Desconocía
totalmente al autor cuando cogí el libro en la librería porque me llamó la
atención la portada. Luego me gustó, además del tema, la idea de que estaba
escrito en 1934 al mismo tiempo que los hechos que narraba.
Tengo que
reconocer que me costó un poco entrar en la novela y que cuando llevaba unas
cuarenta páginas estuve a punto de abandonarla. Demasiados personajes, una
forma de contar un tanto peculiar, etc.; sin embargo, decidí darle una
oportunidad y ha sido un acierto pleno.
El libro
cuenta los avatares de una familia de la burguesía judía a lo largo más o menos
del año 1933, es decir, cuando el nacionalsocialismo estaba en su máximo
crecimiento y Hitler llegó a canciller. El retrato que hace me parece realmente
magnífico. Los diferentes miembros de la familia representan visiones muy
logradas de lo que fueron las diferentes respuestas que dieron los miembros de
la comunidad judía en los primeros momentos: desde quien se puso en marcha para
irse a Palestina, hasta quien decidió marcharse a Suiza, pasando por quien
intentó mantener el negocio familiar negociando con otra empresa de dueño
alemán “puro”.
Resulta
enormemente interesante el conjunto de
personajes que el autor creó para contar su historia. Además de la familia
protagonista compuesta por tres hermanos, una hermana y varios hijos, son
también muy relevantes figuras como el director del instituto donde estudian
algunos de los hijos, el nuevo profesor de lengua que ejemplifica muy bien lo que
era la ideología nazi, el vendedor también judío de la tienda de muebles de la
familia, etc. Todos tiene un gran papel en el libro y todos están
magníficamente conseguidos.
Al interés por
la historia que, insisto, tiene además el valor de estar siendo contada al
mismo tiempo que sucedía, se une la espléndida forma de narrar de este autor.
La historia va transcurriendo sin ninguna pausa y todo lo que va sucediendo
entra dentro de una lógica y queda perfectamente explicada hasta aquello que
pueda resultar más chocante.
Pondré dos
fragmentos que reflejan muy bien dos ideas recurrentes en el libro: lo que
significaba el nazismo, por un lado y, por otro, cómo los judíos alemanes se
consideraban tan alemanes como los no judíos (esta idea es muy corriente leerla
también en los escritos de S.Zweig y de muchos otros escritores judíos):
“Puedo
entender, señor director –prosiguió-, por qué ha enfrentado al gran rey con su contrario
(se refiere a Federico el Grande y
Voltaire cuyos bustos están en el despacho del director del instituto).
Aquí el hombre espiritual en toda su grandeza, allí la bestia en toda su
miseria. La dignidad del hombre alemán resalta precisamente por el contraste.”
(p.59)
“Hacía pocos
meses nadie dudaba de su germanidad. Él mismo se sentía alemán en un sentido
más profundo que la mayoría de sus compañeros. Estaba lleno de música alemana,
de palabras alemanas, de pensamientos alemanes, de paisaje alemán. Nunca en los
diecisiete años de su vida había visto, oído, sentido otra cosa. Y ahora, de
pronto, le decían que no formaba parte de eso, que era diferente por
naturaleza. ¿Cómo? ¿Por qué?¿Quién era alemán, si él no lo era? (p.195)
En definitiva,
un libro que me ha sorprendido y me ha parecido realmente magnífico, y que recomiendo encarecidamente a quienes
estén interesados en el tema y a quienes disfruten con las historias bien
contadas, con sencillez y cuidando a los personajes.
Lion
Feuchtwanger, Los hermanos Oppermann
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