Es el segundo libro que leo de la llamada “serie
africana” del autor, una serie que se centra en los aspectos ideológicos y
sociológicos y abandona el crimen como leitmotiv. En este caso la acción se desarrolla primero
en África, en el desierto del Kalahari, y luego en Suecia. Cuenta la historia
de un sueco, Hans Bengler, que a finales del siglo XIX se marcha a África a la
búsqueda de un insecto que fuese desconocido y al que pudiese poner nombre.
Allí adopta a un niño negro de 8 o 9 años al que pone Daniel de nombre y lo lleva
a Suecia donde lo dejará con una familia para volverse de nuevo a África a
seguir con su misión. Así pues una curiosa y original historia sobre todo por
la época en la que sucede.
La primera parte, en la que se cuenta el viaje del
protagonista, resulta muy interesante, muy bien contada, con esa especial
facilidad de Mankell para narrar y hacerte sentir lo mismo que sienten sus
personajes. Sin embargo, tras la vuelta a Suecia y, sobre todo, cuando
desaparece Bengler de la historia y Daniel se convierte en protagonista
exclusivo, la narración decae, se hace un tanto reiterativa y suceden cosas que
no tienen demasiada lógica. En toda esta parte aprovecha Mankell para hacer las
mayores críticas a la sociedad sueca por el trato que da a un niño negro al
que, en algún caso, les cuesta considerar como algo distinto de un animal. (No
hay que olvidar que se desarrolla en el tercio final del XIX.)
Novela interesante y entretenida en general, con el
particular estilo literario del autor, pero que está lejos de sus mejores
creaciones. No obstante, incluso un flojo Mankell resulta recomendable.
Henning Mankell, El
hijo del viento
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