De esta novela de apenas 165 páginas
leí en muy poco tiempo muchas
referencias y todas ellas algo más que positivas. No exageraban. Es uno de esos
libros que se leen y se disfrutan de una manera especial; uno de esos libros
ante los que uno se da cuenta de que está delante de literatura con mayúsculas.
En devoradoradelibros.com, un blog
donde se hacen magníficos comentarios literarios, se puede leer lo siguiente:
“(…) con este libro consiguió lo que
solo los maestros logran: escribir una obra redonda, con la fuerza de un
pequeño clásico y la precisión que solo está al alcance de los narradores
más dotados. Dicen que la primera frase resulta fundamental, que debe condensar
el alma de la novela, seducir al lector y no soltarlo. Esta, sin duda, lo
logra, pero eso no es lo mejor de Agua salada. No: lo mejor es que la
última frase, ciento sesenta páginas después, es tan implacable o más que la
primera.” (Esa primera frase que menciona es: “En el verano de 1963 yo me
enamoré y mi padre se ahogó.”)
Desconozco la
novela de Turguénev, Primer amor, en
la que se inspira o versiona según quien lo diga, pero creo que será
interesante poder leerla porque, al contrario de lo que sucede en el cine, no es algo que resulte muy habitual en la
literatura.
A mí en algunos
momentos por el ambiente y algunas escenas me ha traído a la memoria aquella
famosa película de principios de los setenta
Verano del 42 y, desde luego,
no me extraña que se haya comparado a Simmons con Salinger.
Simmons consigue
unos personajes redondos aunque tengan breves apariciones y un protagonista
verdaderamente especial. Todos actúan de una forma que parece totalmente
natural dando la impresión de que la historia estuviese sucediendo ahí mismo,
delante de nosotros, pero como dice José María Guelbenzu en su reseña en
elpais.com:
“Esta
naturalidad, que más parece un don que fruto de un trabajo laborioso, es un
trabajo verdaderamente laborioso. La elaboración literaria apenas se percibe,
aunque un lector exigente en seguida se percata de que tras la apariencia de
serenidad narrativa se esconde una sabiduría de lo indispensable, ese saber
contar con absoluta precisión lo indispensable para atrapar la imaginación del
lector —no olvidemos que el lector lee con la imaginación— y dejar que,
entonces, se cobre vida la historia y se propague en el imaginario del lector
lo que verdaderamente le está contando: la lucha entre fascinación y egoísmo
del primer amor.”
He aprovechado los
comentarios de dos auténticos especialistas porque me daba miedo quedarme
demasiado corto en la valoración de esta espléndida novela que será,
seguramente, una de las grandes del año.
Libro absolutamente
recomendable que constituye otro acierto de Errata Naturae, una de las mejores
editoriales del momento.
Charles Simmons, Agua salada. Traducción Regina López Muñoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario