La reciente lectura del
libro de Beigbeder, Oona y Salinger,
me ha recordado que tenía pendiente desde su publicación, nada menos que en
1988, la lectura del libro de Hamilton. Aunque leí a Salinger hace muchísimos
años y solo he releído después El
guardián entre el centeno (por cierto que creo que es el libro que más he
regalado en mi vida), me apetecía ver qué había sido del autor estadounidense
antes y después de lo narrado por Beigbeder.
El resultado ha sido
bastante descorazonador. Antes de dar un par de opiniones personales, voy a
reproducir algunas frases de la durísima crítica que Leopoldo Azancot hizo del
libro el 24 de diciembre de 1988 (también adjunto el escaneo del documento aunque
no creo que se vea muy bien):
(…) se trata de uno de esos
libros supuestamente desmitificadores que atienden a rebajar lo alto, a ajustar
cuentas, desde la mediocridad, con lo grande.
(…) la apariencia de modernidad
del libro de Hamilton, debida a la alternancia del plano de la investigación y
del plano de los hechos, es totalmente espuria por cuanto no está justificada
de manera alguna, ya que los hechos ya eran de dominio público y la investigación
resultó un fracaso (…) y no se hace modernidad con la mezcla de dos naderías
–los comentarios y las interpretaciones también lo son.
En cuanto a estos comentarios
e interpretaciones sobre la figura y la obra de Salinger, sólo cabe decir, en
efecto, que son de una ruindad, de una mezquindad, de una maldad absolutas y
gratuitas.
Hamilton, que ha dado rienda
suelta al resentimiento por haber sido objeto de pleitos perdidos (…) pretende
pasar a la historia unido a Salinger mediante esta su deleznable biografía. No
lo conseguirá afortunadamente.
Comparto plenamente esas
ideas aunque reconozco que me empezó a gustar el planteamiento de ir relatando
cómo se hacía la investigación hasta que me di cuenta de que, efectivamente, no
llevaba a ninguna parte.
Además, ante la falta de
documentación debido a que, por un lado, Salinger le ganó el pleito sobre unas
cartas suyas que Hamilton había conseguido paro que no podía utilizar ni
siquiera, como hizo en una edición, dedicándose a parafrasearlas y, por otro
lado, recibió muy pocas contestaciones a las solicitudes que hizo a antiguos
compañeros de estudios y de su época en el ejército; ante esa ausencia de
documentación, Hamilton se dedica a contar muchos de los cuentos publicados en
diversos periódicos y revistas intentando obtener o deducir qué elementos
podían ser autobiográficos. Estas partes del libro resultan particularmente
pesadas y en varias ocasiones me las he saltado directamente.
Así pues, un libro
perfectamente prescindible que no aporta nada muy relevante para el mayor
conocimiento de uno de esos autores de culto que dio el siglo pasado y de cuya
única novela parece ser que se han vendido más de 120 millones de ejemplares.
Tengo pendiente aún la más
reciente biografía publicada en 2014, pero se trata de un libro de 700 páginas
que tampoco ha tenido unas críticas muy favorables.
Para finalizar, reproduzco
uno de los pocos fragmentos del libro en los que aparece un texto de Salinger
no literario. De hecho se trata de la dedicatoria que hizo de su libro Franny
y Zooey:
“Dedica este nuevo libro a
la audiencia (…) a una audiencia incontaminada de todo profesionalismo
literario:
Si todavía queda en el mundo un lector amateur – o
alguien que sencillamente lee por leer-, yo le pido, con afecto y gratitud
inexpresables, que comparta con mi mujer y mis hijos la dedicatoria de este
libro.” (En cursiva en el
original) (p.226)
Desde luego, mi
identificación con la figura del lector amateur es total.
Ian Hamilton, En busca de J.D.Salinger. Una vida de
escritor
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