Me gustó mucho el anterior libro de Ayestaran, un
periodista que desconocía totalmente hasta que apareció en Salvados con Jordi
Évole. Me gustó el libro porque dice las cosas con claridad, se compromete en
sus opiniones y, sobre todo, porque parece un buen tipo (no quiero insistir en
la idea del gran Kapuscinski).
En este libro lo demuestra otra vez. Valgan estos
ejemplos:
El circo se pone en marcha, y los periodistas somos
los payasos en busca de nuestro minuto de gloria, nuestro gran reportaje que nos lleve a ganar
premios o a escribir libros por contar el sufrimiento de cientos de miles de
personas. Imposible ponerse en su lugar. Lo intento, pero es realmente
imposible. Empieza el desfile de cascos y de chalecos antibala con la palabra Press para hacerse la foto o grabar la
entradilla ente la cámara.” (p. 50)
“Enciendo la
cámara y pronto se me saltan las lágrimas. Aunque la máquina puede parecer un
escudo en algunas circunstancias, el corazón termina venciendo a la cabeza y
hay instantes en que la emoción te puede.” (p. 100)
“Periodistas, periodistas… no valemos para nada.
Esta gente lo que necesita son médicos y enfermeras, no cámaras que vengan a
mostrar su deplorable situación. Apago la mía, dejo a un lado el puto cuaderno
de notas donde he anotado todas sus miserias y me siento con Muhatma. Le doy la
mano: siento sus dedos rugosos y sucios.
(A
continuación relata cómo les hace juegos de magia.)
Al final son estos pequeños instantes de vida los
que recuerdo y me hacen llorar de emoción, no los que recojo a través de la
lente o en mi colección interminable de Moleskine, que se convertirán en
productos de consumo para los medios.”(p. 166-167)
““A Occidente le preocupan más las piedras que las
personas” La frase de Abu Samir me tortura.” (p. 82)
Solamente alguien con sensibilidad puede escribir cosas
así; y solamente alguien con sensibilidad puede escribir un libro así, un libro
que transmita emociones y no solo conocimientos, un libro que conmueva al
lector, que no le deje impasible ante un cúmulo de informaciones por muy
relevantes e interesantes que sean. Al menos yo leo sobre estos temas con esa
intención. Y puestos a citar, valga también esta otra declaración del autor:
“No hay nada mejor que escribir en caliente:
escritura automática que te sale de lo más hondo. Es mejor no releer, vomitar todo
lo que tienes dentro y liberarte. Durante todo el año ya tengo días y días de
escritura reposada, de “reportajes” con mil fuentes y sesudos analistas, pero
uno no entra todos los días en Mosul.” (p. 102)
Dicho todo lo anterior, haré un breve comentario del
contenido concreto del libro. Ayestaran
hace un recorrido presencial por algunos lugares ya liberados que han estado
bajo el gobierno, o bajo el poder, del Estado Islámico. No se trata de conocer
los porqués de ese grupo, ni de darnos a conocer su ideología, sino de enseñar
el rastro que deja a su paso; y este resulta desolador. Destrucción y crímenes
de todo tipo. La información la extrae de testigos presenciales con los que
conversa, de sus fixers y conductores
que tienen gran presencia en el libro e incluso de alguna entrevista en Gaza y
Bagdad con gente cercana al EI porque como él mismo afirma:
“Personalmente,
creo que hay que conocer cómo piensa el enemigo, y privar a los lectores
de estos testimonios no es justo, pues les impide conocer mejor el alcance del
monstruo al que nos enfrentamos.” (p. 118)
De los muchos ejemplos que podría poner sobre la represión
del EI, dejo el siguiente no por la dureza sino por lo significativo de las
“faltas” que cometió:
“A este
vendedor de faláfel le sancionaron porque le vieron hablando con una mujer a menos de cuatro
metros de distancia. En otra ocasión fue por fumar, y también sancionado por
exponer los tomates junto a los
pepinos.” (p. 214-215)
Aparte del primer capítulo que me ha parecido un
tanto complicado de seguir y que me ha recordado alguno de los libros que he
leído sobre el EI, como el de Javier Martín, por lo complejo de su desarrollo,
en el libro además de todo lo dicho hasta ahora he encontrado informaciones que
o bien desconocía o no las tenía muy presentes. Así, el interés que pueda tener
Israel en la existencia del EI para facilitar apoyos en su lucha contra Irán;
la existencia de campos de acogida -él escribe sobre el de Tikrit-, de
familiares de miembros del EI para evitar las represalias contra ellos; la
matanza de Speicher o, en otro orden de cosas muy diferente, el hecho de que el
fútbol pueda facilitar la obtención de un visado.
En fin, solo una pequeña muestra de las muchas cosas
que ofrece este magnífico libro que, además, resulta muy visual. No sé si se
deberá a la influencia del programa de Salvados
en el que vi a Ayestarán mostrando zonas devastadas, pero lo cierto es que
hay muchos momentos en el libro que he tenido la sensación de estar sobre el
terreno acompañando al autor.
Un libro algo más que recomendable.
Hay dos entrevistas interesantes en las que se
amplían algunos temas: con Andrés Seoane en elcultural.com y con Javier Biosca
en eldiario.es.
Mikel Ayestaran,
Las cenizas del califato. De las garras del Estado Islámico a la supervivencia.
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