“Uno no está muy seguro de
admirar a esos hombres, a Brazza o a Savimbi, a Stanley o a Guevara. Uno los
envidia un poco, es cierto. Por haber creído que era posible forzar la Historia
marchando siempre hacia delante en medio de la selva. Se siente menos respeto
espontáneo hacia los sedentarios. Seguramente estoy equivocado. Uno debe de ser
más sabio cuando se dedica a cultivar su jardín, a clasificar su biblioteca. A
uno le gustaría poder detestar a todos esos promotores de convulsiones
devorados por la inquietud. Ciertamente, no lo consigue.” (p. 299)
Efectivamente, no solo no lo
consigue, sino que dedica sus libros a explicar lo que hicieron y los convierte
en un homenaje, muy particular y personal, pero en cualquier caso un homenaje a
esos grandes aventureros.
Este es el tercer libro que
leo de Deville, pero fue el primero de los tres que escribió y marca de alguna
manera lo que serán los otros.
Con su habitual estructura
fragmentaria y sus constantes cambios temporales va describiendo los viajes
sobre todo de Brazza en la zona ecuatorial, aunque también aparecen varias
veces Stanley y otros que se movían por
los mismos lugares con parecidos objetivos.
Además de los exploradores
citados vemos aparecer en el libro a escritores como Celine, Verne y, sobre
todo, Conrad; a políticos como Agostinho Neto, Jonas Savimbi, Mobutu o, sobre
todo, El Che; e incluso a un empresario como Louis Vuitton; entre otros muchos,
claro.
También vamos a vivir
aventuras en el siglo XIX y, aunque diferentes, en 2006, momento en el que
Deville -suponiendo que sea así en realidad- viaja a la zona para recorrer los
mismos espacios que recorrieron aquellos sobre los que va a escribir, y asistir
a la inauguración del mausoleo que se erige en el Congo en memoria de Brazza.
Curiosa historia por cierto la de los entierros de este explorador italiano con
pasaporte francés pues fue enterrado en París, trasladado posteriormente a
Argel, para terminar en Brazzaville.
Deville construye, una vez
más, un texto con una gran capacidad evocadora (de ahí viene mi frase anterior
de “vamos a vivir”), nos da a conocer temas interesantes y, por encima de todo,
disfrutar de una lectura que se convierte en adictiva.
En cada capítulo, y casi en
cada página, podemos encontrar cosas curiosas e interesantes. Algún ejemplo: el
peculiar golpe de estado en Sao Tomé, la historia de un mercenario que tras
combatir en diferentes lugares de África termina de ministro de Cultura, la
descripción de los campos de refugiados o las reacciones en el Congo ante la
construcción del mausoleo mencionado.
En fin, otro magnífico libro
de un magnífico escritor y contador de historias siempre muy documentadas y con
multitud de personajes reales e imaginarios (si bien estos nunca se sabe muy
bien cuáles son). Solo hay algo criticable y es que hubiera sido muy útil
acompañar la edición con un mapa de la zona y, sobre todo, reproducir alguna de
las fotografías que comenta.
Absolutamente recomendable.
Hay dos buenas reseñas, la
de Alberto Manguel elpais.com y la de Germán Gullón en elcultural.com.
Patrick Deville, Ecuatoria
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