Solo conocía a Benjamin por las referencias que a él
se hacen al hablar de la Escuela de Frankfurt y, muy recientemente, por lo que
sobre él escribe Enzo Traverso en La
historia desgarrada (hace poco hice la reseña en el blog). Por todo ello me
llamó mucho la atención este libro que recoge su viaje a Moscú en 1926 teniendo en cuenta, además, que en
poco tiempo he tenido ocasión de leer los viajes a Rusia (realmente la URSS) de
Roth y Zweig, el del primero coincidiendo en fechas con el propio Benjamin y en
1928 el del segundo.
No creo que sea por tratarse en los casos de Roth y
Zweig de dos de mis escritores favoritos, pero desde luego este de Benjamin
desmerece mucho a su lado. Pese a estar considerado un agudo intelectual,
apenas hay alguna reflexión interesante en el texto en el que básicamente se
limita a contar el día a día y sobre todo, y de forma bastante tediosa, sus
encuentros (más bien desencuentros) con
la autora Asja Lacis con quien había mantenido una larga relación en Berlín.
Algunas visitas a museos, mucho frío, comidas en restaurantes y, sobre todo,
muchos espectáculos teatrales, completan un texto en el que de sus 200 páginas
hay muy pocas que me hayan parecido mínimamente interesantes.
Tendría que añadir también mi desagrado por la
enorme cantidad de notas a pie de página, 311, que tanto se echan de menos en
otros libros; pero es que las hay para informarnos de quiénes son Lenin,
Shakespeare o Tolstói por poner solo algún ejemplo significativo, algo que se
supone conoce un lector que se interese por este tipo de libros.
En fin, es una pena porque el autor y el tema presagiaban un texto más consistente.
Walter Benjamin, Diario
de Moscú
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