Nada mejor para iniciar
un comentario de esta novela que hacerlo con un fragmento de la crítica de
Luciana De Melio en el diario bonaerense Página
12:
“Claudia Piñeiro lo
hizo de nuevo: un relato policial con asesinato en country y 345 páginas que se
leen al compás propio del suspenso, como si se estuviera viendo una película.
Una trama ajustadísima, personajes entrañables, diálogos que remarcan un
trabajo de escritura y un oído para rescatar los modos de decir en Buenos Aires
2011 son sólo algunos de los méritos que van a hacer de esta novela otro best
seller para la colección de Piñeiro.”
Tras descubrir
recientemente a la autora a partir de la lectura de su última novela, Las maldiciones, decidí seguir con otros
textos para ver si se cumplían las expectativas que esta me había abierto. Por
el momento se cumplen porque Betibú
es otra magnífica muestra de novela policiaca y algo más.
Policiaca porque
empieza con un asesinato y sigue con otras muertes aunque la policía apenas si
aparece en la novela ya que la investigación, en lo que creo que constituye el
gran acierto de la novela, la llevan tres protagonistas “aficionados”: una
escritora de novela policiales, Nurit Iscar; y dos periodistas del diario El Tribuno, el veterano Jaime Brena,
antes encargado de la sección de policiales del diario pero ahora relegado a
otros trabajos menos relevantes, y el “pibe de policiales” como aparece siempre
en el texto.
Decía antes que algo
más que una novela policiaca, y es así precisamente por elegir unos
protagonistas que le permiten escribir
mucho sobre la profesión periodística con fragmentos tan conseguidos como estas
reflexiones de Brena:
“(…) hoy en este país
no hay quien se pueda parecer a Rodolfo Walsh. ¿Por qué? Porque Rodolfo Walsh,
antes que periodista, antes que escritor, antes que ninguna otra cosa, era un
revolucionario, y el periodismo ya nada tiene que ver con la revolución. Nos
aburguesamos, pibe. Sacamos panza, con ciertas limitaciones hacemos lo que nos
piden, cobramos un sueldo a fin de mes, zafamos como podemos.
(…)
Hoy, popes del
periodismo o “intelectuales” entre comillas hablan con suficiencia desde sus
escritorios, muchas veces instalados en sus casas o donde están de vacaciones.
Y se creen importantes porque son “formadores de opinión”. Pero el asunto es
cómo formas esa opinión, qué valores respetás y qué escrúpulos tenés. Muchos de
ellos dan como verdades irrefutables lo que no es más que su propia opinión.”
(p. 153)
(Ni que decir tiene que
el segundo párrafo refleja de una forma exacta algo que sucede actualmente y de
forma casi mayoritaria en nuestro país.)
Además de este carácter
de tema central que tiene el periodismo en el libro, hay otros dos que también
trata Piñeiro de una forma muy crítica y con cierto sentido del humor en
algunos momentos. Por un lado, la exagerada seguridad que tienen los countries a la entrada. Da la impresión de
que a la autora es un tema que le molesta especialmente porque hay varias
escenas con ese tema. Por otro lado, Brena está destinado en una
sección dedicada a analizar y comentar estadísticas y encuestas absurdas como,
por ejemplo, el porcentaje de hombres que duermen boca arriba y de mujeres que
lo hacen boca abajo. Hay varios momentos graciosos con estos estudios.
También, aunque creo
que esto está tratado de una forma excesivamente cuidadosa, hay alguna
referencia a las relaciones de la prensa con el poder.
Saliendo del contenido
de la novela, algo que hace atractiva la obra de Piñeiro es que formalmente hay
mucho trabajo, el texto está muy cuidado (en el fragmento con el que abro el
comentario se hace alusión a ello desde una crítica hecha en su país), hay
sobre todo en los primeros capítulos un interesante uso de una estructura
paralelística muy bien aplicada y a lo largo de toda la novela se van
introduciendo en un mismo párrafo acontecimientos que se van sucediendo con
diferentes protagonistas. Y todo esto manteniendo una gran agilidad en la
narración y sin que la historia decaiga en ningún momento ni resulte difícil de
seguir.
Otro buen libro de una
autora cuya obra pienso seguir conociendo.
Por cierto, existe la versión cinematográfica que no está mal aunque se pierden algunos aspectos importantes.
Además de la crítica ya
citada hay otra interesante de Carles Geli en elpaís.com.
Claudia Piñeiro, Betibú.
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