“Puede que la religión haga amar a
Dios, pero no hay nada como ella para acabar detestando al ser humano y odiar a
la humanidad.” (p. 5)
En esta frase que antecede al inicio
del libro se resume muy bien lo que pretende Sansal: mostrar cómo una religión,
la musulmana en este caso aunque como
tal no se mencione expresamente en el texto, puede aniquilar al ser humano. En
este sentido se trata de un verdadero alegato contra el totalitarismo que puede
entrañar la versión radical de esta religión.
Para ello construye el autor una
distopía muy orwelliana como deja presente hasta en el título. No hablaré del
contenido concreto que está muy bien resumido y comentado por Alejandro Luque
en criticoestado.es. El libro funciona también como una parábola con algún que
otro elemento de ciencia-ficción que por cierto resulta difícilmente
explicable.
Hasta aquí todo parece interesante y
positivo, pero hay más de un problema que me parece grave en un texto de estas
características: por un lado, carece de personajes con una mínima entidad,
están apenas esbozados y no tienen personalidades reconocibles ni interesantes;
por otra parte, la novela es tremendamente aburrida y, además, está muy recargada de largos nombres de
instituciones y cargos que no facilitan la lectura ni tampoco aportan gran cosa
al conocimiento de esa sociedad.
Lo anterior lleva, al menos en mi
caso, a que no me produzca especial horror lo que estoy leyendo aunque creo que
ese es el sentido último del libro de Sansal como se puede apreciar, por
ejemplo, en el siguiente fragmento:
“¿Qué hacer cuando, mirando al pasado,
se ve el peligro abalanzarse sobre quienes nos han precedido en la historia?
¿Cómo avisarlos? ¿Cómo decir a los propios contemporáneos que, lanzados como
están, las desgracias de ayer no tardarán en alcanzarlos? ¿Cómo convencerlos
cuando su religión les prohíbe creer en la muerte, cuando están convencidos de
que su plaza en el paraíso está reservada y los espera como si fuera una suite
de un hotel de lujo?” (p. 251)
También, en este caso sobre el carácter de la religión que se
imponía, son representativos estos dos fragmentos:
“La paciencia es el otro nombre de la
fe, el camino y la meta, ésa es la primera enseñanza, al igual que la
obediencia y la sumisión, fundamentos del buen creyente.” (p. 25)
“(…) jamás de los jamases se había
obligado a nadie en Abistán a creer, y nunca se había hecho el menos intento de
obtener de nadie su sincera adhesión, se le imponía el comportamiento del
creyente perfecto, eso era todo.
(´´´)
Bajo el imperio del Pensamiento Único,
descreer resulta pues impensable” (p. 43)
Este es el cuarto libro traducido de
este autor y también el cuarto que leo. Como he comentado en las
correspondientes entradas del blog, dos de ellos me parecieron magníficos y otro no tanto, por
eso cogí este 2084 con interés y ganas, y quizá por ello la decepción ha sido
mayor. No obstante, el libro tiene el Gran Premio de Novela de la Academia
Francesa de 2015 y ha sido finalista en otros premios por lo que me queda la
duda de si he sido yo el que ha hecho una mala lectura o es que realmente el
libro no es tan bueno. Seguramente, una parte de los premios tenga que ver con
la escritura que, como siempre en Sansal es de gran calidad, pero no se aprecia
igual al tratarse de una obra traducida.
Una crítica bastante más favorable se
puede encontrar en wordpress.com.
Boualem Sansal, 2084. El fin del mundo
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