No hace ni un mes que publiqué el comentario sobre
el último libro de este para mí desconocido escritor guatemalteco. Ya anunciaba
que seguiría leyendo su obra pues me parecía muy buen escritor y muy original.
Este Monasterio,
aunque se trate de una novela corta (122 páginas), guarda estrecha relación con
la colección de relatos que constituyen el libro que mencionaba antes. Se trata
de un conjunto de fragmentos que tienen, al igual que en la anterior, como
protagonista al propio Halfon y su condición de judío no ejerciente. La novela
me ha encantado y me parece que estamos ante un gran escritor que, eso sí, creo
que debe plantearse una obra más voluminosa y más consistente en la que pueda
desarrollar la multitud de esbozos que hay tanto en el libro anterior de
relatos como en esta novela corta.
Dos fragmentos de este libro me han llamado
especialmente la atención:
“(…) un muro (se refiere al que está levantando
Israel) es la manifestación física del odio hacia el otro. Una manifestación
palpable, concreta, que busca separarnos del otro, aislarnos del otro, eliminar
al otro de nuestra vista y nuestro mundo. Pero también es una manifestación a
todas luces inútil: por más alto y grueso que se edifique, por más largo e
imponente que se construya, un muro nunca es infranqueable. Un muro nunca es
más grande que es espíritu del hombre que éste encierra. Pues el otro sigue
allí. El otro no desaparece.” (p.100)
“Mi abuelo salió de Polonia en 1945, y jamás quiso
regresar, jamás volvió a pronunciar una sola palabra en polaco. Vivió el resto
de su vida en Guatemala ofendido con sus compatriotas, y con su país natal, y
con su lengua materna. Los polacos, me decía, nos traicionaron.” (p108) (Desde
hace tiempo siento una fobia un tanto irracional hacia los polacos de ahí la
atención.)
Como hice con su libro anterior, prefiero dejar el
enlace a dos buenos comentarios críticos, en El Cultural y en
Unlibroaldía, limitándome a recomendar
la lectura de Halfon.
Eduardo Halfon, Monasterio
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