Hartlieb es también la autora de Mi maravillosa librería que aunque no he
leído sí he visto la película y puedo imaginarme ahora mejor cómo debía de ser
la novela.
La editorial dice en la contraportada que: “es un
delicioso y cautivador cuento de Navidad, una evocadora historia sobre el
poder de la letra impresa, el placer de la lectura y el lugar que los libros y
las librerías ocupan en nuestras vidas y en nuestros corazones.” Totalmente de
acuerdo con la idea del cuento y bastante menos con el tema de los libros.
Un cuento porque, efectivamente, la historia de la
niñera proveniente de un pueblo y de una familia pobre, y su relación con el
dependiente de una librería huérfano desde niño, junto al suceso de la pérdida
en un mercadillo el día antes de la Navidad de uno de los niños que cuida, son
elementos muy característicos de un cuento.
El libro se lee con cierto gusto especialmente por
dos cosas que lo hacen un tanto especial: por un lado, aparte de los dos
protagonistas mencionados, otro importante personaje, el padre de los niños, se
llama Arthur Schnitzler y es médico al mismo tiempo que escritor de novelas y
teatro, es decir, como el auténtico y, por otro lado, la obra, que se
desarrolla en Viena en lo que parece ser el primer tercio del siglo XX, parece
escrita por alguien de esa época, es decir, como si hubiese sido escrita por el
propio Schnitzler. Ambos aspectos hacen que se trate de una novela original y
que demuestra un trabajo especial de la autora para lograr esa impresión en el
lector. (Dando por supuesto que esa sea su intención, lo que por el resultado
creo que se puede hacer).
También hay un trabajo en la misma línea del
traductor al emplear palabras tan poco habituales como: badulaque, rencillosa,
estertorosa, pujo o tramontado.
Una novela corta, de apenas 150 páginas, que se lee
de un tirón y que, aunque no resulte precisamente apasionante sí hace pasar un
rato agradable.
Petra Hartlieb, Invierno
en Viena. Traducción Richard Gross.
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