He titulado así la entrada porque hasta ahora creía
que este era el último libro que se publicaría de Kerr, de hecho creo que ya es
una publicación póstuma, y, sin embargo, por alguna cosa que he leído, puede
que quede aún otro que dejó escrito antes de su fallecimiento. Ojalá sea así.
Si en el comentario de la anterior novela decía que
parece que Kerr había vuelto a coger impulso con esta serie, esta de ahora me
reafirma en la idea. Creo que el descanso que supuso la dedicación a la
miniserie sobre fútbol, bastante floja en mi opinión, le debió de motivar para
volver con más ganas a contar historias de su gran personaje Bernie Gunther.
La historia se desarrolla en dos momentos temporales
distintos. En octubre de 1956, en el que nos cuenta la huida de Bernie a través
de Francia perseguido por la Stasi y en abril de 1939, cuando a punto de
celebrarse el 50 aniversario de Hitler se produce un asesinato donde va a ir a
descansar y hay que resolverlo con rapidez. Realmente lo de 1956 no es más que
un pretexto para meterse en lo importante: el mundo nazi con sus intrigas y sus
luchas internas, un mundo en el que el gran personaje que es Gunther da lo
mejor de sí mismo y es capaz de afirmar cosas como:
“Lo que más me irrita de los nazis no es que se
supone que debo odiar a los judíos, Friedrich. Y no lo hago. No los odio. No
más de lo que odio a todo el mundo hoy en día. Lo que me resulta mucho más
difícil de sobrellevar es que se supone que debo adorar a los alemanes y todo
lo alemán. Eso es mucho pedirle a un berlinés. Sobre todo, ahora que Hitler
está al mando.” (p. 321)
En todo caso, el Bernie Gunther de esta novela está
algo más contenido que en otras anteriores y saca menos a relucir su ironía y
sarcasmo. Tampoco tiene relaciones con mujeres ni amorosas ni meramente de
juego sexual. Eso sí, no ha perdido su instinto ni su capacidad investigadora.
Como casi siempre en la obra de Kerr, por cierto que
esta es la novela número 12 de la serie, aparecen e intervienen en la historia
personajes reales. Aquí los más importantes son Heydrich y Martin Bormann.
También, como pasaba en la anterior, hay referencias
negativas sobre los franceses del tipo de: malos conductores, delatores natos, camisas
mugrientas en la Francia de provincias, sensación de que hay más policías que
nobles y títulos hereditarios y solo van caminado a la panadería y al estanco
(por contraste con los paseos por el campo de loa alemanes), entre otras
lindezas.
Un libro, como todos los de la serie, muy entretenido
y que demuestra una vez más la enorme capacidad de este escritor escocés para
meterse, y meter al lector, en esa época y ese mundo.
Philip Kerr, Azul
de Prusia. Traducción Eduardo Irirarte.
Es este escritor me gusta mucho.
ResponderEliminar