En menos de un año he leído los cinco
libros de la autora que ha publicado la editorial Errata Naturae. Desde el
descubrimiento que supuso el primero que leí, Las sillitas rojas, que era sin embargo el último publicado, me metí de lleno en la
trilogía dedicada a la Irlanda de los cincuenta y sesenta construida a partir
de la relación entre dos amigas. De esta trilogía me gustó sobre todo el
primero pues creo que en los otros baja un poco el interés. Ahora, O`Brien, con
este libro publicado originalmente en 1970, volvía a la carga sobre Irlanda, en
este caso en los años treinta y cuarenta. Y de nuevo, como se afirma en casi
todos los comentarios sobre su obra, con una fuerte carga autobiográfica.
El libro se divide en tres partes que
se corresponderían con la infancia, pubertad y adolescencia. En la primera, el
protagonismo lo tiene totalmente la narradora; en la segunda será su hermana
Emma; y en la tercera vuelve a ser la voz narradora quien lo asuma con un final
bastante inesperado.
Como en el resto de sus libros, la
Irlanda que refleja es un país bastante pobre y con una sociedad muy
influenciada por la religión católica y en la que las mujeres tienen muchas
dificultades para salir adelante.
Basten estos dos breves fragmentos
como ejemplo de lo dicho:
“El cuarto era insultante, un fuelle
de papel en la chimenea, hollín por detrás, una silla con el respaldo roto,
baúles llenos de libros del colegio, el aparador que alojaba los melocotones en
almíbar, y un armario empotrado con dos perchas para todas sus prendas.” (p.
114) (El cuarto de su hermana Emma cuando
vuelve al pueblo.)
“A oscuras erais apenas unas siluetas
y te pareció una suerte no tener que mirarla a los ojos. Querías darle un
abrazo pero algo te lo impedía, algo en ella te provocaba un rechazo. Sus
pecados.” (p. 140) (Se refiere a su
hermana.)
Aparece en este fragmento una de las
características más originales de la novela que es el empleo del “tú”. En la
magnífica reseña del libro que se hace en el blog devoradoradelibros.com este
uso se explica así:
“Los
hechos resultan demasiado dolorosos para contarlos desde el «yo», desde el yo
de una muchacha educada en una aldea irlandesa en los años treinta; necesita
salir de su cuerpo para abstraerse de la aflicción y analizarse en frío: es la
única forma de hallar su esencia, de dejar que los acontecimientos fluyan, uno
detrás de otro, exponiéndolos con precisión, metódicamente. Y esta voz consigue
una intensidad esplendorosa y poética.”
Tengo que reconocer que esta forma de
narración tan poco habitual ha hecho que me costase unas páginas entrar en la
novela porque, además, se ha unido algo que comenta Guelbenzu en su reseña en
elpaís.com: :“(…) hay una suerte de velocidad
expositiva que va acumulando anécdota tras anécdota, detalle tras detalle,
pensamiento tras pensamiento, sensación tras sensación que lo nutren de emoción
y empatía.” Esta acumulación me ha tenido despistado a veces en la primera
parte, pero en la segunda he podido disfrutar ya plenamente de la novela.
Edna O`Brien, Un lugar pagano. Traducción Regina López Muñoz.
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