Tengo que reconocer que de no ser por un regalo es
difícil que yo hubiera leído este libro; y habría sido una lástima porque
merece la pena y tiene cosas interesantes.
Su autora es profesora de Historia Contemporánea de
la Universidad Autónoma de Madrid y se nota
por el tratamiento que da a la información. A lo largo de los ocho
capítulos en que divide el texto va describiendo los diferentes momentos no
solo de las relaciones entre las dos protagonistas, sino entre muchos intelectuales
exiliados y algunos estadounidenses. Esas relaciones incluían a gentes de todas
las tendencias políticas con excepción de los comunistas.
En los capítulos 5 y 6 se explica lo más interesante
del libro que es la creación y publicación del boletín Ibérica (1953) y, sobre todo, de la revista Ibérica por la libertad (1954-1974). En estas casi cien páginas se
recoge lo mejor de la labor de Victoria Kent en sus años neoyorquinos y también
se puede apreciar el nivel cultural del exilio en la ciudad y, cómo no, los
problemas de egos que había. De la revista citada se imprimían 10.000 y en
algún caso hasta 20.000 ejemplares lo que no estaba nada mal para la época.
Había además una edición en inglés y otra en castellano.
También destacaría otras cosas que me han llamado la
atención de las informaciones del libro. Así, el apoyo dado por Victoria a la
candidatura de Eisenhower (la foto de la portada reproduce precisamente un
momento de ese apoyo); su labor de escasa duración como representante oficiosa
ante la ONU del gobierno republicano en
el exilio; las ayudas, económicas y de otro tipo, de la diplomacia secreta estadounidense y de
la CIA a la oposición no comunista o los
enfrentamientos entre grupos de exiliados por la publicación al mismo tiempo en
Nueva York de dos revistas: Hemispherica,
publicada por las Sociedades Hispanas Confederadas, y la Ibérica ya citada.
Un mundo, el exilio en esa gran ciudad, y una época, los años 50 a 70, bastante
desconocidos pero muy fructíferos en muchos sentidos. Unas vidas muy entregadas
a la defensa de un causa aunque, eso sí, con la gran cantidad de medios que
pusieron a su disposición mecenas como Louise Crane y su familia (su madre fue
una de las fundadoras del MoMA).
Finalmente, me ha impresionado la gran solidaridad
que existía entre las amigas. Así, buscaban editores para las obras de otras,
se ayudaban mucho económicamente y, lo más importante, se ocuparon unas de
otras en los momentos difíciles cuando
las graves enfermedades llegaron. En el libro se cuentan varios casos de esa
solidaridad.
Rosa Pereda hace una buena reseña en ctxt.es y
también es interesante la de Juan Carlos Sierra en críticoestado.es.
Carmen de la Guardia, Victoria Kent y Louise Crane en Nueva York. Un exilio compartido
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