9 de julio de 2105)
Finalmente, las palabras con las que
acaba el libro: “Si queremos construir una
democracia avanzada –que es otro nombre para decir socialismo-, no empecemos
por buscar un partido, ganar concejales o negociar puestos (cosas, qué duda
cabe, importantes), sino que primero hemos de evocar en los hombres y las mujeres el anhelo por la
emancipación. Por eso leemos el pasado con ojos más limpios,” (p.261), creo que
ayudan a entender el porqué dejó Monedero la dirección de Podemos.
En un texto tan combativo y
comprometido, Monedero “pisa muchos callos” (Joaquín Leguina, Santos Juliá o
Felipe González entre otros), pero tengo que reconocer que comparto su opinión
en la mayoría de los casos.
Un libro muy recomendable para todos los interesados en la historia y, sobre todo, en la política actual. Tiene momentos espléndidamente escritos que alterna con otros mejorables, pero siempre, en cada página, hay ideas, reflexiones y comentarios para el debate y el pensamiento. Seguramente no es toda la verdad, ni creo que el autor lo pretenda, pero sí que se acerca bastante a una interpretación mejor de lo que sucedió en esa época.
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